Consultoría & Consultores

Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que ‘transformación digital’ ha sido la palabra compuesta estrella del último año. La hemos oído en cientos de conferencias y eventos empresariales de toda índole pero, si alguien aún la escucha con escepticismo, indicar tres hechos que provocan la preocupación de todos los altos directivos ante el reto 'digital':

  • Estamos en una sociedad de consumo donde existen más móviles que personas.
  • En menos de una década los nativos digitales representarán el 75% de la fuerza laboral y supondrán el colectivo con mayor potencial de compra.
  • Cada vez son más las startup 100% digitales que llegan al mercado para cambiar las reglas de juego y revolucionar sectores anclados en patrones tradicionales.

La transformación digital lo está cambiando todo, desde la forma en la que se organizan las empresas hasta la forma en la que se relacionan con sus clientes. De hecho, tal es el impacto previsto por la transformación digital, que se estima que el 46% de las empresas que en diez años no se hayan transformado digitalmente morirán según un estudio liderado por Standard&Poors.

En este contexto, resulta preocupante ver cómo la gran mayoría de empresas españolas parece no ser consciente de la urgencia de afrontar las “nuevas reglas de negocio digital” y cómo muchas no han sido capaces de superar los obstáculos habituales que surgen en este tipo de procesos de transformación.

Por un lado, se adolece en muchos casos de una estrategia digital. Muchas organizaciones han comenzado el proceso de transformación digital invirtiendo en tecnología sin una estrategia global y, aunque algunas de esas soluciones aportan valor al negocio, la mayoría no lo hace convirtiéndose en un sumidero de inversión a largo plazo

A ello se suma el vértigo que supone a las organizaciones afrontar los costes de la digitalización sin una expectativa a corto plazo de retorno. Por suerte, este cada vez está siendo menor gracias a la democratización progresiva de la tecnología ante el abaratamiento de los costes de implantación de herramientas digitales, lo que está animando a muchas empresas a iniciar su proceso de adaptación.

A su vez, no hay que olvidar la resistencia al cambio que se da en todo proceso de transformación. Es necesaria una política corporativa de gestión del cambio, impulsada desde la alta dirección, de lo contrario la falta de implicación de las distintas áreas de la organización lastran la posibilidad de avance.

Además, debido a la rapidez exponencial del avance de la tecnología, una de las mayores barreras se encuentra en la falta de formación digital en el seno de las propias organizaciones. Gran parte de las veces quienes deberían liderar la transformación digital de una compañía no cuentan con los conocimientos y las competencias necesarias para ello lo que suele retrasar el proceso.

Pero todo ello no debe ser visualizado como un impedimento ni servir de excusa. La revolución digital debe ser percibida por nuestro tejido empresarial como una cuestión de supervivencia y el tiempo de adaptación resulta crítico. En tan sólo tres años, la “magia de la nueva economía digital” ha posicionado a una empresa que no tiene un solo taxi en propiedad como el mayor gigante del transporte urbano, y a otra que no ha invertido en un solo metro cuadrado de propiedad como la mayor cadena hotelera a nivel mundial. ¿Estamos preparados para los cambios que nos deparan los próximos años?