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Cada vez más personas temen que los robots –y otras máquinas dotadas de Inteligencia Artificial (IA)- roben tantos puestos de trabajo que el futuro sea un panorama de desempleo generalizado. No obstante, si echamos la vista atrás a nuestra historia, veremos que ya hemos pasado por esto antes.

Como ejemplo, veamos algunos titulares extraídos del New York Times a lo largo del tiempo. En 1928, publicó un artículo titulado March of the Machine Makes Idle Hands (El avance de las máquinas crea personas ociosas); otro, en 1956, que hablaba de los conflictos laborales en Londres bajo el nombre Workers See ‘Robot Revolution’ Depriving Them of Jobs(Los trabajadores creen que la Revolución de los Robots les privará de sus empleos). Más tarde, en 1980, el periódico titulaba A Robot Is After Your Job (Un robot quiere quitarte tu trabajo); y, en diciembre de 2017, otro titular decía Will Robots Take Our Children’s Jobs? (¿Les quitarán los robots el trabajo a nuestros hijos?) cuya primera línea por un inquietante “probablemente”.

Sin embargo, al mismo tiempo que aparecen los malos augurios, Estados Unidos roza el pleno empleo. Una vez más, aparecen las alertas sobre la pérdida de trabajos y, también una vez más, tenemos razones para dudar de ellas. El verdadero desafío que nos plantea la IA probablemente sea la escasez de mano de obra cualificada.

Está claro que la IA hace que los robots se vuelvan más inteligentes y se acaben haciendo cargo de muchas tareas repetitivas, que pueden parecer tediosas para las personas. Pero esto se produce en un contexto de innovación tecnológica y de progreso económico global, que tiene un sólido historial de generación de empleo. En 1950, en EEUU, sólo el 55% de la población en edad de trabajar estaba empleada. En 2015, ese porcentaje había aumentado al 60% -en términos netos hablamos de aproximadamente de 100 millones de empleos-. Eso, después de haberse introducido muchas tecnologías potencialmente destructoras de empleo (grúas, cajeros automáticos, hojas de cálculo en ordenadores personales…).

Del lujo a la necesidad

Hay dos razones por las que, una y otra vez, la automatización conduce a niveles más elevados de empleo. El primero tiene que ver con que las nuevas tecnologías convierten los lujos del pasado en las necesidades del presente, las cuales requieren mano de obra.

Por ejemplo, en 1950, muy pocos podían permitirse viajar en avión. Pero a medida que el precio del pasaje iba bajando, se produjo el boom del turismo de larga distancia. Hoy en día, cerca de 1.000 parques de atracciones de todo mundo son visitados por unos mil millones de personas cada año y, solo en EEUU y Europa suponen 2,4 millones de puestos, desde artistas, ingenieros que inventan nuevas atracciones, actores, o aquellos que crean campañas de comunicación. En definitiva, un montón de trabajos que no existían en 1950.

Otro ejemplo cercano son las sucursales bancarias. En los años 60, cuando querías efectivo, acudías al cajero (persona) del banco. En 1967, cuando Barclays Bank instaló en Londres el primer cajero automático, la gente pensó que supondría la erradicación de los que hacían ese trabajo en las sucursales. No hace falta decir que estaban equivocados. El tiempo dedicado a contar billetes cayó en picado y el número de puestos de cajeros (personas) disminuyó, pero la nueva tecnología ATM hizo que fuera más barato abrir sucursales. Aquellos que desempeñaban esas funciones pasaron a resolver problemas más complejos, a la vez que eran capaces de proporcionar una experiencia mucho mejor al cliente. En realidad, el número total de empleos de cajero, aumentó.

Por supuesto, un cajero de 1960 no podría hacer el trabajo actual sin pasar por un buen proceso de reconversión. Y ese es el desafío que nos traen las nuevas tecnologías: lo difícil no será encontrar trabajo sino el talento que sea capaz de hacer ese trabajo.

"En la era actual de mejora de los procesos de negocio, los sistemas de IA no nos están reemplazando; están amplificando nuestras capacidades y ayudándonos a lograr una mejora de la eficiencia que antes no hubiera sido posibles", escriben Paul R. Daugherty y H. James Wilson en su nuevo libro Human + machine: Reimagining Work in the Age of AI.

Trabajos que permanecen y tareas que desaparecen

La segunda razón para por la que no se perderán puestos de trabajo, incluso en la actual ola de cambio tecnológico, tiene que ver con la naturaleza de los empleos. Una persona con un solo trabajo realiza muchas tareas diferentes y, aunque algunas de ellas son vulnerables a la automatización, otras no. Por lo tanto, no es exacto decir que la IA reemplazará muchos empleos. Lo más adecuado sería afirmar que la IA podría encargarse de muchas de las tareas que conforman los trabajos actuales.


Si no empezamos a facilitar el reaprendizaje masivo y la educación, aumentará aún más la brecha entre los que tienen y los que no

Las tareas físicas predecibles serán las más fáciles de automatizar: las máquinas son excelentes para realizar trabajos que implican un alto volumen de acciones rutinarias. No obstante, la calidad de su trabajo seguirá siendo “pobre” en tareas abstractas, como la resolución de problemas complejos y, aún más, en las interacciones que requieran empatía o sentido común.

Las máquinas tampoco trabajarán fácilmente en nuevos entornos en los que haya pocos datos disponibles. El aprendizaje automático depende de un historial accesible y repleto de datos, a partir del cual un sistema informático puede interactuar. Por lo tanto, la gestión de personas, la resolución de problemas no estructurados y la innovación serán casi imposibles de delegar en un robot, sin importar lo bien de programado que esté.

A medida que desaparezcan antiguas tareas, surgirán otras nuevas y los trabajos del futuro se construirán entorno a ellas. Las empresas tendrán que ayudar a sus empleados a mejorar sus competencias y adquirir nuevas capacidades. En palabras de Alvin Toffler: "Los analfabetos del siglo XXI no serán los que no saben leer ni escribir, sino los que no pueden aprender, desaprender y volver a aprender".

De acuerdo con algunos estudios, el 65% de los niños que ahora van al colegio terminarán desempeñando trabajos que actualmente no existen y necesitarán un formación y reaprendizaje continuo, como también deberán hacerlo los empleados de otros edades.

Repiensa las tareas en tu empresa

Si eres un líder de empresarial, no te quedará otra que afrontar el desafío de la automatización pero de una manera que probablemente no esperabas. A medida que tus competidores adquieran nuevas capacidades para satisfacer las necesidades de los clientes, deberás igualarlas o superarlas. Por lo tanto, tendrás que pensar de una forma más creativa sobre aquello que haces, sobre las capacidades que tu gente necesita y sobre la formación que les ofreces.

Empieza por reflexionar sobre los trabajos que existen en tu compañía. Divídelos en tareas diferenciadas. Luego, identifica cuáles de estas tareas son ideales para las personas y cuáles para las máquinas. Cualquiera de los puestos de trabajo que tiene en tu compañía se puede analizar de esta manera.

Las empresas, gobiernos y sindicatos con más visión de futuro ya están apostando por programas de formación, no para dar más sino para que sea más eficaz. Estos programas cuentan con las nuevas tecnología para mejorar y acelerar el proceso de aprendizaje. La capacidad de aprender puede mejorarse con herramientas basadas en la biología neuronal, los nuevos paradigmas computacionales o el machine learning. Así, en muchos casos, las mismas tecnologías que parece van eliminar puestos de trabajo, serán las que nos ayuden adquirir las nuevas capacidades que nos mantendrán con empleo.

Recapacitar a las personas para un nuevo entorno es, hoy en día, mucho más complicado de lo que debería. Como sociedad, si no empezamos a facilitar el reaprendizaje masivo y la educación, aumentará aún más la brecha entre los que tienen y los que no, y potenciaremos la inestabilidad económica y política en todo el mundo. No puedo afirmar que la educación, por sí misma, vaya a resolver nuestros problemas económicos, pero que sea más eficiente será, sin lugar a dudas, un requisito imprescindible.

Aquellos que advierten del peligro de los robots, en realidad están señalando a la amenaza equivocada. Crear una cultura del aprendizaje continuo es la forma en la que conseguiremos pasar a una nueva economía que brinde a más personas la oportunidad de prosperar. Es importante comprender que la responsabilidad de proporcionar esa educación no puede recaer solo en los gobiernos. En un entorno en cambio constante, las empresas desempeñarán un papel clave. ¿Y está tu compañía preparada?

Extracto del artículo escrito por Peter Schwartz, vicepresidente senior de planificación estratégica de Salesforce y publicado en la revista strategy+business.

Armando Martínez-Polo

Socio de consultoría, especialista en transformación digital, mejora de procesos y estrategia IT en el sector financiero