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Ignacio Pérez. Coach Ontológico certificado por Newfield. Socio-Director de Dir2

¡Cuánta razón tiene mi jefe-coach! Mi felicidad laboral depende de mí mismo.

Me lo ha dejado claro en una de esas sesiones que tenemos del aquí y el ahora.

Mi salario (en torno a 600 euros al mes) no debe ser un impedimento para mi felicidad. No se trata de lo que gano sino de cómo percibo lo que gano. Admiro la capacidad de mi jefe coach de ponerse en mi lugar y empatizar con mi situación aunque él gane 100.000 euros brutos al año.

Que el empleo sea precario (contrato a 2 meses) no es problema para hacer planes futuros. Hay que ser optimista, tener confianza en el futuro y dejar que la situación “fluya”. El mundo está lleno de oportunidades, pero tienes que estar atento y ser optimista. Me ha convencido de que dentro de dos meses encontraré una gran oportunidad. ¡No hay que rendirse!

Aunque, en teoría mi jornada es continuada, en realidad no tenemos más remedio que hacer un horario partido y terminar muy tarde porque hay mucho trabajo y si no, no sale. Si lo miras negativamente te deprime pero se trata de mirarlo con otros ojos: si hay mucho trabajo es una bendición porque la empresa va bien, tiene pedidos y se incrementa la posibilidad de que nos renueven contrato. De eso se trata en el fondo, de mirar las cosas desde otra perspectiva.

Lo mismo pasa con respecto al clima laboral. Hay en la empresa un resentimiento enquistado que, en el fondo, es lo que nos hace infelices. Mi jefe me lo ha dejado claro. Nos ponemos a hablar los unos con los otros a quejarnos, del horario, de las voces del jefe, de sus incongruencias y acabas de mala leche. Hay que comentar las cosas positivas del trabajo, no todo son gritos y malas caras, por ejemplo, cuando el jefe-coach se va a jugar al golf y no está en la oficina, nos relajamos un poco. ¡Qué poco valoramos esos momentos!

Por último, mi jefe-coach me ha pedido mayor compromiso. Por ejemplo, los sábados por la mañana, si adelantamos trabajo, el resto de la semana siguiente iríamos más cómodos e incluso se podrían coger más pedidos. Y… no lo ha dejado del todo claro pero ha dejado entrever que alguna compensación podría haber… yo, con mi nueva mente positiva, asumo que algo caerá.

En definitiva, que mi jefe tiene razón. La felicidad laboral depende de uno mismo, no de las circunstancias.

Lo que no entiendo es por qué cuando he llegado a casa y se lo he contado, mi mujer me ha llamado idiota.