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De todas las horas que he realizado como coach PCC dentro de mis años profesionales en este entorno, aquéllas que me generan mayor satisfacción a nivel emocional son esos procesos y horas que he dedicado a lo que yo llamo “Mis adolescentes”. Con este término defino los chicos y chicas desde los 14 años aproximadamente hasta la finalización de su época de estudiante, y por tanto del amparo económico y paraguas que tienen en su casa con sus padres.

Si ya es fácil observar cambios y beneficios en la edad adulta, imaginad lo que puede suceder y las ventajas que le puede aportar a los jóvenes empezar a descubrir el autoconocimiento, así como la posibilidad de cambiar su conducta para generar resultados distintos. Además la satisfacción es mayor en estos casos, porque, como en esa edad son como esponjas, la evolución es muy rápida si verdaderamente están comprometidos.

¿En qué edad se puede comenzar a realizar un proceso de coaching?

Algunas personas me preguntan cuál es la edad mínima en la que se puede comenzar a realizar un proceso de coaching con los chicos. Yo siempre contesto lo mismo, y es que difiere mucho dependiendo de la madurez e interés por el proceso del interesado. Al igual que cuando realizamos sesiones con adultos y con profesionales se requiere un interés y deseo de algún cambio significativo en su vida, identificado dentro de un objetivo, con los adolescentes funciona de la misma manera. El primer paso es el deseo de modificación de algún ámbito que les genera, en la mayoría de los casos y utilizando sus propias palabras, “rabia, miedo, duda, frustración, inquietud”.

Quizás con ellos no sea tan sencillo el llegar a identificar ese objetivo inicial en términos SMART como lo es con los adultos, pero aquí toma un protagonismo especial el acompañamiento del coach desde un primer momento, generando confianza y cercanía, y utilizando palabras y herramientas que les resulten familiares, como podría ser el uso de metáforas.

Mi experiencia me dice que, si bien desde la infancia se puede empezar a utilizar herramientas de coaching en la comunicación con los propios hijos, para comenzar un proceso como tal es recomendable que el coachee haya adquirido una serie de destrezas acerca de su propia autonomía, autoconocimiento y autogestión, que con frecuencia comienzan a aparecer sobre los 13 o 14 años aproximadamente.

¿Cómo iniciar el proceso?

Al margen de la reunión previa con los padres, que suelen ser los que inicialmente contactan conmigo para comenzar el proceso y para trasmitirme con sus propias palabras y deseos el tema a trabajar desde su punto de vista, es totalmente necesario mantener una sesión previa al proceso con el propio adolescente; donde, en absoluta confidencialidad, pueda conocerle, explicarle con mis propias palabras en qué consiste un proceso de coaching, chequear el interés y compromiso que puedo esperar del joven y en la que le dé opción de trasmitirme su propia inquietud y el tema que quiera trabajar. Insisto e insistiré siempre en que, por más deseo que muestren sus padres, “NO HABRÁ PROCESO DE COACHING SI NO HAY INTERÉS POR PARTE DEL ADOLESCENTE”. No es infrecuente encontrarme con padres que quieren cambiar a toda costa el comportamiento de sus hijos, cuando ni siquiera se han molestado en hablar con ellos para tratar el tema conjuntamente, y para conocer sus propias necesidades e inquietudes. De hecho he rechazado varios procesos donde se daba esta situación, y donde el fracaso del propio proceso estaba asegurado desde el primer minuto.

¿Qué se puede esperar de este proceso?

Varios son los beneficios que aportan a los adolescentes los procesos de coaching. En esa edad donde los cambios y las tensiones se suceden, y los modos de comunicación y comportamientos chocan continuamente con la edad adulta, se hace más necesario el ser consciente de que las acciones que realizamos generan un impacto en el sistema en el que vivimos.
Su tuviésemos que enumerar dichos beneficios, yo diría que el proceso de coaching ayuda a los adolescentes, entre otras cosas en los siguientes puntos:

1. Conocer sus propias fortalezas y aprender a gestionarlas.

2. Aprender a reconocer su modo de comunicación y realizar cambios que generen nuevos beneficios.

3. Incorporar nuevas habilidades sociales en sus relaciones con otras personas de su edad.

4. Trabajar su automotivación en su propio desarrollo.

5. Aumentar su autoestima.

6. Gestionar su emocionalidad y aprender a comunicarse asertivamente en pro de la resolución de conflictos.

7. Tomar consciencia que los responsables de su vida son ellos, y el papel de los padres es el acompañamiento y apoyo en situaciones concretas.

Lo habitual es que, cuando se responsabilizan de su propio desarrollo y toman consciencia de que el cambio debe comenzar por ellos, se sienten fuertes, crecen y empiezan a actuar de forma madura y protagonista en la consecución de sus objetivos. En la mayoría de los casos trabajamos en paralelo sobre el aumento de su propia seguridad y autoestima, y no es extraño que sus padres me comenten que han notado un cambio de madurez en ellos.

En una sociedad donde la sobreprotección hacia los hijos es constante, y donde parece que las responsabilidades recaen únicamente del lado de los padres –o al menos así lo viven, consciente o inconscientemente, muchos de ellos-, el coaching es una fantástica herramienta para equilibrar la balanza y situar los compromisos en las manos apropiadas. Sin duda, ello genera distensión en las relaciones, autoestima para todas las partes y un nuevo marco sistémico para la familia.

¿Os atrevéis a daros el permiso de soltar las batutas y ponerlas en las manos adultas y responsables de vuestros hijos? ¡¡Ánimo!! Los beneficios que os esperan son muchos.

Por Lola Llames para TALENTO edición sep-oct 2016
Ilustración: Freepik

Categoria

Coaching

Fuente: Atesora Group

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