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Me di cuenta del enorme potencial que tiene Cuba para los negocios una tarde sofocante de agosto, cuando entré en lo que parecía una tienda especializada en fotos para pasaporte y fotocopias, en mitad de una de las calles más ajetreadas de La Habana. Los clientes que encontré se llevaban un producto que no estaba anunciado en ninguna parte: un pequeño USB llamado ‘el paquete semanal’, con un terabyte de información.

Yoan, el dependiente de 26 años, me contó que, cada semana, un distribuidor repartía la nueva entrega de ‘el paquete semanal’, compuesto por una mezcla de lo más variopinta: películas de Hollywood pirateadas, telenovelas producidas en Miami, comedias, la Wikipedia en español, o Revolico, el Craiglist cubano. El material del USB no era exactamente revolucionario; de hecho, los programas de America’s funniest Home Videos eran mucho más frecuentes que cualquier contenido político. Pero el paquete funcionaba como una versión en miniatura de ese mundo al que los cubanos no podían acceder. “Todo el mundo que conozco compra el paquete”, me contó Yoan.

Cubanos, como los que conocí en aquella tienda, están hambrientos de información del mundo exterior pero casi no tienen acceso a Internet -lento o inexistente en su país-. Solo este dato debería ser una invitación para las empresas extranjeras. Pero no es el único. Desde que en diciembre de 2014, el todavía presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunciara la reducción de las históricas sanciones contra Cuba, casi todos los días hemos recibido la noticia de alguna llegada de relumbrón a la Habana, ya sean cruceros, empresas, equipos de béisbol, agricultores, fashionistas, o Kardashians.

Cuba no es un mercado fronterizo cualquiera. El Congreso de Estados Unidos se sigue resistiendo a la llamada de Obama a levantar el embargo vigente desde principios de los 60, y el gobierno cubano tampoco recibe a las empresas extranjeras con los brazos abiertos. Al igual que China en las décadas de los ochenta y noventa, cuando, por primera vez, permitió la entrada de inversiones extranjeras directas, Cuba necesita que las empresas entren a través de joint ventures con compañías locales. Casi siempre, estos procesos requieren de mucha paciencia. El escrutinio de las autoridades locales genera papeleo que produce, a su vez, más burocracia. Como en el país asiático, la influencia del gobierno alcanza casi todos los aspectos de los negocios y los líderes políticos siguen sospechando de los motivos de Estados Unidos, e intentan controlar la velocidad y la trayectoria de cualquier desarrollo económico.

Pero, ¿qué puede ofrecer el mercado cubano a las empresas? La economía cubana ha estado centrada en la producción de níquel y cobalto, y en la venta de ron y cigarrillos de calidad a países desarrollados. El PIB per cápita en la isla era de tan solo 6.800 dólares en 2013, según los últimos datos disponibles del banco Mundial. Por debajo de China pero por encima de India. Y, si bien ha habido estimaciones de que existen reservas de petróleo bajo sus aguas, aún no se han obtenido resultados positivos en las exploraciones. En definitiva, Cuba necesita urgentemente encontrar sus ventajas competitivas en la economía global. ¿Cómo conseguirlo? Aprovechándose de sus ciudadanos: una población bien formada y con ganas de trabajar en la economía del conocimiento.

Durante las cinco décadas y media que ha durado el régimen castrista, se ha promovido la alfabetización universal. En los últimos años, se han invertido importantes sumas de dinero en educación en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Cada año, Cuba genera miles de graduados en los campos de ciencia y tecnología; muchos de ellos cuentan con la formación necesaria para destacar en la industria de las telecomunicaciones.

La isla cuenta además con un excedente de médicos que, desde los noventa, han salido de La Habana a países como Venezuela y Brasil. En 2011, el Centro de Inmunología Molecular de la capital desarrolló una vacuna contra el cáncer de pulmón que, si bien aún está en fase de prueba y revisión por la Agencia de Alimentación y Medicamentos de EEUU –la FDA-, muestra el potencial de Cuba como fuente de investigación médica. La isla caribeña podría, además, convertirse en un destino puntero para el turismo hospitalario, gracias a la oferta de servicios médicos desarrollados a precio de economía emergente.

Pero para aprovechar el talento local es necesario impulsar reformas importantes. Muchos dejan Cuba porque si se quedaran en casa no podrían ganarse la vida. Los graduados en medicina bromean con que, si lo hicieran, vivirían mejor trabajando de taxistas. Los trabajadores en Cuba reciben su salario en pesos Cubanos (CUP), no en Pesos Cubanos Convertibles (CUC). Por ello, con sus salarios no pueden comprar nada fuera del mercado doméstico. En cambio, los taxistas que recogen a turistas, pueden ir acumulando dinero en divisas que sí son convertibles. Cuba se ha resistido a dejar que las dos monedas se consoliden, por el miedo a desestabilizar las empresas propiedad del estado; en cualquier caso, mantener una sola divisa supondría una señal de apertura clara.

Para los empresarios que planean entrar en el mercado cubano, la economía de la isla solo puede hacer una cosa: mejorar. El hambre voraz de los cubanos como consumidores quedó probado en 2011, cuando algunas reformas dejaron florecer distintas formas de iniciativa privada, como los famosos paladares. Lo cierto es que los encantos de Cuba han sido suficientes como para atraer a varias empresas de EEUU, que ya han obtenido licencias para operar en el país. La teleco Verizon ya permite a sus clientes de telefonía móvil acceder a la red cuando visitan la isla. En julio de 2015, MasterCard se convirtió en la primera gran empresa de crédito de EEUU en permitir transacciones en el país. Y Netflix ya ofrece sus contenidos a la población cubana, a pesar de que son pocos los que cuentan con acceso a Internet y la capacidad adquisitiva necesaria para permitirse el pago del servicio.

Tecnología libre

Aunque el potencial de crecimiento es particularmente significativo en el sector de las tecnologías de la información, el despegue sigue sin producirse. Según la consultora Nearshore Americas, el país cuenta con entre 25.00 y 100.000 profesionales de IT, con conocimientos en software y redes. En la isla, estos trabajadores ganan en torno a 500 dólares al mes, una pequeña parte de lo que reciben a fin de mes sus colegas en EEUU. Por esta razón, en Miami, los dueños de empresas de tecnología contratan a freelancers cubanos para picar código. El director de esta consultora, Sean Goforth, explica que más de la mitad de los 300 trabajadores cubanos de IT que ha entrevistado desde 2015, trabajan para clientes extranjeros.

La visita de Obama junto a destacadas figuras de Google, Paypal y Airbnb, entre otras compañías, fue una prueba de que Silicon Valley reconoce al país como un importante enclave tecnológico. Precisamente Airbnb puede presumir de haber conseguido el mayor éxito hasta el momento entre las empresas tecnológicas en tierras cubanas: en sus cuatro primeros meses de andadura en la isla, duplicó su base de suscriptores. Su actividad se adecúa a la economía de servicio y cultura cubana. Si bien el caso de este marketplace no puede tomarse como norma general, ya que muchos de los servicios que ofrecen las empresas de IT pueden no ajustarse a lo que demanda el mercado cubano. Por ejemplo, Amazon tendría dificultades en vender sus productos en un país donde la gran mayoría de personas no se los puede permitir.

Aunque el gobierno cubano está empezando a invertir en hacer accesible Internet, a día de hoy solo el 5% de la ciudadanía cubana cuenta con acceso regular a la red desde su casa, una de las tasas de penetración de Internet más bajas del mundo. Para conectarse, la gran mayoría de los cubanos tiene que comprar una de las tarjetas de acceso que vende ETECSA, la teleco estatal que ostenta el monopolio de las comunicaciones en Cuba. El coste de una hora de Internet -dos dólares- es un gasto significativo para la mayoría de los cubanos. Si, a pesar de todo, uno puede acceder a Internet tendrá una de las peores conexiones del mundo.

Cómo entrar en Cuba

Entonces, ¿cómo entrar con éxito en el mercado cubano y sacar el máximo partido de su talento y su proximidad con Latinoamérica? Prosperar en Cuba depende de saber gestionar la política que impregna la economía de esta isla: identificar las prioridades del gobierno cubano y ponerlas por delante de las necesidades comerciales de la gente. Las compañías que tengan éxito en Cuba serán las que desarrollen una estrategia hecha a la medida del país, más que las que apliquen un plan estándar para las economías en desarrollo. Las empresas que amenacen el control gubernamental encontrarán trabas, las que no lo hagan de forma explícita podrán prosperar.

Es inútil esperar a que el gobierno de Castro colapse o se reforme. El gobierno cubano no permite que exista una oposición organizada y el Partido Comunista parece lo suficientemente bien posicionado como para sobrevivir al fallecimiento de su fundador. Raúl Castro ha nombrado al burócrata Miguel Díaz-Canel como sucesor y no hay evidencias de que este tenga pensado alterar la forma de proceder en su país.

Las compañías que superen este obstáculo tendrán que enfrentarse a otros, incluyendo los que han surgido desde que Obama normalizó las relaciones con la isla. El reto más complicado es la ausencia de un marco regulatorio claro. Esta laguna deja a muchas empresas sin saber si pueden operar o no en Cuba. Incluso si tenemos en cuenta las medidas liberalizadoras que se iniciaron con Raúl Castro, el gobierno cubano sigue siendo “extremadamente burocrático y centralizado según Alana Tummino, líder del grupo de trabajo de Cuba en el Consejo de las Américas.

Por eso, las preguntas más básica siguen sin tener una respuesta clara; ¿Puedes llevar a cabo negocios en la Isla? Y, si es así, ¿qué pasará si crecen? ¿Protegerá el gobierno cubano mis derechos de propiedad intelectual? ¿O surgirán empresas domésticas que copien mis ideas? ¿Qué le pasará a mis compañías si surgen problemas en materia laboral?

Extracto del artículo Reconnecting Cuba, elaborado por Matt Schiavenza para la revista strategy+business.

Manuel Martín Espada