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Con motivo del cambio al horario de verano que tuvo lugar ayer, analizamos la historia de la medida y sus beneficios respecto al ahorro de energía. La principal justificación del cambio de horario, que tiene lugar en primavera y en otoño, es el ahorro de energía que genera el aprovechamiento de las horas de luz natural.

El adelanto de una hora en los mees con más horas de luz se aplicó por primera vez en I Guerra Mundial, cuando Alemania redujo las horas de iluminación artificial para ahorrar carbón. En España, el Real Decreto de 3 de abril de 1918 inauguraba esta medida. En los años posteriores se adoptó la hora de verano mediante Órdenes de la Presidencia del Consejo de Ministros de vigencia anual, pero con una frecuencia irregular e intermitente, hasta que en el período comprendido entre 1950 y 1973 la práctica fue abandonada por completo. La recuperación de la costumbre del adelanto horario tuvo lugar en 1974 con carácter general en Europa, como medida para ahorrar electricidad en la iluminación, derivada de la crisis del petróleo de 1973.

La Directiva 2000/84/CE, de 19 de enero de 2001, del Parlamento Europeo y del Consejo, relativa a las disposiciones sobre la hora de verano, rige el cambio de hora con carácter indefinido y establece el inicio del período de la hora de verano en el último domingo de marzo y su fin en el último domingo de octubre, en ambos casos a la una de la madrugada, hora de tiempo universal, por entenderse que “el buen funcionamiento de algunos sectores, no sólo el de los transportes y las comunicaciones, sino también otros ramos de la industria, requiere una programación estable a largo plazo”. La Directiva está incorporada al ordenamiento jurídico español por el Real decreto 236/2002, de 1 de marzo.

El IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) afirma que el potencial de ahorro en iluminación como consecuencia de esta medida se estima en 300 millones de euros, de los que 90 millones corresponderían al potencial de los hogares españoles (lo que supone un ahorro de 6 € por hogar) y 210 millones de euros se ahorrarían en los edificios del sector servicios y en la industria. El IDAE advierte que las cifras anteriores “son potenciales, es decir, para alcanzarlas es necesario llevar a cabo un comportamiento racional en el hogar a la hora de prescindir de la iluminación artificial cuando no es necesaria, así como la utilización de tecnologías de ahorro en iluminación por aprovechamiento de la luz natural, en edificios del terciario y en industrias“.

La medida cuenta también con detractores, que dudan de que el cambio de hora se traduzca en un ahorro de energía real. Desde ARHOE (Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España) advierten que el cambio provoca el efecto que se persigue a menos que se acompañe de verdaderas medidas de racionalización horaria. Su presidente asegura que “en los estudios sobre ahorro energético, además de los gastos referentes a energía/luz, deberían tenerse en cuenta los de energía/aire acondicionado, que se disparan al haber más horas de luz por la tarde, y los de energía/consumo de televisión por emitirse los programas de ‘prime time’ hasta altas horas de la noche”.

Otras organizaciones, como WWF o Ecologistas en Acción, ponen el acento en los trastornos negativos en la salud que puede provocar el cambio, como fatiga o estrés.

Fuente: Eurocontrol

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