Pongámonos en situación: salimos de casa por la mañana, nos subimos al coche, le decimos adónde vamos y después de recorrer el trayecto más corto y con menos tráfico llegamos con total seguridad a nuestro trabajo después de haber desayunado en la parte de atrás, haber leído tranquilamente los periódicos y haber enviado unos cuantos correos electrónicos. Esta imagen idílica ha subyugado a muchos consumidores y también a los fabricantes de automóviles, que se están gastando auténticas fortunas en desarrollar el concepto del coche autónomo. ¿Es razonable esta efervescencia?
Los expertos de Strategy&, el negocio de consultoría estratégica de PwC, creen que no mucho. En un artículo publicado en la revista Strategy+business queda bien claro que el coche autónomo puede ser un proyecto fascinante y capaz de capturar la imaginación de millones de conductores hartos de ponerse al volante todos los días, pero tiene décadas por delante hasta llegar a ser una realidad tangible de mercado. Los problemas de seguridad (ahí está el accidente mortal de un Tesla semiautónomo en Ohio en julio pasado), de compatibilidad (con otros sistemas tecnológicos y con los conductores humanos), de precio, de cobertura de seguros e incluso los dilemas morales que plantea el uso de un vehículo autónomo están lejos de ser resueltos.
El coche autónomo, es por tanto, en opinión de los autores del artículo, una distracción peligrosa para la industria mundial del automóvil, que tiene cosas más importantes en las que pensar antes de embarcarse en un proyecto tan remoto y que exige tanta inversión en conocimiento y en capital. ¿Cuáles son esos retos prioritarios que los fabricantes automovilísticos han de afrontar en el corto y el medio plazo? Los expertos enumeran los siguientes:
La industria, pues, debe dejarse de aventuras, centrar sus objetivos y mantener los pies (o los neumáticos) en el suelo. El coche autónomo seguramente llegará, pero por mucho que algunos se empeñen no está a la vuelta de la esquina, y los fabricantes harían bien en no dejarse deslumbrar y en desplegar todas sus energías en los desafíos más inmediatos, que son los que van determinar la configuración del sector en un plazo de cinco a diez años. Los que no lo hagan se arriesgan a perecer en el intento.