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En los próximas décadas, la Humanidad va a verse inmersa en una época de cambios sin precedentes. Nuestra creatividad e ingenio ha dado lugar a una era de información en la que el ascenso de tecnologías emergentes como la Inteligencia Artificial (IA), está llamada a reconfigurar y disrumpir los distintos sectores, la práctica científica, las actividades humanas e incluso, los poderes económicos.

Al mismo tiempo, venimos de una época en la que, el crecimiento económico exponencial y la mejora del bienestar de las personas, posibles gracias a los extraordinarios avances de las generaciones anteriores, también nos han dejado un planeta que atraviesa una fuerte presión medioambiental, tal y como alertan los científicos.

¿Qué sabemos de estas dos grandes megatendencias?

No son pocos los estudios que, en los últimos años, han tratado de arrojar más luz sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en la sociedad, en la economía, y sobre todo, en los trabajos. Sin ir más lejos, un informe de PwC titulado Sizing the Prize prevé que la contribución potencial de la IA a la economía mundial podría alcanzar los 15,3 billones de dólares para 2030, impactando en millones de empleos y convirtiéndose en la mayor oportunidad comercial de nuestra volátil economía.

Las investigaciones sobre el cambio climático y su impacto económico y medioambiental son todavía más abundantes, y han servido para cimentar el compromiso político de 197 países, que se han puesto como objetivo limitar el crecimiento del calentamiento global por debajo de los dos grados. También hay un gran body of research cuyo objetivo es ponerle cifras al coste de no hacer nada: desde el temprano Stern Review, hasta el último National Climate Assesment en Estados Unidos, que estima que en 2090, la inacción costará 500 mil millones de dólares al año a la economía americana.

El informe sostiene que la adopción de la IA en los sectores de transporte, energía, agua y agricultura generará beneficios económicos y medioambientales muy significativos

A pesar de todas estas evidencias, los esfuerzos por ‘cruzar’ estos dos futuros paralelos -digitalización y descarbonización- y averiguar qué puede aportar la IA para modelar una economía y un medio ambiente sostenible, han sido pocos. Para empezar a dar pasos en esta dirección, PwC y Microsoft han elaborado el informe How Can AI Build a Sustainable Future, que analiza cuatro subsectores críticos para la economía y el medio ambiente, como son el sector de la energía, el del transporte, el de la agricultura y el del agua. A pesar de que los propios autores del documento subrayan lo limitado del alcance del estudio, se atreven a ‘romper una lanza’ por las aplicaciones de esta tecnología y sostienen que la adopción de la IA en estos sectores generará beneficios económicos y medioambientales muy significativos. Aquí van algunas de las principales conclusiones:

  • Para 2030, la aplicación de la IA en los cuatro subsectores analizados podría contribuir a elevar el PIB mundial entre un 3,1% y un 4,4%, reduciendo al mismo tiempo los gases de efecto invernadero entre un 1,5 y un 4% -en un entorno Business As Usual-. Además, los aumentos en la productividad derivados del uso de la IA en estos subsectores generaría ingresos por valor de entre 3,6 y 5,2 billones de dólares, gracias a la optimización de los recursos, a una mayor productividad y a la automatización de tareas rutinarias y manuales.

    En paralelo, esas aplicaciones podrían acelerar la transición hacia un mundo bajo en carbono, con reducciones de 0,9 a 2,4 gigatoneladas de CO2, -equivalentes a las emisiones anuales de Australia, Canadá y Japón previstas para 2030- y a una reducción total de la intensidad de carbono de entre un 4,4% y un 8%. Además, estas nuevas aplicaciones de la IA crearían entre 18 y 38 millones de empleos a nivel mundial -lo que equivale al número de personas empleadas actualmente en Reino Unido.

  • Europa, Asia del Este y Norte América serían las principales receptoras de estos beneficios económicos, y se espera que cada una de ellas obtenga ganancias en el PIB de más de un billón. En el otro extremo, Latinoamérica, y África Subsahariana son, a día de hoy, las regiones menos favorecidas. Esta distribución se debe, en gran parte, al nivel de digitalización y adopción tecnológica que tiene cada una de estas regiones actualmente. Esta desigualdad pone de manifiesto la necesidad de extender estos efectos beneficiosos de la IA en el medio ambiente, sobre todo, porque son precisamente esas zonas las más afectadas por el impacto del cambio climático.
  • Energía y transporte serían los dos sectores más beneficiados por la aplicación de la IA, con reducciones en los GEI -gases de efecto invernadero- de hasta un 2,2% en el caso de la energía, y un 1,7% en el del transporte. El sector del agua y la agricultura también juegan un rol clave: el análisis sugiere que los usos de la IA en las técnicas agrarias podrían ayudar a reducir las emisiones de CO2 en 160Mt para 2030. Además, estos sectores tienen un papel fundamental a la hora de preservar la salud de los sistemas naturales de la Tierra, incluyendo la conservación de la biodiversidad, la salud de los océanos o la calidad del agua.
  • Todas estas proyecciones no se sostienen únicamente en la IA, sino también en la adopción de infraestructuras tecnológicas complementarias. Por ejemplo, en el sector de la energía, las redes distribuidas basadas en Inteligencia Artificial alcanzarán su máximo potencial con la adopción de otros avances tecnológicos relacionados como la generación y el almacenamiento distribuido, o el Internet de las Cosas Industrial (IIoT), entre otras.
  • El documento también explora la forma en que estos usos de la IA pueden ofrecer beneficios ambientales más allá de las emisiones de GEI, incluyendo sus efectos en la calidad del agua, la contaminación del aire, la deforestación y la degradación del suelo, y la biodiversidad. Por ejemplo, con la IA se podrán monitorizar bosques a tiempo real a través de satélites y sensores, lo que servirá para desarrollar un sistema de detección de delitos de deforestación con la capacidad de salvar 32 millones de hectáreas de bosque a nivel mundial para el año 2030.

    Otro ejemplo lo encontramos en la contaminación del aire, que es uno de los mayores riesgos ambientales para la salud del ser humano. La IA podrá proporcionar información más precisa sobre la mala calidad de este, y según el informe, acabar ahorrando 150 millones de dólares en todo el mundo en costes sanitarios para 2030.

Como vemos, la aplicación de la IA puede generar un gran impacto positivo para el medio ambiente. Pero el documento subraya que, para que los resultados que acabamos de ver se hagan realidad, tiene que darse una apuesta por parte tanto del sector público, como del sector privado, y en particular, de las compañías tecnológicas y de aquellas compañías que se hallan en plena transformación digital, para promover prácticas tecnológicas responsables en el campo de la tecnología.

Pablo Bascones - Socio responsable de Sostenibilidad y Cambio Climático