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La gestión sanitaria de la pandemia nos ha puesto negro sobre blanco cuáles son las debilidades de nuestro sistema de salud. Contamos con un modelo sanitario basado en silos (atomizado y con escasa conexión entre el sector público y el privado), con problemas de financiación y que no funciona bien en condiciones de estrés como las que hemos vivido en los últimos meses.

La lucha contra el Covid-19 también nos ha enseñado que la innovación y la tecnología son herramientas fundamentales para mitigar el impacto de la enfermedad. La analítica avanzada de los datos ha demostrado (está demostrando) ser la diferencia entre la vida y la muerte en lo que se refiere a la planificación de los recursos, la segmentación de los pacientes y la toma de decisiones estratégicas.

En este contexto, la telemedicina ha sido el único medio de atención de muchos pacientes. Durante los meses de confinamiento, en Cataluña la estructura de consulta tradicional cambió abruptamente y en tan sólo un mes se invirtió el peso de las visitas presenciales frente a las telemáticas (30%-70% frente al 70%-30% anterior). Las consultas diarias de telemedicina crecieron de 3.000 a 20.000. En el ámbito privado, actores de referencia como Elma, aseguradora digital de salud, o Blua, la plataforma perteneciente a Sanitas, multiplicaron su actividad de forma espectacular.

Nueva economía de la salud

La experiencia de la pandemia confirma que el sistema sanitario tiene que cambiar y progresar hacia lo que podríamos llamar la nueva economía de la salud. Su eje debe ser la prevención de las enfermedades, antes que su tratamiento, gracias a la utilización inteligente y sistemática de la tecnología y a la integración de todos los planos de atención al paciente. El reto es evolucionar de un modelo basado en silos a un nuevo ecosistema modular.

Un informe elaborado por de Strategy&, la consultora de estrategia de PwC, destaca los profundos cambios que se están produciendo en el sector y los proyecta hacia 2030. A diez años vista, los presupuestos de salud a nivel mundial crecerán entre un 10% y un 42%, según las distintas estimaciones, y verán alterada su composición. Los países gastarán mucho más proporcionalmente en diagnósticos, cuidados preventivos y soluciones digitales (apps móviles, sistemas de monitorización e inteligencia artificial, herramientas analíticas). Mientras, el peso de los tratamientos, excluyendo la medicación, caerá sensiblemente.

Lo que también debe cambiar de forma importante es la organización del sistema sanitario y su cadena de valor. Los profesionales sanitarios tendrán que redefinir sus roles y los reguladores deberán crear entornos de confianza para el empleo de soluciones sanitarias digitales y para el uso compartido de datos sensibles.

Las compañías tecnológicas van a empujar en gran medida el cambio hacia la nueva economía de la salud. De hecho, muchas han entrado ya en los mercados de prevención y diagnóstico, generando un número relevante de patentes en estos últimos años. Asimismo, están entrando también en el segmento tradicional del tratamiento a través de adquisiciones y alianzas con otras compañías.

Los sistemas sanitarios, que tradicionalmente han tenido un abordaje muy local de sus retos, se van a enfrentar por tanto a fuerzas universales de carácter global, en un escenario en el que la digitalización y el incremento de las expectativas de consumidores cada vez más conectados tendrán un papel muy relevante. Todo ello en un entorno de limitación de recursos por la necesidad de incorporar innovación y generar nuevas infraestructuras sanitarias. Para afrontar el nuevo escenario es imprescindible que los agentes del sector aprendan unos de otros de forma ágil, que analicen lo que está pasando en otras industrias y comunidades de conocimiento a nivel mundial y que creen soluciones compartidas.

Cambio urgente y necesario

En este contexto de cambio urgente y necesario, los fondos de recuperación europeos suponen una oportunidad de oro para acelerar la transformación del sistema sanitario español. Entre las políticas tractoras identificadas por el Gobierno en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía, figura en un lugar destacado el pacto por la ciencia y la innovación y el refuerzo de las capacidades del Sistema Nacional de Salud. Una rúbrica a la que en los próximos tres años se destinará el 16,5% del total de los fondos del programa, lo que equivale a casi 12.000 millones de euros.

Los diferentes agentes del sector están trabajando en el planteamiento de proyectos que encajen en los principios rectores del plan. Por ejemplo, en el seno de la CEOE se están promoviendo distintas iniciativas estratégicas, como “El ciudadano español, gestor de su salud y donante del conocimiento” o el programa “Salud Integral”. Ambas pretenden aglutinar voluntades de diferentes agentes del sistema sanitario en torno a la importancia de los datos y la coordinación de niveles diferentes de atención de la vida de la persona.

Son proyectos que en nuestra opinión van en la dirección correcta, ya que permiten avanzar en la necesidad de transformación hacia la nueva economía de la salud. Con todo, los programas que se presenten deberían cumplir cuatro características:

  • Poner el foco en la prevención y el diagnóstico.
  • Progresar en el uso de los datos y la inteligencia artificial.
  • Potenciar la conectividad e integración de todos los agentes del sistema.
  • Plantearse en un marco de colaboración público-privada.

En cualquier caso, invitamos a todos los agentes del sector sanitario a reflexionar sobre la oportunidad que nos ofrece Europa para crear un sistema sanitario integrado, modular y que dé respuesta de manera eficaz a las necesidades de salud de los ciudadanos en una sociedad crecientemente digitalizada. Se trata, en definitiva, de invertir bien para cuidar mejor de la gente y en última instancia salvar vidas.

Leticia Rodríguez

Socia responsable del sector Sanidad y líder de Consulting en el sector Farma