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Los contagiados por coronavirus en el mundo siguen aumentando, ya se ha sorteado la barrera del millón setecientas mil personas y la tasa de letalidad sube por encima del 6%, todavía queda bastante trecho por recorrer, particularmente, en África y América Latina, en donde, salvo excepciones, la mayoría de naciones se mantiene con un número contenido de infectados y fallecidos.

Chile, exhibe en Latinoamérica uno de los guarismos más altos de afectados por la epidemia, en esta Semana Santa se han ido hasta los 7.213, de los cuales 73 han caído golpeados por la adversidad, situándolo por detrás de Brasil y Ecuador, y delante de Perú o México en el apartado de enfermos y en la parte baja de los listados en el acumulado de casos fatales.

Desde enero, informado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y reparando lo que estaba sucediendo en China, los chilenos comenzaron a prepararse para los que se les venía encima. De este modo se entiende que el Ministerio de Salud exprese que se han estado haciendo 3000 pruebas de diagnóstico al día y anuncien la intención de subirlas a las 5000, cifras que figuran como una de las más elevada de la región.


La Organización Panamericana de la Salud (OPS), estimó como “muy importante que Chile se haya podido anticipar y haya podido adquirir una gran cantidad de reactivos para poder hacer esto” en declaraciones a radio Mitre. “Me animo a decir es de los pocos países que tiene la capacidad hoy de hacer la cantidad de pruebas que está haciendo. Están con una capacidad de muestreo muy, muy grande”, explicó el representante de la OPS.

Esta metodología persigue actuar de forma preventiva, obteniendo una individualización anticipada de los transportadores del virus, deteniendo su propagación.

Dotarse de un régimen sanitario como el existente y acceder a lo que aún le falta, implica, sí o sí, cuidar de su crecimiento económico, es un deber que los obliga a todos. Hay en este momento –como debe ser-, un contingente amplio preocupado por la propagación viral, el resto debe estar atento a que el país resulte lo menos dañado posible para continuar haciendo frente al desafío actual y, a su vez, proseguir avanzando.

Decíamos hace unos días que la caída del Producto Interno Bruto, PIB, según el Banco Central puede situarse entre un -1,5% y un -2,5%. La última recesión fue en 2009 motivada por la crisis financiera -1,9%. A los socios comerciales de la nación no les irá mucho mejor, vean sino. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que considera el brote del COVID-19 como la mayor amenaza para la economía mundial a partir de la crisis financiera de 2007, dice en el peor de los escenarios, reducen la expansión universal a un 1,5%. De darse, Japón y la Zona Euro podrían entrar en recesión. Existen otros informes que hablan de desplomes del PIB por sobre el -3% referidos a Francia, Alemania, Italia o España. China se acercaría un 5%. “Ahora proyectamos que más de 170 naciones experimentarán desarrollos negativos este año”, sostiene el FMI.

Una de las fortalezas de Chile en la década recién concluida ha sido su comercio exterior, lamentablemente acabó en 2019 debilitado por el conflicto mercantil entre Estados Unidos y China, que trajo como consecuencia un repliegue en los precios de las materias primas, y al mismo tiempo afectó de distintas maneras a sus principales compradores y vendedores. A esto se unió en el plano interno un estallido de violencia que paralizó la actividad económica a fines de octubre-noviembre pasado, prolongándose vía incidentes dispersos en meses posteriores. Resultado: progreso decaído y cierre por debajo en los montos esperados de envíos y entradas de mercancías.


El 2020 comenzó con la pandemia del COVID-19, desgracia que ya se refleja en los saldos del primer trimestre. Los intercambios enero-marzo sufrieron un retroceso interanual de un 8,2%, totalizando 32.797 millones de dólares. Conforme a lo comunicado por la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales, el 75% se explica por la disminución de las importaciones. Así el superávit de la balanza comercial se situó en los 3.284 millones de dólares, su valor más alto de 2011 a la fecha. En tanto, las exportaciones chilenas bajaron un 4% en comparación a igual período del ejercicio pretérito.

A escala global la cuestión no pinta bien tampoco. La Organización Mundial del Comercio, confirma que el 2020 será la peor añada en los 25 de vida de esta institución. Al concluir estos doce meses será el segundo descenso consecutivo observado en las compraventas internacionales. Así, se estima un declive que podría oscilar de 13% a 32% en el valor de las importaciones y exportaciones mundiales. De darse el porcentaje más alto triplicaría el tropiezo habido con motivo de los aprietos financieros de 2008.

Ahora le corresponde a Chile salir y volver a abrir mercados aprovechando la estructura pública y privada fuera de sus fronteras para impulsar la oferta nacional y las inversiones, toda ayuda será poca; traer de fuera los productos necesarios para mantener y mejorar las cadenas de valor esto le facilitará disponer de bienes y servicios competitivos. Asimismo, seguir estrechando relaciones con los vecinos regionales y asociados en organizaciones internacionales y/o a través de acuerdos bilaterales de todo el orbe. Allanar e incentivar la llegada de inversión extranjera y promover la oriunda en otras latitudes. Sin dudarlo el actual frenazo para algunos, colapso para otros, se superará, son muchos los contratiempos asumidos y vencidos en estos últimos 40 años hasta conseguir posicionarse como Estado emergente, este es uno más, lo que venga de seguro será beneficioso.

Tomás Pablo Roa, presidente ejecutivo de Wolf y Pablo Consultores, S.L., Consultoría de Internacionalización de Empresas en Chile