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El abanico de productos y herramientas financieras que abarcan las finanzas sostenibles no para de crecer. La innovación que vive el mercado es tan espectacular como necesaria para conseguir un futuro sostenible ahora que el riesgo climático y la sostenibilidad se han convertido en una cuestión empresarial estratégica.

La sostenibilidad, entendida en sentido amplio, es decir, no limitada a transición ecológica y sí contemplando todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), tiene múltiples y crecientes cauces de expresión. Bonos verdes, sociales, sostenibles, créditos sostenibles, índices de sostenibilidad cotizados y no cotizados, benchmarks, bonos con enfoque de género o impulsores de la inclusión financiera, microcréditos para emprendedoras, ratings, fondos cotizados o ETF…En total, más de 30,7 billones de dólares en activos bajo gestión catalogados como inversión responsable o sostenible, según los datos recopilados por Global Sustainable Investment Alliance. De esta cifra, algo más de la mitad (17,5 billones de dólares) corresponde a las inversiones con criterios ESG, acrónimo de Environmental, Social and Governance.

Una de las últimas novedades que han llegado al mercado son los bonos azules, que tienen como objetivo preservar y proteger los océanos y, por ende, el planeta, ya que los océanos cubren tres cuartas partes de la superficie de la Tierra. Si los océanos fueran una economía, la Blue Economy, sería la séptima del mundo en términos de PIB.

“En la sostenibilidad no hay vuelta atrás. Prueba de ellos es que el mercado de activos sostenibles está creciendo de forma exponencial tanto desde el lado de la oferta, emisores, como de la demanda, inversores. El amplio abanico de activos impulsará todavía más la inversión responsable, pero no hay que olvidar que, para que este tipo de bonos verdes, azules, sociales o sostenibles sean catalogados como tal, deben cumplir sin fisuras una serie de recomendaciones internacionales. Cualquier desviación puede generar un riesgo reputacional indeseado, como ha ocurrido más de una vez en el pasado”, señala Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad de KPMG en España. Los principios de Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA) son los más utilizados actualmente a nivel internacional.

Pero volvamos a los bonos azules. Hasta el momento se han llevado a cabo tres emisiones. El pionero fue el archipiélago de las Seychelles, con una emisión de 15 millones de dólares que contó con el apoyo del Banco Mundial y está destinada a preservar las aguas del Océano Índico que rodean sus más de un centenar de islas, clave de la primera industria del país, el turismo, y la segunda, la pesca.

La segunda emisión se trasladó a Europa. El banco Nordic Investment Bank (NIB) emitió 2.000 millones de coronas sueñas en bonos azules a cinco años. Los fondos recabados en este caso no van directamente a preservar los fondos marinos del Mar Báltico, pero sí indirectamente ya que se utilizarán para programas de gestión de agua del país escandinavo como mejoras en el tratamiento de residuos y prevención de la contaminación del agua, para impulsar un desarrollo urbano más sostenible. En abril, Morgan Stanley y el Banco Mundial realizaron una operación conjunta por 10 millones de dólares para encauzar el gran problema de los plásticos que inundan nuestros océanos, además de nuestras vidas.

El plástico es sin duda un grave problema. La producción mundial de plástico ha subido de 2 a 380 millones de toneladas en el periodo 1950-2015. Los océanos se tragan al año entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de plástico. Su efecto en la flora y fauna marina es conocido. Lo que todavía se desconoce es el impacto en los humanos, por la ingestión de pescados contaminados con micro-plásticos. Pero no solo es el plástico, también la sobreexplotación de los recursos marinos: la pesca mundial alcanzó en 2002 los 134 millones de toneladas, diez veces más que en 1950.

Los expertos auguran un fuerte crecimiento para los bonos azules por la necesidad de proteger y preservar los océanos dado que solo el 3,4% están protegidos. La OECD estima que la Blue Economy representa el 2,5% del PIB mundial y duplicará su tamaño de aquí a 2030 hasta alcanzar los tres billones dólares. Más de 3.000 millones de personas dependen de la biodiversidad marina para su sustento económico, según datos de la ONU y del Banco Mundial. La Asociación para la Defensa de la Naturaleza (WWF en sus siglas en inglés) ha cifrado en 24 billones de dólares el valor de los activos de los océanos del planeta.

Preservar los océanos es crítico para remitir el calentamiento global son solo por su dimensión –el 71% del planeta- sino porque, además, absorben alrededor del 30% del dióxido de carbono que producimos.

Otro factor que se espera que impulse los bonos azules es la innovación que se está viendo en torno a los océanos, tanto en energías renovables -parques eólicos marinos, energía undimotriz, mareomotriz, maremotérmica, etc.- como en la minería en aguas profundas para extraer minerales y metales, aunque los grupos ecologistas albergan muchas dudas sobre esta última.

Los bonos azules entroncan directamente con el 14 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 3030 a los que se están comprometiendo cada vez más países y organizaciones de todo el mundo. Cumplir con estos objetivos requiere cambiar múltiples procesos productivos y buscar otra forma de hacer las cosas, lo que exige inversiones anuales de entre cinco y siete billones de dólares, según datos de la ONU.

En 2018 se emitieron 167.300 millones de dólares en bonos verdes y este año superarán los 220.000 millones

La irrupción de los bonos azules amplía las posibilidades y herramientas de financiación para conseguir estos objetivos. Algunos expertos les auguran un crecimiento similar a la que han vivido los bonos verdes en su primera década de vida. De hecho, el Banco Mundial se ha implicado en las primeras emisiones de bonos azules, como ya hizo en su día con los bonos verdes.

En 2018, se emitieron bonos verdes por importe de 167.300 millones de dólares, cifra que probablemente llegará este año a los 220.000 millones, según las previsiones de ICMA. Los bonos verdes tienen como objetivo financiar proyectos medioambientales o de transición ecológica. Los bonos sociales, que se destinan a financiar causas y programas sociales, no han tenido todavía mucho recorrido: en 2018 apenas se emitieron 14.200 millones de dólares en todo el mundo. Más agilidad están cogiendo los bonos sostenibles, para financiar proyectos que combinan factores medioambientales y sociales: en 2018 se emitieron 21.000 millones de dólares, según datos de ICMA. Los bonos azules son en realidad una nueva tipología de bonos sostenibles, aunque apuntan directamente a la conservación de los océanos.

Europa ha dado recientemente el espaldarazo definitivo a las finanzas sostenibles con la aprobación de un importante paquete de medidas y recomendaciones que introducen mayor transparencia, garantías y seguridad en el mercado.