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El sector financiero español se encuentra, en los últimos tiempos, en una coyuntura compleja caracterizada por la simultaneidad de varias circunstancias excepcionales: la necesidad de acometer grandes inversiones para afrontar el reto de la transformación digital, el esfuerzo de implementar las nuevas exigencias de la regulación financiera surgida en respuesta a la crisis global (algunos requerimientos tan relevantes como el MREL se encuentran todavía pendientes de determinación definitiva) y todo ello en un contexto de bajos tipos de interés lo que presiona el margen financiero y limita su rentabilidad.

Los bancos deben competir, en ese entorno complejo, con nuevos jugadores a los que las exigencias regulatorias les afectan en mucho menor medida, lo que añade dificultad al reto de recuperar un nivel de rentabilidad suficiente como para compensar el coste del capital.

Es cierto que todos estos factores, con los matices que se quieran, no son muy distintos de los que afrontan otros bancos europeos, lo que explica, por ejemplo, que, en conjunto, los bancos europeos coticen en los mercados a niveles sensiblemente más bajos que sus homólogos norteamericanos. En Estados Unidos, los bancos se encuentran en un ciclo más avanzado en el que se ha producido el inicio de la normalización de la política monetaria, una reforma fiscal que ha tenido un efecto positivo para ellos y un cambio de tono en la regulación financiera que resulta muy diferente del europeo.

En todo caso, es importante que las tareas que se encuentran pendientes se realicen de forma adecuada y que, en particular, puedan alcanzarse los nuevos niveles de recursos propios exigidos por la normativa, dotarse los nuevos requerimientos de liquidez y apalancamiento, el MREL, completarse las aportaciones a los fortalecidos fondos de garantía de depósitos y de resolución bancaria, completarse la limpieza de balances para favorecer la concesión de crédito y contribuir al fortalecimiento definitivo del sector y, por último, puedan contribuir a la transformación digital del conjunto de la economía española a través de su propia transformación.

El sector financiero español es un factor clave para el desarrollo de la economía española, su modernización e internacionalización. Es un sector creador de empleo de alta calidad, con capacidad para contribuir a un desarrollo más rápido de la transformación digital en el tejido empresarial y, en definitiva, para contribuir a consolidar el nuevo modelo productivo de la economía española.

En este contexto complejo, teniendo en cuenta la importancia de lo que suceda en el sector financiero y considerando las relevantes tareas pendientes que los bancos tienen que acometer todavía, no parecen particularmente oportunas ni las medidas fiscales recientemente adoptadas que afectan de distintos modos a las entidades financieras ni, sobre todo, la tensión derivada de los recientes pronunciamientos judiciales sobre el impuesto de actos jurídicos documentados en relación a los contratos de préstamo con garantía hipotecaria, un asunto fiscal que, de manera claramente interesada, y aquí son varios los intereses en concurso, pretende convertirse en una causa general contra los bancos.

Los ordenamientos jurídicos compiten a la hora de atraer industrias e inversores, y esto resulta particularmente cierto para el sector financiero en los tristes días del Brexit. La falta de previsibilidad sobre los criterios de interpretación de la legislación que afecta al negocio bancario, el marco fiscal imperante o la legislación laboral vigente son todos ellos factores muy relevantes cuando una entidad baraja instalarse en nuestro país o realizar una inversión importante (por ejemplo, la compra de una cartera hipotecaria). Por ello, en un contexto ya complejo, todos los cambios deben ser prudentemente ponderados, tanto para las entidades que ya desarrollan su actividad en España sino también para las que pueden establecerse en un futuro. En definitiva, los bancos españoles están ahora en una posición mucho mejor que la de hace unos años pero sería importante que les dejen completar sus relevantes tareas pendientes sin más sobresaltos.

Francisco Uría