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En la seleccion de personas llamadas a ocupar puestos de responsabilidad se valoran diversas competencias: dotes de liderazgo, la capacidad de asumir retos o la frialdad frente a situaciones de estrés. Llevadas a su extremo, estas habilidades pueden degenerar en la manipulación de personas, asunción imprudente de riesgos, insensibilidad ante el entorno y otras expresiones de la conducta reflejadas en el Psychopathy Checklist. Es un documento que planteó en 1970 el psicólogo canadiense Robert D.Hare , ampliamente utilizado para evaluar la salud mental de los internos en prisiones y centros de alta seguridad. A partir de este paralelismo, no sorprenden los resultados del polémico estudio que publicaron en 2016 el psicológo forense Nathan Brooks y la profesora de psicología en la Bond University (Australia) Katarina Fritzon, concluyendo que el entorno de los negocios podía albergar entre un 4 y un 20% de personas con rasgos psicopáticos de conducta, porcentaje bastante superior a la media de la población en general y normalmente ubicados en posiciones de autoridad. Hare, que desarrolló sus investigaciones en centros penintenciarios de Canadá, apostilló: “si no pudiésemos estudiar a los psicópatas en la cárcel, mi siguiente elección sería probablemente la bolsa de Vancouver”.

El concepto de “corporate psychopathy” proviene de la identificación de ciertas conductas descritas en el ‘Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders’ (DSM-IV) en las empresas, como la falta de empatía o conciencia de algunos sujetos, disimuladas normalmente por sus grandes dotes de convicción e influencia. Se conoce el caso de John W. Gacy,, que llegó a ser proclamado “Hombre del Año” por la cámara de Comercio de Illinois, y que simultaneaba su actividad empresarial con servicios a la comunidad infantil actuando como payaso. Entre 1972 y 1978 el payaso Pogo violó y asesinó a 33 jóvenes, muchos de ellos enterrados en el semi-sótano de su propia casa.

Sin llegar a estos extremos, es cierto que detrás de transgresiones graves de normas sociales o legales se esconden trazos psicopáticos. En el año 2011 el psicólogo británico Kevin Dutton identificó las profesiones con mayor proporción de psicópatas, ocupando una posición destacada los altos directivos, los abogados, las figuras de la comunicación (tv/radio) y los comerciales . Decía que eran colectivos propensos a la megalomanía: creyéndose el centro del universo, dejaban de asumir aquellas normas divergentes de su conveniencia particular. Esto podría ser debido a fallos en el proceso de socialización, donde aprendemos a empatizar con los semejantes y frente al mundo en general.

La socialización contribuye a generar lo que algunos llaman “conciencia”, esa voz interior que nos ayuda a vencer a la tentación o nos hace sentirnos culpables cuando sucumbimos a ella. Hay quienes atribuyen este déficit de conciencia a circunstancias del entorno social y prefieren llamarlos “sociópatas”, pero otros señalan un origen biológico, genético o psicológico, calificándolos de “psicópatas”. Sea cual sea su origen, lo que en época victoriana era una modalidad de locura moral, sigue siendo una patología grave de la conducta porque atenta contra nuestro entramado social, y es especialmente peligrosa al identificarse solamente a través de los amigos y empleados que sufren sus consecuencias. El diagnóstico tardío se produce en centros penintenciarios y con víctimas de por medio, en forma de estafados, extorsionados, arruinados, o incluso cadáveres.

Los procedimientos de diligencia debida interna, muy típicos en los modelos de compliance, no sólo pretenden satisfacerse de la idoneidad técnica quienes optan a cargos relevantes en la organización, sino también de sus competencias para desenvolverse dentro del marco ético y legal establecido. Contratar a personas que han traicionado la confianza de sus empleadores previos, incumpliendo flagrantemente principios éticos, leyes o políticas internas es un grave error. Las US Sentencing Commission Guidelines vienen subrayando lo inapropiado de incorporar en cargos de autoridad a personas de las que se conozca o podría haberse conocido su relación con actividades ilegales o inconsistentes con el programa de Compliance. Es, precisamente, el tema que abordo en el vídeo número 5 de la serie dedicada a tratar cuestiones habituales de Compliance. Son procedimientos que evitan abrir las puertas de la organización a sujetos peligrosos, incluyendo los que carecen de conciencia y, por lo tanto, de capacidad para adaptarse a reglas distintas de las que dicta su egoísmo.

Regresando al terreno de los psicópatas, se da la paradoja de que, una vez descubiertos y reprobada su conducta, se ven a si mismos como chivos expiatorios o víctimas reales de una determinada situación: soborné y extorsioné para obtener un proyecto que garantizaba el sustento de muchas familias en la empresa, y así me lo agradecen. Como advierte Hare, serán siempre incapaces de sentirse culpables por sus conductas, sencillamente porque carecen de conciencia para ello.

Alain Casanovas