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Agile se concibió como una filosofía de trabajo asociada con el desarrollo de software, si bien, su ámbito y casos de éxito se extienden a múltiples sectores fuera del ámbito tecnológico.

Pero… ¿qué es realmente agile? Aunque el término abarca un sinfín de metodologías, en esencia se trata de un modo de organizar equipos para que trabajen de manera colaborativa, entregando valor periódicamente en pequeños incrementos (iteraciones) durante el ciclo de vida del proyecto.

Ventajas de ‘agile’ vs gestión tradicional de proyectos

  • El tamaño importa: Múltiples estudios avalan que, cuanto más pequeño sea el alcance sobre el que trabajar en cada iteración, mayor probabilidad de éxito hay.
  • Reducción del time-to-market: Cada vez son más los clientes que desean resultados rápidos. Por ello, la entrega periódica de pequeños incrementos favorece la entrega temprana de valor.
  • Transparencia: Uno de los principales mantras de agile es la transparencia de información; por ello, se suele controlar el progreso de manera visual (p.ej.: tablas con ‘post-its’).
  • Todos reman en la misma dirección: El equipo mantiene reuniones diarias para garantizar el alineamiento de todos, sumando desde negocio hasta los desarrolladores.
  • Mejora continua: El equipo mantiene reuniones de retrospectiva al final de cada iteración con el objetivo de detectar los puntos de mejora y trabajar hacia la excelencia.
  • Planificación inteligente: Se planifica solamente la próxima iteración (un mes vista como máximo), evitando así planificar con un horizonte temporal lejano, que suele generar incertezas e inconsistencias. De hecho, se debe planificar habiendo realizado el análisis de los requerimientos previamente. Este enfoque choca completamente con la metodología tradicional de gestión de proyectos, donde el plan del proyecto se elabora antes de haber realizado un análisis detallado y técnico de cada requerimiento, siendo un punto típico de fracaso de los proyectos.
  • Sufrimiento exprés de la curva de Tuckman: Las fases de tormenta y alineamiento del equipo de proyecto se padecen con antelación, ya que en cada iteración se acometen todas las fases de un proyecto tradicional.

‘Agile’ somos todos

Como se ha mencionado, las metodologías ágiles no se circunscriben únicamente al desarrollo software. Diferentes áreas no especializadas en la tecnología se pueden ver impactadas y/o beneficiadas.

Departamentos de People de múltiples empresas ya organizan sus procesos activos de selección empleando tableros Kanban (por ejemplo, segregando los candidatos de cada posición por fase del proceso). Asimismo, siguiendo la ola de la agilidad, People seguramente deba afrontar retos como pueden ser generar nuevas categorías, permitir ‘feedback’ periódico continuo (no solo anual) y crear modos de carrera que den lugar a estructuras más colaborativas y horizontales.

Por otro lado, en áreas como Tax, enfrentar el dinámico ambiente regulatorio digital siguiendo metodologías tradicionales de gestión de proyectos se antoja inviable, puesto que seguir un plan de trabajo inflexible con un alcance cerrado es poco efectivo. Por ello, cada vez más departamentos fiscales trabajan en cuestiones como la reingeniería y automatización de procesos (nóminas, IVA, impuestos diferidos, etc.) siguiendo principios ágiles como retroalimentaciones constantes o esfuerzos cortos, enfocados en la entrega rápida de resultados.

Incluso en Auditoría ya se aplican múltiples valores ágiles, favoreciendo cada vez más los planes a corto plazo y la comunicación temprana y frecuente con el cliente. Los principios ágiles son muy útiles sobre todo para la auditoría continua, facilitando la respuesta a cambios emergentes y permitiendo la entrega frecuente de valor.

Por supuesto, el área Legal de las organizaciones también puede sacar partido y ser ágil a través de entregas incrementales de valor. Por ejemplo, en fusiones y adquisiciones o litigios a gran escala, la adopción de este marco de gestión de proyectos puede ser una manera de mejorar la flexibilidad y la capacidad de respuesta del cliente, así como servir para reducir retrabajos. Además, las asesorías jurídicas pueden tomar un papel fundamental a la hora de asesorar a los clientes para una eficiente gestión de contratos de proyectos con metodologías ágiles.

Conclusión

En resumen, las metodologías ágiles de gestión de proyectos aúnan bajo su paraguas múltiples características para la consecución de mejores resultados, tales como:

  • Equipos multidisciplinares y de alto rendimiento con el cliente integrado en el equipo
  • Segregación del trabajo en pequeñas partes, de modo que sean manejables para analizarlas en detalle antes de elaborar un plan
  • Priorización de los objetivos a conseguir según el valor que aportan al receptor final el producto/servicio
  • Flexibilidad en la incorporación de cambios
  • ‘Feedback’ rápido sobre el producto final que se está desarrollando
  • Reflexión regular sobre cómo mejorarlos procesos de trabajo

Apoyándonos en todos estos factores, se puede afirmar con rotundidad que la agilidad no es una moda, sino un concepto probado que está aquí para quedarse. Por tanto, no te quedes atrás. ¡Todos para uno (generar valor) y Agile para todos!