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Etimológicamente, el significado no tiene muchos misterios: creación conjunta. Dos cabezas piensan más que una. Pero si llevamos el término al mundo empresarial, éste adquiere un alcance abrumador pues implica democratizar y descentralizar el proceso creativo.  Vamos a ver por qué.

La co-creación es una de las piedras angulares de la innovación, si entendemos por innovación la capacidad de la empresa para conseguir interactuar con sus clientes.  Las reglas del juego están cambiando, los consumidores tienen cada vez más poder, principalmente gracias a las redes sociales, y demandan sin contemplaciones ser escuchados.  Ya no se conforman con ser espectadores pasivos y el ciclo de creación tradicional se les antoja insuficiente e insatisfactorio.

Hasta ahora, las empresas fabricaban un producto y lo lanzaban “a ciegas” al mercado, dictando casi de manera unilateral los gustos y las necesidades de los consumidores. La co-creación, sin embargo, revoluciona el modelo tradicional y trata de involucrar al cliente en la cadena de valor del producto para intentar mejorar su experiencia de compra, hacerle sentir importante y atinar en sus necesidades.

En la teoría, este concepto funcionaría más o menos de esta manera: la empresa enseña un producto básico a todos sus clientes, o a un número reducido de ellos, y reclama su ayuda para terminar de darle forma. En la práctica, hay mil caminos para implementar una estrategia de  co-creación. La cadena de comida rápida ‘Los cien montaditos’, por ejemplo, organizó una especie de concurso en su perfil de Facebook en el que los consumidores tenían que enviar la receta de su bocadillo ideal y la más votada se incluiría en la carta. Participaron cerca de 2.000 persona. Algo parecido hizo antes la marca de patatas Lay’s.

Los beneficios de esta nueva estrategia de marketing estratégico se cuentan a pares, aunque quizá el más importante es el que tiene que ver con la fidelización de los clientes porque, si éstos se sienten escuchados e importantes, se convertirán en fans y, en consecuencia, en los mejores embajadores de la marca. La empresa, por su parte, reduce riesgos y costes de fabricación porque lanza el producto sobre un terreno seguro, sabiendo que al menos una parte de su clientela va a estar satisfecha.

La co-creación iguala el marcador en el terreno de juego: ganan las marcas pero también los consumidores. Pero su auge y expansión no hubiese sido posible sin las redes sociales y sin su gran capacidad democratizadora. Los clientes ya no sólo opinan a viva voz sobre las marcas, ahora también deciden sobre los productos que éstas lanzan. Por eso, cabe preguntarse: ¿es la co-creación la verdadera revolución de las redes sociales?