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La conexión de múltiples dispositivos con Internet y entre ellos mismos permitirá mejorar la eficiencia de los hogares, las empresas y las ciudades. El potencial de esta nueva revolución es enorme y se espera que en 2035 el Internet de las cosas ya esté plenamente instalado en la vida diaria de los ciudadanos.

Aunque el concepto nació en los albores del siglo XXI, no es hasta una década después cuando el Internet de las cosas (Internet of Things o IoT) ha empezado a tomar cuerpo, dejando de ser casi una entelequia de laboratorio para empezar a producir pequeños cambios en la vida de las personas y a convertirse en un mercado con un importante potencial de crecimiento. Y no en vano, porque el Internet de las cosas está llamado a revolucionar la sociedad de casi la misma manera que lo hizo la llegada del propio Internet.

El Internet de las cosas no es una única tecnología sino, como su nombre indica, la conexión de múltiples dispositivos con Internet y entre ellos mismos. Por eso, más allá de televisores y electrodomésticos, habrá multitud de dispositivos dotados de sensores que irán desde bombillas a farolas, coches o semáforos con los que interactuaremos a través de nuestros smartphones y los wearables. Las conexiones entre esos flujos de datos y su análisis permitirán extraer conclusiones de alto valor.

“El Internet de las cosas hará más fácil la vida de las personas, de modo que las empresas podrán utilizarlo para mejorar la experiencia del consumidor. Otra de sus principales ventajas está relacionada con la eficiencia y se está utilizando actualmente para mejorar los servicios públicos: así, por ejemplo, algunas ciudades pronto instalarán sensores en sus contenedores de basura que detectarán cuándo están llenos para planificar las rutas de recogida y ser más eficientes”, señala Luis Ferrándiz, socio responsable de Servicios Digitales en Management Consulting de KPMG en España.

Las bases para esta revolución se están sentando: instalando sensores y definiendo proyectos que materialicen sus ventajas. Así, el informe de KPMG The Internet of Things: should we embrace its full potential? vaticina que el momento de la verdad del IoT llegará de aquí a 10 años, cuando la interconexión de múltiples dispositivos será impulsada por empresas especialmente interesadas en los datos que genere la tecnología para crear productos, servicios e incluso ofertas a medida del consumidor. La incorporación de IoT en la vida diaria de los ciudadanos se espera para 2035.

Hasta entonces, la fase es de incipiente despegue, con un número limitado de aplicaciones ya en funcionamiento, fundamentalmente destinadas al usuario final a través de los wearables o bien centradas en las smart cities o ciudades inteligentes. No obstante, mientras que estos dispositivos llevables son los que actualmente están popularizando estas tecnologías, los expertos coinciden en que el verdadero potencial se encuentra en sus aplicaciones a nivel empresarial y en el sector público.

Un potencial de negocio que plantea importantes retos

En estos años se están sentando las bases, ampliando el ecosistema, con fabricantes y empresas que empiezan a vislumbrar y a abrazar las oportunidades de este negocio. Dispositivos, conectividad y servicios TI harán crecer la mayor parte del mercado de IoT en 2020. Gartner estima que de los 4.900 millones de dispositivos instalados en 2015 se pasará a 20.797 millones en 2020, de los que más de 13.000 serán en el sector consumo. En cuanto a gasto económico, se estima que pasará de un billón de dólares a tres billones de dólares en 2020.

Así, según comenta Luis Ferrándiz, “el Internet de las cosas está siendo impulsado principalmente por aquellos sectores más cercanos al consumidor final. No obstante, las principales oportunidades se encuentran en las infraestructuras y en los servicios a la ciudadanía. Además, los emprendedores están comenzando a apostar por estas nuevas tecnologías y se crearán nuevos modelos de negocio en sectores ya asentados”.

Pero precisamente en el exponencial crecimiento previsto es donde subyacen los mayores retos del Internet de las cosas. Según comenta Jaime Serrano, presidente de NEC Ibérica y VP Southern Cluster NEC Europe, “recoger los datos de un número limitado de dispositivos conectados a la red implica algunos retos tecnológicos (seguridad, conectividad, dimensionamiento, etc.), que se multiplican de forma dramática a medida que los despliegues son mayores”.

Otro de los grandes desafíos pasa por la propia transformación digital y la adaptación de los modelos más tradicionales que aún permanecen en algunas empresas. “Gran cantidad de compañías se encuentran aún en la fase de superar los retos tecnológicos, es decir, se están adaptando a las necesidades digitales de los nuevos consumidores”, remarca Luis Ferrándiz. “En España queda aún camino por recorrer, de modo que las oportunidades son enormes y el objetivo ha de ser ponernos a la vanguardia”, matiza.

Asimismo, unido inevitablemente al concepto de Internet de las cosas está el de Data & Analytics, o el análisis de datos de forma masiva, que permitirá sacar un verdadero provecho de toda la información recogida por los dispositivos conectados. De ahí que cada vez más las empresas busquen el talento necesario para desarrollar estos procesos: matemáticos, físicos o estadistas que ayuden a analizar los datos y extraigan valor para la compañía.

IoT y la ciudad

El Internet de las cosas tiene en la ciudad uno de sus ecosistemas nativos: así, ciudades de todo el mundo se están llenando de sensores para hacer, una vez más, la vida de sus ciudadanos más fácil, pero también para prestar servicios más eficientes. “Una de las características fundamentales del IoT es su capacidad de sensorizar para recoger información que permita entender qué está sucediendo. Ese conocimiento facilita la toma de decisiones sobre los elementos cuya información se recoge, algo fundamental para una ciudad inteligente”, indica Víctor Martínez, Head of Business Development Southern Europe, Smart Cities de NEC Europe.

“Todos conocemos las predicciones en cuanto al crecimiento exponencial de la población en los próximos años, así como la concentración de dicha población alrededor de núcleos urbanos (en 2014 había en el mundo 28 “megaciudades” que sumaban más de 453 millones de habitantes, número que se espera ascienda a más de 40 ciudades con más de 10 millones de habitantes cada una en 2030). Ante semejante perspectiva es imprescindible mejorar el modelo de prestación de servicios actual de forma que el acceso a los recursos, que cada vez será más limitado, se produzca de una manera mucho más eficiente y, sobre todo, sostenible en el tiempo”, comenta Jaime Serrano.

Santander, la smart city española por excelencia

Santander cuenta ya con más de 20.000 sensores y dispositivos desplegados y ofrece a sus ciudadanos datos en tiempo real sobre parámetros ambientales, de tráfico o plazas de aparcamiento libres en superficie, entre otros. Cerca de 8.000 santanderinos pueden consultar en su teléfono móvil su consumo horario de agua. También la recogida de basuras y el alumbrado público cuentan con dispositivos conectados.

Los proyectos para conectar la ciudad, además, continúan en marcha: “Estamos trabajando en una arquitectura tecnológica, que hará posible una gestión integral de la ciudad”, señala Íñigo de la Serna, alcalde de Santander. “A través de una plataforma se van a interrelacionar todos los servicios de la ciudad, de manera que haya una mayor coordinación entre ellos y que se establezcan patrones de comportamiento que permitan tomar decisiones encaminadas a una gestión más eficiente del propio servicio y, en consecuencia, de la ciudad”, continúa.

Las ventajas de construir una smart city son muchas, pero también los retos. Según remarca De la Serna son necesarias “nuevas formas y nuevos medios de actuar que, desde el punto de vista político, exigen liderazgo y una apuesta por crear las condiciones para facilitar un ecosistema de cocreación. En el plano técnico, requiere de la adaptación de los servicios y del personal propio del Ayuntamiento a los nuevos procesos ligados a esta novedosa manera de gestionar la ciudad”, remarca De la Serna.

Toñi Herrero

  • Por KPMG
  • 29/04/2016