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Los países de todo el mundo están gastando cada vez más dinero en salud. En la OCDE, la organización que reúne a las economías más desarrolladas, la inversión en asistencia sanitaria casi se dobló en términos reales entre 1990 y 2010. La medicina moderna, con sus tratamientos avanzados y el empleo de la tecnología, también promete progresos espectaculares en la lucha contra las enfermedades.

Y sin embargo nuestra salud no parece haber mejorado gran cosa. Las tasas de patologías crónicas, como el cáncer, la diabetes, el alzhéimer o las de carácter cardiovascular, continúan siendo elevadas. También el sobrepeso tiende a crecer en casi todas partes.

¿Por qué no estamos más sanos? El último informe del Instituto de Investigación de la Salud de PwC, publicado con el título ‘Action required. The urgency of addressing social and determinants of health‘, concluye que existen condicionantes sociales que impiden o frenan la mejora de los indicadores de salud. Entre esos condicionantes negativos, cuyo impacto en la sanidad es con frecuencia ignorado, están la precariedad en el empleo, las malas condiciones de la vivienda, la desigualdad de renta, los problemas de transporte, la mala alimentación o la contaminación.

Actuar sobre estos factores no es, obviamente, nada fácil, entre otras cosas porque muchas veces los resultados son difíciles de cuantificar o no se perciben a corto plazo. Pero cualquier avance en ese terreno, por pequeño que sea (ver más abajo los casos de estudio), permite una mejora de la salud de los ciudadanos y al mismo tiempo un ahorro importante en el gasto sanitario.

Lo que deja claro el estudio es que para intervenir en los condicionantes sociales es necesaria la colaboración entre todos los agentes implicados: administraciones públicas, aseguradoras, organizaciones locales, grupos de investigación, empresas farmacéuticas… Ese esfuerzo de cooperación debe orientarse a la creación de un marco de trabajo a la vez robusto y flexible, en el que se pueda utilizar el análisis de datos para identificar los grupos de población donde es más eficaz la intervención, y en el que existan mecanismos de contacto con la realidad que aseguren una respuesta positiva por parte de la comunidad.

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Para ilustrar estas tesis, el informe detalla varios casos de estudio que han tenido éxito en distintos países del mundo:

  • En un distrito de Wakefield (Inglaterra), conocido por la incidencia del sobrepeso entre sus habitantes, así como por sus altas tasas de fumadores y de ingresos hospitalarios provocados por el alcohol, se implantó un programa de asistencia en un conjunto de viviendas sociales con el fin de mejorar sus condiciones de habitabilidad, como la calefacción, y de estilo de vida. El programa facilitó la reducción de las peticiones de ambulancia y de traslados de personas mayores a residencias.
  • En Singapur se desarrolló un proyecto para reducir la tasa de fumadores entre los jóvenes basado en la implicación de asociaciones directamente relacionadas con ellos. El programa incluía actividades semanales de carácter práctico, como por ejemplo comprobar el efecto del tabaco en la resistencia de los jugadores en los partidos de fútbol sala. Seis meses después, el porcentaje de fumadores bajó del 40% al 10%.
  • En Sidney se comprobó que los barrios con menos renta comían de forma menos saludable y dependían más del coche para moverse (con lo cual hacían menos ejercicio), lo cual se traducía en una incidencia de la diabetes mucho más elevada que en el resto de Australia. Para frenar esta tendencia, una alianza de asociaciones locales de salud intervino en dos planos: mejorar la alimentación y aumentar la actividad física, y prevenir la aparición de diabetes con análisis tempranos y campañas públicas de concienciación. El resultado fue una reducción de dos kilos en el peso promedio de los adultos y una caída de la prevalencia de la diabetes.
  • En Texas una asociación de enfermería desarrolló un programa para servir comidas a domicilio a personas mayores en el norte del estado. El objetivo era no solo mejorar su alimentación y sus hábitos nutritivos sino también facilitar su interacción social. Un análisis predictivo del programa reveló un efecto positivo en la incidencia de enfermedades como la diabetes, las patologías coronarias o la hipertensión, lo cual se traduce en un importante ahorro de costes para el sistema de salud.

Son enfoques nuevos, ideas alternativas que atacan la raíz de los problemas y mitigan el impacto negativo de los condicionantes sociales en la salud de la gente, ahorrando al mismo tiempo recursos a los sistemas sanitarios. La tecnología y la inversión son importantes para mejorar la salud de los ciudadanos. Pero no, no lo son todo.

Leticia Rodríguez - Socia responsable del sector Sanidad y líder de Consulting en el sector Farma