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El boom de la inversión china en Europa se produjo hace una década y desde entonces su crecimiento ha sido exponencial. Al calor de la expansión de la segunda economía mundial en PIB– y sobre todo de su política Go out policy, por la que el Gobierno insta a sus compañías a invertir en el exterior-, las transacciones en el Viejo Continente han aumentado a un ritmo vertiginoso. Tanto que la Unión Europea se ha convertido en uno de los destinos prioritarios de las empresas chinas, y en 2016 la inversión alcanzó el record histórico de 35.000 millones de euros según datos de Rhodium Group.

Pese a que Alemania y Reino Unido se sitúan a la cabeza en cuanto a los países de destino, España ha ido incrementando paulatinamente sus cifras. El mayor incremento se experimentó en 2016, cuando llegó a los 1.600 millones de euros, y las previsiones a corto plazo son optimistas debido a que los inversores chinos están presentes en la gran mayoría de las operaciones de inversión significativa en España como no lo habían estado hasta ahora.
Todo ello apoyado en la buena relación diplomática entre ambos países, que este año cumple su 45 aniversario.

La causa de este incremento puede encontrarse en cierta saturación del mercado germano y británico, que han copado la mayor parte de las inversiones en los últimos años. Pero, sin duda, el principal motivo responde al dinamismo de la economía española. El crecimiento equilibrado y sostenible de la economía, apoyado tanto en demanda interna como externa hace de España un país muy atractivo.

Un atractivo que va más allá. Cuestiones como la calidad de las infraestructuras –con la mayor red europea de alta velocidad- y nivel tecnológico, los fuertes incentivos de innovación existentes o la posición estratégica de numerosas compañías españolas en Latinoamérica -que hace de España una excelente plataforma hacia otras regiones– son clave en el mercado actual.

Unos aspectos que se suman a las buenas cifras que ofrecen numerosos sectores. Entre otros, destaca la industria de automoción, donde España es el segundo mayor fabricante en la Unión Europea y el octavo a nivel mundial. O consumo, tecnologías de información y comunicación, y la recuperación del mercado inmobiliario. Sin olvidar el sector de energía y recursos naturales o el turismo.

De este modo, para superar las cifras actuales de inversión, es importante que las compañías españolas que incluyan en su estrategia el crecimiento y la internacionalización conozcan y tengan en cuenta sus ventajas competitivas. Solo así podrán extraer todas las oportunidades que ofrece el denominado gigante asiático, que ha pasado a ser adalid del liberalismo económico y la globalización.

Su estrategia de internacionalización quedó reflejada en la hoja de ruta del Gobierno chino en el decimotercer Plan Quinquenal (2016-2020), que situó como principales objetivos poner el foco en la innovación y la transformación y modernización industrial, y que supone una gran oportunidad para los sectores de alto componente tecnológico. También en la iniciativa One Belt, One Road, la Ruta de Seda del siglo XXI que abre camino a los inversores del país con el resto del mundo.

Sin embargo, las oportunidades que brinda el gigante asiático no solo pasan por su apetito inversor. Desembarcar en suelo chino, el segundo mercado más grande del mundo y en camino de ocupar la primera posición, es un reto que puede abrir la puerta a un crecimiento extraordinario. El consumo en China tiene un tamaño solo comparable a la velocidad con la que evoluciona. Un ritmo por el que numerosos inversores y empresas chinas buscan en Europa aliados con los que desarrollar nuevos modelos de negocio en terreno asiático.

Las joint ventures pueden ser la llave para introducir un nuevo portfolio de productos en un mercado caracterizado por una pujante clase media y alta, que ha adoptado el m-commerce sin pasar apenas por el online. Y donde siete de cada diez consumidores prefieren perder su cartera al móvil, como pone de manifiesto el informe Me, My Life, My Wallet elaborado por KPMG.

En definitiva, China puede abrir no solo la puerta a un crecimiento exponencial gracias a su afán inversor, sino una ventana para contemplar cómo será el futuro del consumo. Un aliado por el que merece la pena poner de relieve el indudable atractivo de la economía y las compañías españolas.

Autor: David Höhn es socio responsable de Transaction Services y la Práctica China de KPMG en España