Consultoría & Consultores

Que la población envejece no es ninguna novedad. Que la pirámide demográfica se está invirtiendo progresivamente tampoco. Según las estimaciones del INE, una de cada cuatro personas tendrá 65 años o más en España en el año 2033, mientras que los nacimientos ascenderían levemente hasta situarse en 1,41 hijos de media por mujer. Unas cifras por las que durante los próximos 15 años habrá más defunciones que nacimientos en el país.

Pese a la numerosa literatura sobre el denominado reto demográfico, y la propia creación de un Ministerio para abordarlo, no hay unanimidad en qué medidas es necesario tomar para invertir una tendencia demográfica que parece imparable y afecta a la mayoría de países desarrollados. Y, sobre todo, una tendencia que marcará de forma significativa la evolución de economías y empresas durante los próximos años.

“Las empresas deben comprender muy bien las tendencias demográficas que vienen, ya que van a tener un gran impacto en los negocios”, advierte Alejandro Macarrón, experto en demografía y director de la Fundación Renacimiento Demográfico. “Sobre todo las que tienen mucha presencia en mercados locales, ya que la evolución de la población variará de forma significativa según la geografía”, subraya. Y no solo de cara a la evolución del consumo, sino del propio talento.

“Hay que tener en cuenta que los niños que no nacen ahora son los trabajadores que necesitaremos en 25 o 30 años”, afirma, instando a tomar medidas de forma urgente. Además, alerta de que “hasta ahora, la demografía había sido un elemento impulsor de la economía, pero por primera vez es un freno, por lo que es indispensable tener en cuenta este factor desde el punto de vista de negocio”.

“Las tendencias demográficas tienen un gran impacto en los negocios. Tiene mucha variabilidad local, y por eso las empresas deben conocerlas bien en cada zona concreta en la que operen, y sobre todo las que tienen mucha presencia en mercados locales”

Entre las consecuencias económicas que conlleva la caída de la natalidad, el experto alerta sobre la disminución del consumo interno. “Las pautas de consumo generalmente se incrementan desde jóvenes con la edad, pero llegados a un punto comienzan a decrecer a excepción del gasto médico y farmacológico”, indica. También del lado de la riqueza acumulada, especialmente en el caso de la propiedad inmobiliaria. “Con un descenso de población, las casas tienden a depreciarse ante la caída de la demanda y el incremento de la oferta, por ir quedando más casas vacías”, afirma.

Por otro lado, Macarrón advierte de “un efecto depresivo que existe aunque sea complicado de medir: el menor emprendimiento”. De este modo, vincula la capacidad de emprender nuevos retos y riesgos, y de la capacidad de innovación con la juventud, mientras que, con las excepciones individuales de rigor, con la edad la población “tiende a ser más conservadora”. “Para emprender tienes que creerte que puedes cambiar el mundo pero sobre todo tienes que poder fracasar para aprender de la experiencia”, asevera.

“Lo más alarmante es que ni la población ni las altas esferas son conscientes de la magnitud del problema. La baja natalidad nunca aparece entre las principales preocupaciones de los españoles en el CIS, ni en los barómetros europeos”, indica Macarrón, para quien la concienciación es el primer paso necesario. “La gente debe saber que tenemos un problema grave ante el que existe la necesidad de repensar el modelo de sociedad, cuya sostenibilidad futura no está garantizada, ya que en conjunto no nos reproducimos lo suficiente”, afirma.

“Las pautas de consumo generalmente se incrementan desde jóvenes con la edad, pero llegados a un punto comienzan a decrecer”

Como segunda medida, el experto apunta a la necesidad de realizar análisis profundos. “Es un problema muy complejo, por lo que no valen las soluciones simples. Hay que realizar estudios detallados, objetivos, que indiquen qué áreas priorizar. En la actualidad existen instrumentos de medición sociológica y big data que nos permitirían sacar conclusiones de valor”, asegura.

En este sentido, Macarrón apuesta por analizar en detalle las causas por las que las personas no tienen hijos y qué factores podrían influirles de forma positiva para que se tengan más– “Si se analiza de forma objetiva, se pueden priorizar las áreas en las que, por ejemplo, tendría más rendimiento una desgravación fiscal, ya que no a todos los segmentos de población les motiva lo mismo”, afirma. En este sentido, pone de manifiesto cómo “en igualdad de condiciones no todas las personas tienen el mismo número de hijos: las medias esconden las varianzas”.

Asimismo, en su opinión no se debe ignorar la relevancia de los valores. “Las mujeres casadas tienen más hijos que las que no lo están, y en una sociedad libre y moderna como la actual no se puede imponer nada, pero tampoco se deben dar incentivos al divorcio o a que la gente no se case -y actualmente hay algunos en España-. Tampoco solo a las mujeres, ya que según mis investigaciones y los datos disponibles, en muchos casos es el hombre de la pareja el que no quiere tener (más) hijos”, sostiene.

El coste de la baja natalidad

De hecho, para Macarrón el principal reto demográfico es, sin duda, la caída de la natalidad. “Hasta ahora, el reto demográfico se ha enfocado más en obtener votos en áreas rurales, sobrerrepresentadas en el Congreso y el Senado, y cuestiones como la España vacía son un reto común de todo el mundo: las aldeas se van despoblando en favor de las grandes ciudades”, afirma. “Pero si se analiza la minoría de provincias españolas que (aún) no forman parte de esta problemática pero sí han tenido alta emigración, como las andaluzas o Murcia, se ve que han tenido bastante más natalidad que la Castilla profunda, Aragón, Galicia, Asturias, etc.”, subraya.

De este modo, pese a que la reciente creación de la cartera del Reto Demográfico, dirigida por Teresa Ribera, puede ser “un buen comienzo”, advierte de la necesidad de adoptar medidas dirigidas a incrementar la natalidad, y no solo hacia cuestiones más “paliativas y de corto plazo, como llevar la banda ancha a las zonas rurales”.

Además, recuerda otro de los problemas vinculados al reto demográfico: la soledad. Según los últimos datos del INE, más de 4,7 millones de personas viven solas en España, de las que cuatro de cada diez tienen 65 años o más. “Cada vez hay más españoles que viven solos, y es un problema que afecta especialmente en dos etapas de la vida: la infancia y la vejez. No debemos olvidar que la soledad tiene numerosas consecuencias, tanto para la salud como la economía, por la pérdida de las economías de escala, además de la tristeza y aburrimiento que conlleva”, indica.

La inmigración, una solución parcial

¿Y cuál es el papel de la inmigración? Las tendencias demográficas se realizan teniendo en cuenta las variables actuales, pero los movimientos migratorios son más impredecibles. Tras la larga crisis económica, España cuenta de nuevo con saldo migratorio positivo desde la segunda mitad de 2015. Las cifras ponen de manifiesto que la inmigración hace menos abultado el saldo negativo entre nacimientos y muertes, si bien tampoco con ella se logra que sea positivo. Ell experto advierte de que la migración “solo suaviza el ritmo de envejecimiento de la población de España, pero no detiene el proceso”.

“Y más vale no engañarnos: si la sociedad continúa envejeciendo por falta de niños, a la larga, traer hoy más inmigrantes es añadir más futuros pensionistas al sistema”, advierte. Además, critica las “insolidaridad de las personas que quieren que los inmigrantes solucionen los problemas demográficos que produce la voluntaria infecundidad española / europea”. “Todos sabemos que emigrar es algo muy duro, pues con ella se generan desarraigos familiares. Si los españoles tenemos pocos niños, fiar toda la solución a que los inmigrantes los tengan por nosotros es entre egoísta e ingenuo”, afirma.

Por otro lado, el consultor recuerda la necesidad de garantizar el empleo y la inclusión de todos los inmigrantes. “Los países emisores están experimentando su propio desarrollo, y también en ellos se reduce la natalidad, por lo que en unas dos décadas el número de personas que se verán obligadas a abandonar su país se verá reducido drásticamente. Además, tampoco soluciona el problema de la España vacía, ya que la mayoría se va a ciudades”, concluye.