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Para tratar una problemática es muy importante como vamos a nombrar a la misma. La elección del nombre con el que llamaremos al problema es clave, según la percepción que queremos generar a quienes queremos dirigirnos. Por tanto, no es de extrañar que cierta prensa busque el impacto mediático para captar la atención de sus lectores llamando Turismofobia al problema de la saturación turística, para así reflejar una serie de actos y opiniones colectivas que se perciben o afecta directamente a la sociedad. Pero al final, hablamos de saturación turística en sus destinos (Overtourism).

Las consecuencias de la saturación turística son ahora más visibles, pero el debate sobre la problemática viene de muy atrás. A la aceleración de esa visibilidad han contribuido las noticias sobre saturación de turistas en importantes ciudades europeas, adquiriendo la problemática mayor notoriedad y difusión en los medios de comunicación. Casos por todos conocidos de Venecia, Roma, Amsterdam, Dubrovnick o Barcelona.

El análisis de la sostenibilidad de los destinos turísticos siempre ha estado presente, en especial cuando afectaba a cuestiones medioambientales que ponían en riesgos ciertos ecosistemas locales en espacios naturales, incorporándose análisis de impacto medioambiental y estudios de capacidades de carga, que aún se siguen desarrollando afortunadamente, y que traen consigo restricciones de regulación y límites en dichos espacios naturales. En este sentido, y a nivel nacional, son conocidas las limitaciones de acceso a las Islas Cíes y de entradas de vehículos en Formentera.

Pero la problemática de la saturación turística coge otra dimensión pública cuando ya afecta al ecosistema urbano, y en consecuencia alzan la voz los residentes de los destinos turísticos más relevantes, e incluso de los propios turistas descontentos por la experiencia de masificación.

Las causas que han generado la saturación turística son diversas y varían en intensidad según las circunstancias de cada destino, pero hay algunas que indiscutiblemente han acelerado el proceso a nivel global. Como ha sido la explosiva combinación de precio-inmediatez, pudiéndose contratar servicios turísticos a bajo precio y de forma inmediata a través de plataformas online. Aunque a finales del pasado siglo las líneas áreas iniciaran la estrategia “low cost”, ésta se ha extendido también a los alojamientos turísticos, lo que ha permitido en las dos últimas décadas un incremento exponencial de los desplazamientos de turistas, poniendo rumbo preferente a los destinos tradicionalmente más demandados.

Si al abaratamiento de los precios y la inmediatez en la contratación sumamos la proliferación de compañías de transporte e incremento de plazas de viajeros, tanto en avión como en cruceros, será terreno abonado para la masificación turística sino se tiene en cuenta la capacidad de acogida. No es que se trate de dar cobertura tan solo a una demanda natural de turistas, sino que se incentiva su incremento en pro del desarrollo económico y se estimula su consumo valorándose ahora más las experiencias de ocio que los bienes materiales. El marketing turístico proyectado por los propios organismos institucionales, así como los prescriptores de diferentes medios de comunicación, tanto tradicionales como online, hacen el resto convirtiendo los destinos turísticos en listados de colección que hay que visitar.

Finalmente se ha generado en algunos destinos urbanos una masificación que requiere de una regulación, la cual puede ser tan compleja como diversa según las peculiaridades y necesidades de cada destino. Como era de esperar el residente ha sentido como se invade su espacio vital y perjudica el modo de vida local. Como respuesta se están ejecutando diversas y heterogéneas acciones por parte de organismo públicos a diferentes escalas, siendo los gobiernos locales los más activos por una necesidad de intervención más inmediata. La planificación de acciones correctoras y preventivas es el mejor instrumento para reducir los riesgos de morir de éxito, y evitar un conflicto local de convivencia entre residentes y turistas, que perjudique a un sector económico, del que nadie niega de su importancia en los destinos más afectados por la masificación.

Todas las posibles acciones de intervención han de tener el mismo fin, que no es otro que la sostenibilidad del destino en términos económico y sociales, que contemple y tenga presente a todos los intervinientes. La mayoría de las acciones correctoras que se pueden ejecutar van encaminadas a la implantación y gestión de Destinos Turísticos Inteligentes ó Smart Destination, donde las nuevas tecnologías y la transformación digital son indispensables. Apostándose por medidas que intervienen sobre el número visitantes, los precios, la oferta o la promoción. Así encontramos iniciativas de limitación de acceso, con el aumento de tasas a las líneas aéreas de coste bajo o su desvió a otras terminales como el caso de Girona, reducción del número de atraques de cruceros como en Dubrovnik, la apuesta por transporte más limpios como el tren, entre otras acciones. En lo relativo al precio lo más común a sido la incorporación de tasas turísticas locales de todo tipo, pero especialmente al hospedaje. En materia de promoción algunos han decido reducir su publicidad como es el caso de Ámsterdam, o advertir de las situaciones de masificación en ciertos espacios con una comunicación más honesta, sincera y realista. Diversificando la oferta, con nuevos productos turísticos que ayuden a descongestionar los espacios más concurridos hacia otras zonas de la ciudad, o desestacionalizar la demanda atrayendo turistas fuera de temporada alta.

Aun así, todo pasa por enfocar la planificación turística desde una óptica más humana y climática, por cambiar la métrica de número de visitantes por indicadores de calidad y sostenibilidad social en el destino, pues el rendimiento económico irá de la mano siempre y cuando el destino mantenga su atractivo y beneficie directamente a los agentes locales, ya que la gran mayoría de los residentes no están en contra del turismo, sino de una forma de hacer turismo.

Juan Antonio López. Socio Consultoría. Comisión Nacional de Turismo de Auren