Consultoría & Consultores

Me tengo que conectar un rato después de acostar a los niños que no me ha dado tiempo a terminar el informe, “con tantos Skype y Zoom hoy no he tenido un minuto para revisar mi correo”, “Hoy voy a comer delante del ordenador aprovechando que tengo más tiempo ya que mis hijos duermen la siesta”. Sé sincero: ¿cuántas veces has oído o has pronunciado alguna de estas frases en las últimas semanas?

Y es que, aunque son muchos los beneficios asociados al trabajo en remoto (aunque en muchos casos ha sido improvisado por las compañías, con el consiguiente perjuicio de aquellos trabajadores que lo ‘sufren’), cada vez son más los expertos que hablan de las trampas del teletrabajo.

Muchos aseguran que detrás del éxito de esta fórmula tan poco arraigada en nuestra cultura española (hasta ahora) son horas extra no remuneradas, ansiedad e incluso problemas de gestión. Resulta llamativo que pese al ahorro de tiempo en el traslado (que puede ser de más de dos horas al día en las grandes ciudades), la mayoría de los profesionales que teletrabajan a causa del COVID- 19 se lamentan también de que no pueden completar sus tareas porque no les da tiempo.

Afortunadamente hay recetas que se pueden aplicar para este tipo de productividad en remoto y que hoy queremos compartir con vosotros gracias a este oportuno y brillante artículo de Jaime Bacás, socio fundador de Atesora Group, que hoy cuenta con más vigencia que nunca. ¿Leemos juntos esta buena noticia en forma de cambio de hábitos y empezamos a dejar de ‘elegir’ quejarnos de la falta de tiempo?

1.440

Seguro que lo has escuchado o leído en alguna ocasión. Sí, Leonardo da Vinci, Albert Einstein, Thomas Edison, Nelson Mandela o la madre Teresa de Calcuta son algunos de los personajes que se citan por haber alcanzado grandes y célebres logros para señalar, inmediatamente a continuación, que todos ellos – igual que tú – disponen de un mismo recurso: 1.440 minutos cada día.

De esta forma suelen comenzar los cursos basados en la gestión eficaz del tiempo. Saber que dispones del mismo recurso que esas celebridades parece alentador y por un momento puedes sentirte capaz de alcanzar logros similares.

A tu rescate puede aparecer el descubrimiento de que tu valía no se mide por lo cerca que tus logros estén de los de ellos sino, más bien, por tu determinación para ser hoy un poco mejor que ayer. La carrera no es contra los demás (amigos, familiares o compañeros), es sólo contra ti. De esta forma puedes ganar todos los días. Y lo más importante es que sólo dependes de ti.

No te dejes engañar por el tiempo

Nuestra ancestral obsesión por el tiempo se cimenta en nuestra certeza de que nuestra vida es finita y, sobre todo, en nuestra incertidumbre de que no sabemos cuál será su duración. Por eso no es de extrañar que las personas que por alguna circunstancia ya conocen cuál será su caducidad, o las que viven alguna experiencia que les muestra con crudeza su fragilidad, invariablemente reaccionan modificando significativamente sus valores y creencias, lo que se traduce en nuevas actitudes, intereses y comportamientos.

En el ámbito laboral el recurso tiempo sirvió para crear el término productividad: número de chismes producidos por unidad de tiempo. Si la empresa A producía veinte chismes por persona y día y la B sólo diez, significaba que A era el doble de productiva que B. La referencia al tiempo y a las personas tenía sentido en aquella economía de producción industrial tan dependiente de ellos.

Tantísimos años de influencia han supuesto un enorme influjo en nuestra educación y, así, seguimos creyendo que el tiempo es la principal variable o recurso de lo que podemos llegar a conseguir. La influencia que ejerce este concepto en nuestras vidas finitas es enorme, como lo atestigua nuestro lenguaje.

El tiempo – más concretamente su falta – te sirve para justificar lo que no has logrado (“no he tenido tiempo”). También los compromisos que no te atreves a establecer (“si tuviera tiempo lo haría”), o lo que no vas a hacer (“no tendré tiempo”). Observa, además, que empleas el verbo tener, que denota posesión. Estás convencido de que, realmente, posees el tiempo y que, por tanto, puedes gestionarlo, es decir, gastarlo o aprovecharlo.

Y sin embargo no deja de ser un autoengaño, porque lo que ciertamente sucede es que el tiempo pasa invariablemente, sin que puedas hacer nada.

A veces te confunde la diferente perspectiva del tiempo objetivo (kronos) y el subjetivo (kairos), que te hace sentir que a veces avanza muy despacio y otras demasiado deprisa. Y, entonces, te sorprendes y preguntas por qué tu productividad es en ocasiones tan baja o elevada.

Si el tiempo no es el elemento referenciador principal de la productividad ¿cuál lo es entonces?

Los procesos de coaching y talleres que desarrollo no podían ser una excepción. En ellos aparecen, siempre, las explicaciones a la falta de tiempo como la causa principal de que el individuo no haya conseguido determinados logros esperados por sus jefes o por él mismo.

El individuo, invariablemente, se siente frustrado. Quiere sinceramente conseguir el logro, se ha esforzado duro… pero ha fracasado… y no ha sido por su culpa, sino porque no ha tenido tiempo. Está convencido de que podría haberlo conseguido si hubiera tenido más.

Se trata de una respuesta tranquilizadora, victimista y desempoderante: “no hay nada más que pueda hacer… está claro, no tengo tiempo suficiente”.

Todos y cada uno de los días decimos y escuchamos esta frase a todos los empleados y jefes de la empresa. Por tanto – concluimos – es verdad, porque todos no podemos estar confundidos. Si todos lo decimos es que el mundo es así. No es mi culpa.

Se trata, sin duda, de una creencia universal que sólo tiene un pequeño inconveniente: es una creencia limitante.

A diferencia de las creencias poderosas que te dan más poder, las creencias limitantes te lo quitan… limitan tus posibilidades de conseguir.

Así que lo que puedes elegir es cambiar tu creencia y, así, darte permiso para poder cambiar tus acciones y, ahora sí, poder lograr.

Descubrirás con asombro y preocupación… que no puedes gestionar el tiempo… pero que (y estas son las buenas noticias) sí puedes gestionar lo que haces… es decir, tus acciones.

Este descubrimiento, que al principio suena a juego de palabras, deviene transcendental a la hora de plantearte el cambio de creencia que, como ya sabes, es la puerta de acceso al cambio de resultados.

Cuando dejas de intentar gestionar lo que no puedes (el tiempo) porque es externo a ti, y te ocupas en gestionar lo que sí puedes – tus acciones – porque son internas y tu dispones del control total sobre ellas, entonces aparecen delante de ti, como por arte de magia, dos elementos constitutivos de las acciones en los que antes no mostraste demasiado interés: tu atención y tu energía.

De hecho aparecen algunos más, pero esos dos serán los más relevantes y efectivos. A partir de este momento se despliega delante de ti el acceso al desarrollo imparable de tu respons(h)abilidad.

Gestionar eficazmente tus acciones se refiere, pues, a gestionar tu atención – tu habilidad para seleccionar la acción más relevante (que añade valor) entre la enorme oferta que compite por ella – y tu energía – tu habilidad para mantener tu atención en la acción elegida hasta completarla. Se trata de dos recursos limitados pero que sí puedes gestionar, es decir, puedes recargarlos y dosificarlos (lo que no puedes hacer con el tiempo)

La paradoja saber – hacer

Entender lo anterior es muy simple. Hacerlo es muy difícil.

La mayoría de las personas no son conscientes de la diferencia entre saber o entender una habilidad y desempeñarla, porque desconocen cómo se forman los hábitos. Creen que el simple hecho de saber algo les permitirá hacerlo. Cuando se dan cuenta de que eso no funciona así suelen inferir que lo que han conocido o aprendido está equivocado y que lo que necesitan es aprender otra cosa… y así caen en el hábito inefectivo de la infoxicación.

Mi recomendación para ti: toma la determinación de suspender tu infoxicación durante los próximos 21 días, es decir, deja de consumir más información. En su lugar elige concentrar tu atención en cambiar alguno de tus hábitos más inefectivos, sustituyéndolos por otros más efectivos. El día 22 escribe los beneficios que has logrado… y no olvides felicitarte y celebrarlo.

“Tu actitud, no tu aptitud, determinará tu altitud.” – Zig Ziglar

Jaime Bacás, socio de Atesora Group.