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En el artículo titulado Pero ¿qué es la asertividad?, publicado en el anterior número de Talento, comenzamos a tratar el tema de tan escurridiza “soft skill”, tantas veces mencionada pero generalmente mal comprendida; y, si bien soy consciente de que pinté el cuadro con trazos algo gruesos, acudiendo a una definición -y su correspondiente razonamiento- más bien sencilla, creo que el artículo debió ser interesante, porque algunas personas que lo leyeron me han comentado que les apetecía mucho profundizar en el tema.

Pues, como lo prometido es deuda, aquí va la ampliación –y matización- de lo que podemos entender como asertividad. Si no has leído el anterior artículo (puedes encontrarlo aquí , te recomiendo que lo hagas antes de continuar con éste.

Para aquéllos que sí lo leísteis en su momento, os resumo los puntos principales a modo de conexión y calentamiento:

– Cuando un ser humano se siente agredido, tiende a reaccionar defensivamente

– Aunque las respuestas defensivas primarias son tres (atacar, huir, quedarse paralizado), básicamente podemos decir que los comportamientos al sentirse amenazado oscilan, con muchos grados intermedios, entre:

-escaparse del agresor

– atacarle

– Tales respuestas, muy naturales en su origen, no son siempre positivas en un entorno social, y mucho menos en una organización; cuando huyes de una situación desagradable por no enfrentarte a ella, es normal que sufras y te sientas humillado; pero atacar a alguien con quien mañana sí o sí vas a tener que coordinar esfuerzos no parece el mejor de los escenarios para lograr compañerismo, empatía y mutua colaboración, ¿verdad?

– La asertividad puede definirse de modo rápido como el punto intermedio entre huir y ser agresivo a la hora de comunicarte; no te ofendo, pero no me dejo ofender. No voy a permitir que me avasalles o insultes, pero tampoco te atacaré.

– Ser asertivo tiene muchos beneficios directos -mejora las relaciones, crea vínculos más sanos y transparentes entre las personas-, y otros muchos colaterales -aumenta la autoestima, mejora la propia imagen y autoconfianza, facilita asumir nuevos retos-.

Y, tras este resumen del pasado artículo, es momento de profundizar.

Si bien todo lo dicho anteriormente es cierto, no lo es menos que se trata de una concepción muy simplista acerca de un tema bastante complejo. Dicho de otro modo, existen muchas razones por las que una persona podría no ser asertiva de manera habitual, mostrando un estilo de comunicación pasivo o agresivo. Sería de agradecer una definición más completa, que nos marque ciertas pautas indicadoras de que nos estamos deslizando a un lado o al otro sin darnos cuenta, con los daños que ello implicará.

El hecho de perder los nervios en un momento determinado no es un problema, siempre y cuando no sea la tónica de un sujeto. Pero cuando alguien tiene problemas de comunicación más frecuentes de lo que podría considerarse habitual, bien sea con una misma persona –todos tenemos algún familiar que nos saca de quicio- o con todo el mundo en general –también todos conocemos a alguien que está enfadado con la humanidad entera-, es porque carece de asertividad.

He leído muchas definiciones de asertividad. Basta una simple búsqueda en Google para encontrarnos algunas de ellas, que, si bien son ciertas, suelen dejarse matices en el tintero. Copio algunas de ellas textualmente:

– “La asertividad es una habilidad social que permite a la persona comunicar su punto de vista desde un equilibrio entre un estilo agresivo y un estilo pasivo de comunicación”
– “La asertividad es una estrategia de comunicación que permite defender nuestros derechos y expresar nuestra opinión de manera libre y clara desde el respeto propio y ajeno”
– “Comportamiento comunicacional en el cual la persona no agrede ni se somete a la voluntad de otras personas, sino que manifiesta sus convicciones y defiende sus derechos”

Sin embargo, la definición más completa y correcta que conozco va más allá de estas tres presentadas a modo de ejemplo. Integra elementos de todas ellas, y los completa con algunos otros que son, a mi juicio, capitales. Como es una definición larga la dividiremos en trozos que explicaremos uno por uno.

Asertividad es el derecho a…

Has leído bien. La asertividad no es una técnica, ni una habilidad. Es un derecho con el que todos hemos nacido. Si no lo ejerces, es también tu derecho, como el que no usa un hospital público cuando lo necesita; pero lo tienes. Y no es lo mismo defender un derecho que usar una herramienta. Porque si alguien te negara el derecho a cobrar a fin de mes, por ejemplo, ¿verdad que lo defenderías? ¿A que lo llevarías a la instancia que fuera necesaria porque te sentirías vulnerado? Pues esto es lo mismo.

…decir lo que quiero decir…

Parece obvio, ¿verdad? Ya… pero ¿cuántas veces, en medio de una conversación, has cambiado de tema por miedo a la reacción del otro? ¿Cuántas veces te has quedado con la sensación de no haber puesto encima de la mesa lo que querías tratar y luego te sientes fatal por ello? Si ya lo decían las abuelas: “Más vale la cara colorada cinco minutos que amarilla ciento”

…a quien se lo quiero decir…

Otra obviedad que no lo es tanto; porque seguro que alguna vez has dicho eso de: “…anda, díselo tú que a ti te hace más caso…”, ¿verdad? Bueno, buscar intermediarios puede resultar tentador para evitar confrontaciones, pero muy asertivo no es, desde luego.

…en el momento oportuno…

Y el momento oportuno no es antes de la confrontación (esas típicas broncas “preventivas” que algunas personas disfrutan montando para avasallar a los demás) ni excesivamente después de la misma, porque con la demora exagerada se diluye la relación entre la causa y el efecto.

…con la fuerza justa…

Y ésta es, precisamente, una de las consecuencias de posponer las confrontaciones: que al final, aunque el agredido esté cargado de razón, la perderá cuando explote como una bomba atómica al colmársele el vaso. Como bien dice la Biblia, “…temed la ira de los mansos”.

…respetando los derechos ajenos…

Porque el otro tiene derechos, ¡vaya si los tiene! Y a veces, más que tú. Por ejemplo, un policía de tráfico tiene derecho a que se le presuponga la razón cuando dice que te has saltado un STOP, aunque tú digas que no. Y un juez tiene derecho a enviarte a la cárcel, y tú no puedes mandarle a él. ¿Quién dijo que la vida es justa?

…pero respetando en igual medida los propios…

Y es que tú también tienes derechos, ¿verdad? Por ejemplo, probablemente tengas derecho a descansar los fines de semana, o a unos días de vacaciones al año. Y ahora piensa: ¿a qué más tienes derecho? ¿A que se te trate con respeto? ¿A no ser insultado? ¿A ser escuchado? ¿A confundirte y que no se te culpabilice por ello? ¿A jornadas laborales lógicas, que no parezcan dignas de un campo de esclavos de algodón de la VIrginia del siglo XVIII? Pues si tú no haces valer estos derechos, TUS DERECHOS, ¿quién lo va a hacer?

…haciéndome responsable de las consecuencias…

Porque ser asertivo tiene consecuencias, y a veces son duras; pero la asertividad es propia de la madurez, y como persona madura que eres, debes asumirlas. Negarte asertivamente a plegarte a los deseos de otro, o decir NO a alguien cuando te sientes agredido, puede tener consecuencias en tu relación con esa persona, o con la organización. Pero si sientes que estás en tu derecho y lo ejerces asertivamente, es lógico y maduro que aceptes las consecuencias que ello conlleva. Por cierto, con frecuencia dichas consecuencias, lejos de lo que pudiera parecer, son muy positivas.

…y sin sentimiento de culpa.

Sentimiento que es muy humano, especialmente cuando eres una persona algo pasiva en tu comunicación habitual; el día que decides ejercer tu asertividad y poner a alguien en su sitio, es frecuente que te sientas un poco mal, quizás pensando que has sido demasiado duro, o que vas a ser menos querido o respetado por esa persona a partir de ahora. Bueno, lo normal es que la cosa sea más bien al revés, porque cuando eres asertivo mandas señales de madurez a las otras personas, señales que suelen ser muy bienvenidas y sugieren criterio y responsabilidad por parte del emisor; pero en cualquier caso, si así fuere, piensa que tú has ejercido tu derecho asertivamente y no puedes hacerte responsable de los sentimientos u opiniones de la otra persona. Ya se le pasará, y, si no se le pasa, es su problema, no el tuyo. A fin de cuentas, a ningún bebé le gusta que le quiten el chupete, ¿verdad?

Confío en que esta compleja definición te haya aclarado lo que se entiende por asertividad, y lo difícil que es aplicarla. Por fortuna, aunque no hayas nacido equipado con tan útil punto de equilibrio, existen métodos para adquirirlo, entrenarlo y dominarlo. Por el momento, basta con que reflexiones acerca de cuántas veces, por exceso de agresividad y aunque tus intenciones fueran buenas, has pisoteado los derechos de otras personas; y cuántos derechos propios no has sabido defender con la fuerza adecuada y en el momento oportuno, permitiendo con ello que otros los hayan pisoteado. Y con esa reflexión habrás dado el primer paso para convertirte en alguien más asertivo.


Iván Yglesias-Palomar. Director de Desarrollo de Negocio de Atesora Group.

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