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De manera muy esquemática, voy a resumir los hitos que han marcado la industrialización de nuestra sociedad y el progreso económico y cultural que podemos disfrutar en gran parte del planeta. En nuestra historia podemos distinguir tres “revoluciones” que han propiciado un salto cualitativo muy significativo, entre lo precedente y lo inmediato. Y, en mi opinión, actualmente estamos asistiendo a un nuevo cambio de paradigma que implica una cuarta vuelta de tuerca, y que queda englobada en la llamada Trasformación Digital. Como en todo cambio, hay ganadores natos, adaptados que consiguen seguir, y bastantes bajas que acaban por desaparecer.

Así, a finales del siglo XVIII se inicia la primera revolución en Gran Bretaña con la introducción de la máquina de vapor en la industria textil y siderometalúrgica, pero también en el campo y otras manufacturas como la cervecera. El ferrocarril y los barcos de vapor marcan una nueva velocidad. Todo ello hace que se transforme una sociedad rural, que basaba su economía en la agricultura y el comercio colonial, en una economía urbana que basaría su economía en la industria y la mecanización. Los poderes tradicionales terrenales (Iglesia, Monarquía, Feudalismo), basados en la superstición, se ven continuamente cuestionados por nuevas aspiraciones basadas en la razón, la igualdad y el librepensamiento. Los ejércitos nacionales dejaron de emplear a mercenarios y se instauró el servicio militar obligatorio, mientras que los viejos sistemas gremiales dejan de tener sentido en unos procesos cada vez menos artesanales.

A mediados del siglo XIX, en la segunda revolución industrial, la sustitución de las fuentes de energía por nuevos motores basados en petróleo y gas, junto la aparición de las primeras centrales eléctricas, y la llegada de la bombilla a los hogares, incorporaron nuevos sistemas de transporte como el automóvil de combustión interna o los primeros viajes por avión. Los medios de comunicación como el cine y la radio supusieron un cambio de mentalidad sin precedentes que dio pie a producciones seriadas, expansión comercial y a modificar la forma de consumo. De hecho, podemos decir que con la electromecánica y los transistores se inició la globalización, y los movimientos obreros y sus sindicatos ganaron fuerza con el tiempo, aunque no pudieron impedir reajustes tan drásticos como las dos guerras mundiales.

Ya bien entrados en el siglo XX, la tercera revolución industrial llegó con la televisión y los primeros ordenadores personales, que cambiaron el modelo organizativo en las empresas y el trabajo basado en objetivos, se protocolizaron los procesos y se alentó la innovación como diferenciación en el mercado. Procesos de miniaturización y de ajuste de la producción a la demanda, el primer PLC que se utiliza en la fabricación, con robots y máquinas que reemplazan a personas en la cadena de montaje, y la aparición de Internet como nuevo canal de comunicación y venta, indudablemente que han impactado de forma importante en nuestra sociedad. Aquel viaje de ida y vuelta a la luna y la escalada armamentista nuclear pusieron un nuevo acento en la preservación del planeta tierra, aunque sin mucho éxito, mientras que los procesos de concentración del capital fueron creando nuevos poderes a la sombra.

Y como comentaba al inicio, creo que estamos viviendo una cuarta revolución industrial con avances informáticos que se evidencian en las cinco palancas que marcan el rumbo de la transformación digital: Cloud Computing, Big Data Analytics, Internet of Things, Mobility, Social Media… En general, todos estos avances tecnológicos están introduciendo cambios en nuestro día a día, algunos ya están integrados en nuestras vidas de una manera que no tiene vuelta atrás, otros también, aunque de manera menos visible. La llamada economía colaborativa y la cultura low-cost está suponiendo un auténtico cambio de paradigma a todos los niveles económicos.

Desde inteligencia artificial a las redes sociales


En este momento de cambio acelerado, hay que aprender a adaptarse o pasar a ser irrelevante. Tomemos como ejemplo el teléfono móvil. El smart-phone con sus aplicaciones se ha convertido casi en un apéndice de nuestro cuerpo. Mediante el móvil hacemos fotos, vídeos, oímos música, vemos la tele, interactuamos mediante la voz, nos pregunta hasta por nuestro estado anímico, nos indica cómo llegar a una dirección, consultamos noticias, consultamos la previsión meteorológica, nos aconseja qué comprar, compramos, consultamos el estado de nuestras cuentas, pagamos, controlamos elementos del hogar, se conecta con nuestro coche, nos indica la distancia que caminamos, nos comunicamos en las redes sociales, …¡¡e incluso lo usamos para hablar con otras personas!! …aunque cada vez menos.

Y si en nuestra vida cotidiana adoptamos todos los avances tecnológicos que nos facilita la vida y nos hace ser más productivos ¿Por qué no lo hacemos en nuestras empresas? En casi la mitad del tejido empresarial español, la realidad es que los procesos de transformación digital solo han empezado tímidamente. Si bien, en la mayoría de las empresas ven la necesidad de adaptarse digitalmente, todavía se encuentran en una primera fase embrionaria de digitalización, de conocer las nuevas herramientas digitales y saber cómo aplicarlas.

Los directivos de las empresas deben de entender que tienen que hacer un cambio cultural importante donde la transformación digital guíe sus estrategias. En gran medida el éxito de las empresas dependerá de ello. No es una cuestión sencilla, pero hay que ponerse a ello, nuestra competencia seguro que ya emplea chatbots para atender a sus clientes que aprenden de su propia experiencia y personalizan su oferta, y técnicas de análisis del sentimiento para adelantarse a la generación de demanda y ajustar sus procesos de producción y stocks.

Luego no digas que no lo viste venir.

Javier Boza - Professional Services Director de ekon