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Casi 44 años después de que se inventara el teléfono móvil, esta semana se ha celebrado en Barcelona el Mobile World Congress. Para los adictos a la tecnología, la cita es como un caramelo a la puerta de un colegio: imposible de ignorar. La edición de este año nos ha traído todo tipo de novedades y soluciones vanguardistas, como es de rigor, pero quizás lo más significativo de la misma es lo que no se ve: la inteligencia artificial (AI por sus siglas en inglés).

La AI está detrás de muchas de las innovaciones de nuestro tiempo y, en combinación con el Internet de las Cosas (otra de las tendencias que más se han debatido en el Mobile World Congress), será el catalizador de una gran revolución de la economía solo comparable a lo que significó el ordenador personal en los años ochenta. Así lo sostiene un estudio presentado en el congreso de Barcelona por PwC (Leveraging the upcoming disruptions from AI and IoT), que anima a las empresas a moverse rápidamente para identificar las estrategias que les permitan capitalizar las formidables ventajas de las máquinas inteligentes, so pena de andar a la zaga de la revolución tecnológica en los próximos años.

Esta no es de ahora. La inteligencia artificial lleva ya tiempo entre nosotros. Gracias a ella podemos tener asistentes virtuales, listas de canciones recomendadas en Spotify o programas de reconocimiento de imagen, y también han empezado a probarse los primeros coches autónomos. Pero su impacto en los próximos años se va a multiplicar, gracias en parte a su intersección con el Internet de las Cosas (la interconexión inteligente de objetos cotidianos), y será determinante en dos áreas muy concretas:

  • El rendimiento de los negocios. La AI va a generar un próspero mercado de soluciones y servicios (robots, máquinas autónomas y programas de análisis, sobre todo). Pero mucho más importante que eso es el incremento de la productividad y la reducción de costes que llevará aparejada en gran parte de las industrias tradicionales. Aquellas empresas que se adapten más rápido al proceso de cambio conseguirán ventajas competitivas en términos de costes más bajos, la mejora de la experiencia del consumidor y el aprovechamiento de las nuevas oportunidades de negocio.
  • El mercado laboral. Según algunos cálculos, en las próximas dos décadas la inteligencia artificial provocará la automatización del 70% de los empleos actuales del sector energético y del 65 % de los de la industria de los productos de consumo de primera necesidad. Ciertamente, muchos empleos nuevos surgirán, y seguramente serán de mayor calidad, pero durante la transición se producirá una brecha en la cualificación de los trabajadores que será necesario gestionar adecuadamente.

La profundidad y la rapidez del cambio en nuestras vidas (en los negocios y en los empleos) es difícil de imaginar hoy. Pero lo que es seguro es que la revolución de la inteligencia artificial ya está aquí.

Además de la presentación del informe, el presidente mundial de PwC, Bob Moritz, participó en el Mobile World Congress con una ponencia sobre la Cuarta Revolución Industrial y las ciudades inteligentes. En su intervención, Bob reflexionó sobre el futuro de las grandes urbes, que son cada vez más grandes (cada semana, 1,3 millones de personas se trasladan a una ciudad), y sobre la importancia de la tecnología para abordar los grandes desafíos a los que se enfrentan: seguridad, respeto por el medio ambiente y prosperidad económica.

Carlos Severino