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Cuando, como me sucede a mí, ocupas el cargo de “responsable de innovación”, hay dos cosas que los directores generales y otros directivos preguntan mucho: “¿qué es exactamente la innovación?” y “¿cómo me puedes ayudar a mí o a mi empresa a ser buenos en ese ámbito?”.

Pues bien, podríamos dedicar mucho tiempo a debatir qué es en realidad la innovación. Se podría decir que ha sido uno de los primeros grandes debates de la humanidad; ¿fue la verdadera innovación la rueda o el eje?

Tanto si uno piensa en la innovación como arte o como ciencia, por lo que respecta a este artículo, aceptemos la siguiente definición de innovación: la capacidad de una empresa para resolver problemas de forma continua y aportar un valor que pueda transformar en ingresos económicos.

Organizarse para estar listo para la innovación

Sin duda, en una década en la que las grandes transformaciones y los efectos disruptivos resultantes se consideran parte del día a día de cualquier negocio, el mantra ya no es innovar o morir, sino más bien “¡no hagas nada y morirás!”.

Lo bueno de la preparación para la innovación consiste principalmente en aplicar el sentido común. Por ejemplo, cuando creó su empresa, ¿intentó:

  • tener un objetivo y una estrategia claros que motivasen a las personas a trabajar con usted?
  • ajustar todas sus actividades empresariales a las necesidades de sus clientes?
  • contratar y recompensar a personas extraordinarias que estuvieran interesadas en sus clientes?
  • entender las tecnologías relacionadas con nuevos productos y servicios que sean relevantes para su sector?
  • asegurarse de que los nuevos productos o servicios encajan con su estrategia?

Me cuesta creer que un emprendedor o alto directivo niegue que estos eran sus objetivos cuando empezó. Y es estupendo que sea así, porque son los ingredientes necesarios para crear una empresa lista para innovar.

El problema es que suelen interponerse entre medio toda una serie de complicaciones; es lo que se conoce como complejidad organizativa. A medida que su empresa crece, resulta más complicado ceñirse a lo esencial. Diversas molestias (como el cumplimiento normativo, la gestión del personal que no rinde como se espera, las fluctuaciones de su tesorería y los efectos disruptivos de la competencia) pueden a menudo desviarle de su objetivo principal.

Conozco a muchas personas que, a pesar de ser operadores estratégicos muy inteligentes, ya no hablan con sus clientes ni entienden de primera mano sus necesidades. Desarrolladores de productos con gran talento que generan ideas sin salir del edificio. Controllers financieros que no tienen ni idea de cuánto gasta su organización en la generación de ideas o en el lanzamiento fallido de productos.

La complejidad (y probablemente la enorme carga de trabajo habitual) es lo que acaba con la innovación. Por otro lado, tener presentes los principios fundamentales de la empresa y no olvidar las necesidades de los clientes siguen siendo los pilares fundamentales para lograr una innovación potente.

No obstante, hace falta algo más que esto para ser realmente buenos en innovación.

Estos son los 5 consejos principales que doy a las empresas complejas y atareadas para que no se distraigan y otorguen a la innovación y las necesidades de los clientes la importancia que se merecen:

1. Cuente con su propia metodología o modelo de innovación

Existen numerosos métodos. Tanto si elige el enfoque «Design Thinking», «Agile» o «Co-Creation», lo más importante es ponerlo a prueba y hacerlo suyo; cambiar el lenguaje y adaptar el proceso para que se adapte a su propia cultura. No existe una forma correcta de innovar; lo importante es que sea adecuada para su empresa.

2. Defina sus comportamientos culturales

La innovación es imposible sin motivar a las personas. Y las personas responden mejor a las señales conductuales que se les anima a imitar, como los valores y comportamientos de la organización. Peter Drucker, el pensador y escritor que en parte sentó las bases de la empresa moderna, es famoso por su frase «la cultura se come a la estrategia para desayunar». Pero uno de los pilares de cualquier gran cultura es el conjunto de comportamientos que sirven de referencia a las personas. Para que la innovación progrese, entre esos comportamientos suelen estar la colaboración, el fracasar rápido, la empatía y el construir para aprender.

3. Cuente con un marco de toma de decisiones

En el caso de las empresas que crecen rápido, el problema no es tener buenas ideas. La diferencia entre las que tienen suerte y las que se hacen famosas está en la capacidad de reconocer la idea adecuada y saber cuándo invertir en ella. Uno de los mejores marcos de innovación para la toma de decisiones es el denominado marco “Desirability, Viability, Feasibility”, que surgió en la empresa de diseño y consultoría IDEO a comienzos de la década pasada.

En Grant Thornton hemos creado un «test» a partir de estos elementos para ayudar a las empresas a evaluar el mérito de las ideas que generan como un equipo estratégico, antes de invertir más allá del producto viable mínimo (MVP). Tanto si usted utiliza este enfoque como si no, debe contar con un método para distinguir una buena idea de una que no lo es tanto. En caso de duda, prepare un prototipo y espere a tener resultados.

4. Conozca su apetito de riesgo

Existen muchos tipos de innovación. Hay quien piensa que todo gira en torno a los efectos disruptivos que consigue. Nosotros creemos que debería destinarse hasta el 70% de sus esfuerzos de innovación en su actividad principal (mejora continua y explotación de lo que ya vende a sus clientes actuales).

No tome decisiones precipitadas; siéntese con su equipo y decida qué parte de su esfuerzo de innovación quiere dedicar a la innovación de alto riesgo, en lugar de a su actividad principal. A partir de ahí, planifique; la definición de sus actividades de innovación debería formar parte de su revisión estratégica anual. Un marco útil para realizar esta planificación es el modelo «Innovation Ambition» de Harvard Business Review.

Vale la pena resaltar que los constantes retos que enfrentamos nos obligan a innovar con una rapidez asombrosa. Por ello, es necesario que los profesionales comiencen a pensar fuera de los parámetros establecidos (thinking out of the box), con el fin de desarrollar nuevas estrategias que ofrezcan soluciones innovadoras a los problemas que surgen diariamente.

5. Contrate a las personas adecuadas y ofrézcales incentivos apropiados

La diversidad es necesaria para gestionar una empresa innovadora. Eso sí, nunca subestime lo difícil que es lograr un equilibrio entre los incentivos ofrecidos a los creativos y aquellos ofrecidos al personal estratégico o técnico. No basta con tener pufs y mesas de ping-pong. Si quiere que la innovación fructifique, debe tener una visión de líder que respalde una cultura en la que las mentalidades más dinámicas y más fijas pueden coexistir. También debe poder detectar estas formas de pensar distintas y saber cómo premiarlas.

No caiga en prejuicios inconscientes y diseñe su cultura con determinación; no tema recompensar a distintas personas de formas diferentes. La innovación gira en torno al elemento humano. Empieza con usted como líder, motivando y premiando a las personas que asumen (o gestionan) los riesgos que permiten la innovación.

No deje la innovación en manos del azar

Para lidiar con los elementos disruptivos y seguir siendo sostenible, no puede depender de la suerte. Las escuelas de negocios de todo el mundo están convirtiendo la innovación y el design thinking en elementos fundamentales de los estudios de negocios y administración de empresas. Las próximas generaciones de líderes empresariales perciben que los conocimientos sobre innovación deben ser al menos tan críticos para el éxito como los conocimientos financieros.

Por tanto, céntrese en lo esencial. Dote a su empresa de las herramientas y procesos necesarios para hacer realidad un futuro que encaje con la visión y la pasión que tenía cuando la fundó.

Luis Pastor