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Cuando se compra un caballo deben tenerse en cuenta una serie de factores, sobre todo de cara a lo que se pretende hacer con el animal. El sexo, la edad, la altura y el peso, o incluso la morfología corporal (la línea, la cruz o la grupa) son factores determinantes para considerar cuan válido es el caballo para competir, para montar o simplemente para pasear. Leyendo las barbaridades que los testimonios de las candidatas a azafatas de vuelo narran respecto al proceso de selección señalando a determinada empresa , cabría pensar que la persona responsable de RRHH se confundió y envió los criterios para la compraventa equina, en vez de para la selección y contratación de personal.

Como si de una canción de Sabina se tratara, en vez de un proceso de selección, poco más que se valoró si las candidatas tenían la frente muy alta, la lengua muy larga o la falda muy corta. Testimonios narran cómo frente a criterios objetivamente válidos como el manejar de manera fluida el inglés, se priorizaron criterios cuestionables como la edad, rechazando a personas que pasaban de la treintena, o el tener tatuajes. Ya el propio anuncio de reclutamiento incluía requisitos discutibles como tener una “altura y peso en proporción” o estar “médicamente en buena forma”, sin embargo, lejos quedaban esos requisitos de lo evidentemente discriminatorio que resultó el proceso de selección.

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