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El cambio climático es, sin duda, uno de los principales retos estratégicos a los que deberán enfrentarse compañías de todo el mundo para proteger nuestro futuro y el del planeta. La Organización de las Naciones Unidas estima que el coste anual de los desastres naturales está entre 250.000 y 300.000 millones de dólares. Estos fenómenos, además, truncan o frenan el progreso de millones de ciudadanos. Aunque la sociedad en su conjunto tiene la responsabilidad de contribuir al desarrollo sostenible, las empresas desempeñan un papel capital en este objetivo. Su impacto en el bienestar colectivo e individual es clave: ayudan a mejorar la vida de las personas mediante los productos que ofrecen y los servicios que prestan; contribuyen al desarrollo económico y social; y su actividad tiene un efecto directo sobre el entorno y el medio ambiente.

El cambio climático preocupa tanto a los líderes mundiales políticos, como a los sociales y a los empresariales. En 1972, se celebró en Estocolmo la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano. Por primera vez, el tema de la degradación medioambiental aparece en la agenda de los principales gobiernos mundiales. Con posterioridad, dos décadas después, se celebraría en Río de Janeiro la llamada Cumbre de la Tierra sobre Medio Ambiente y Desarrollo (1992) que pretendía sentar las bases de una política global que permitiera el desarrollo sostenible del planeta. El punto de no retorno lo marcó el Protocolo de Kyoto, aprobado en 1997, donde se acordó una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero del 5% en el periodo 2008-2012 respecto a los niveles de 1990. Desde entonces, diferentes cumbres se han venido celebrando aunque los resultados han sido dispares. La cumbre del clima de París (COP21) fue un éxito, adoptando el primer acuerdo global para atajar el calentamiento desencadenado por el hombre con sus emisiones de gases de efecto invernadero que incluye un compromiso financiero de 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. La última cumbre (COP 23), celebrada el pasado mes de noviembre, concluyó con avances en cuestiones técnicas, pero con asuntos importantes aún por resolver sobre las reducciones de las emisiones, que se aplazan hasta finales de 2018, en Katowice, la ciudad polaca que acogerá la próxima cumbre del clima (COP 24). Lo que sí ha quedado claro es que la descarbonización de la economía ofrece la única posibilidad real de crecimiento y desarrollo económico sostenible.

En esta misma línea, hace casi tres años, 150 jefes de Estado y de Gobierno adoptaron un conjunto de objetivos globales para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una agenda de desarrollo sostenible. Esta Agenda 2030 cuenta con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que incluyen, entre otros, la lucha para frenar el cambio climático, la igualdad de la mujer, la educación, la defensa del medio ambiente o el diseño de nuestras ciudades. Asimismo, el pasado mes de febrero, ya en nuestro país, el Pleno del Senado dio el visto bueno a la creación de una Comisión Mixta Congreso de los Diputados-Senado para la Coordinación y Seguimiento de la Estrategia española para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Esta Comisión se suma a la Comisión para el estudio del Cambio Climático del Congreso, que lleva trabajando desde 2012 en diversas propuestas orientadas a la lucha contra el cambio climático.

Una vez que se ha logrado un consenso generalizado a escala global y gubernamental, la sociedad civil y las empresas deben desempeñar un papel protagonista a la hora de utilizar su creatividad y capacidad de innovación para resolver los desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad. Muchas empresas ya han sopesado los riesgos y las oportunidades que supone responder ante este problema y han incorporado a su propósito la sostenibilidad, y la variable “cambio climático” a sus estrategias.

Para alcanzar los Objetivos Globales de Desarrollo Sostenible, los distintos sectores deben entender y asumir la responsabilidad y el papel que tienen a la hora de eliminar obstáculos que impidan el progreso social, trabajando conjuntamente para crear mercados y sociedades más sostenibles. En definitiva, con su actividad, las empresas pueden hacer una aportación decisiva para alcanzar la meta de la reducción de los impactos del cambio climático establecida en este marco de consenso colectivo y cooperativo que es la Agenda 2030.