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El cuadro macro

Durante los últimos meses, cada vez son más las voces, y las publicaciones, que nos advierten del riesgo de cambio de ciclo en la economía española. Nuestro país viene de cuatro años de un crecimiento más que razonablemente sostenido y muy superior al de los estados de nuestro entorno europeo. La economía española ha vivido un período “dulce” soportado en dos pilares esenciales: el peso de la exportación y la consolidación de la demanda interna. El comportamiento del PIB en 2018, aún cuando durante ese año ya se hablaba de “cambio de ciclo”, fue mejor de lo esperado (+2,6%) e invita a pensar que el objetivo de crecer en torno, o muy ligeramente por encima del 2% en 2019, puede ser verosímil. Países como Alemania o Francia crecieron un 1.5% en el pasado año y su expectativa de crecimiento para el actual es de +0.8% (Alemania) y +1.4% (Francia). El Reino Unido lo hizo en 2018 en 1.4% y se espera pueda crecer un 1.2% en 2019, ello a pesar del “Brexit”. Peor es el caso de Italia, que no superó el 1% (0.9) en el último año y podría no crecer en el actual, con una previsión del 0.1%.

La ralentización de las economías de los países citados ha de ser obligado motivo de reflexión para España. Como ya se ha dicho, la sostenibilidad de nuestro PIB se está soportando sobre el peso de nuestra exportación, sin olvidarnos de la industria del turismo, y el destino prioritario de una y otra son esos países, con Alemania a la cabeza. En 2017 las exportaciones de bienes y servicios crecieron un 5,2% anual, sin embargo, en 2018 solo avanzaron un 2,3%. A su vez, las importaciones, también experimentaron una ralentización: sumaron un 3,5% anual frente al 5,6% anotado en 2017.

Parece, y apostemos por ello, que el objetivo de crecimiento en 2019 es alcanzable pero no desdeñemos las señales de alarma que nos anticipan la agudización de una desaceleración que hoy ya es una realidad.

Sectores más expuestos al cambio de ciclo

Los mayores riesgos se concentran en la exportación, y consecuencia de ello, en el sector de la industria en general y la automovilística en particular, muy presionada por las políticas de transición relacionadas con el cambio climático en el planeta.

La industria manufacturera está siendo especialmente sensible a los vaivenes de las políticas proteccionistas. La guerra de los aranceles tiene un impacto muy relevante en el desarrollo industrial de las economías occidentales más consolidadas. En España, entre los sectores más afectados destacan el acero y el aluminio, la aceituna y los automóviles.

Los servicios en España aguantan. El turismo sufre una cierta contracción derivada de la recuperación de mercados competidores, fundamentalmente Turquía y Egipto, destinos muy ligados a la demanda de países que nos han “prestado” alrededor de 11/12MM de visitantes en los últimos años. No obstante ello, esa caída de turistas puede ser compensada, al menos en parte, con el crecimiento del gasto medio por persona, que en el último año ha superado la histórica barrera de los 1.000€.

De acuerdo con estadísticas oficiales, la distribución de las empresas españolas según los grandes sectores de producción (excluida la agricultura y la pesca) responde a la siguiente clasificación: el 6,06% son empresas cuya actividad principal se desarrolla en el sector de la industria, el 12,29% lo hace en el de la construcción, el 22,96% en el del comercio y el 58,69% ejerce su actividad dentro del sector “resto de servicios”.

La construcción ha recuperado la iniciativa perdida durante la pasada crisis. En 2019, el crecimiento del sector, ligado al de la economía nacional, tiene en la edificación residencial uno de los motores del crecimiento. Los grandes fondos de inversión internacionales han asumido un protagonismo inusual. Su entrada en la actividad de promoción de obra nueva residencial en las grandes ciudades y en la costa Mediterránea, está siendo uno de los estímulos principales del crecimiento de las empresas del sector.

Sin embargo, el comercio, amenazado por los nuevos hábitos de compra vinculados a las nuevas tecnologías si está siendo más vulnerable. De igual forma, la prevención del consumidor ante la amenaza de una nueva crisis económica está produciendo una contracción del gasto familiar, cuyo primer afectado es el comercio en general y el minorista en particular.

La realidad de la empresa española

España es un país de pequeña y mediana empresa, de origen familiar. Empresas que han desarrollado su actividad desde el tesón y la perseverancia. Reinvirtiendo recurrentemente los beneficios generados tratando de consolidar su posición en el mercado. Empresas que a lo largo de su existencia han logrado -las que lo han conseguido- superar crisis de todo tipo: nacionales; sectoriales; de mercado; financieras; industriales, etc. Situaciones que, en ocasiones, han servido para fortalecerlas sin perder su identidad. Sin dejar de ser empresa familiar. En ese contexto, la apuesta por el proyecto propio ha sido extraordinariamente compleja, no exenta de dificultades que han podido llegar a cuestionar su continuidad, después de haber superado décadas de sobresaltos.

En el momento actual, el empresario convencional español puede encontrarse en la encrucijada de plantearse el futuro de su empresa. Se pregunta si la continuidad de la aventura empresarial está asegurada. Si cuenta con relevo generacional que recoja el testigo de la sucesión. Si esa sucesión está preparada para afrontar los retos de la empresa del siglo XXI, de las nuevas tecnologías, de una cierta involución hacia fronteras proteccionistas que estrechan los mercados. Preparada, también, para entornos competitivos más agresivos en los que el tamaño si importa.

Alternativas de futuro

Así las cosas, en el momento actual, ante el riesgo cierto de poder encontrarnos en la antesala de una más grave desaceleración de la economía y, consecuencia de ello, de la actividad empresarial, el empresario en general se plantea que alternativas de futuro tiene y como debe posicionarse ante ese incierto desarrollo de los acontecimientos. Puede prevenir y adoptar medidas de prudencia ante políticas de inversión; ante estrategias de apertura de nuevos mercados y/o productos; en materia de reforzamiento de sus estructuras de financiación y endeudamiento, etc.

Pero puede también plantearse si es el momento para dejar que nuevos actores le releven en el “puente de mando” de la empresa. Que aporten savia nueva, que revitalicen la organización, que redefinan las directrices de la compañía para afrontar momentos necesitados de estrategias distintas de las que la empresa ha podido desarrollar hasta la fecha.

No siempre se tiene la inteligencia de analizar el momento desde la serena meditación. Se suele caer en la autocomplacencia y la falta de autocrítica. Sin embargo, el futuro de la empresa, y de los trabajadores de esta, puede depender de una oportuna reflexión sobre la realidad de la compañía, el camino recorrido y, muy fundamentalmente, sobre las necesidades de todo tipo de la empresa de hoy: estructurales; financieras; de liderazgo interno y externo; de posicionamiento en el mercado en el que opera, etc. El empresario tradicional ha de responderse con sinceridad. Ha de ser consciente de que el esfuerzo de años puede ser baldío si la organización que dirige no sabe adaptarse a los nuevos escenarios en los que la misma compite. Tiene que convencerse de si en ese escenario distinto es él el llamado a seguir conduciendo la empresa. Si tiene, o no, relevo para ello, si su estructura de dirección está preparada para el cambio del que no es fácil escapar, si, por qué no, ha de valorar la oportunidad de ceder el testigo a terceros ajenos a la empresa que, apoyados en el equipo directivo, no sólo afronten los cambios que la misma necesita si no que, además, le permitan recoger los frutos de su iniciativa y andadura empresarial.

José María Pinedo y de Noriega, Socio Director Auren Corporate