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No acomplejarse nunca, competir hoy para ganar mañana, modelar a los mejores, haz más con menos, arrímate a los que te ponen las pilas y olvida tus errores en cinco minutos.

Estas son las seis reflexiones que ya tengo tatuadas en mi memoria como anclajes emocionales que me marcarán el camino del éxito para todo aquello que me proponga en la vida.

Todavía sonrío cuando lo recuerdo: ¿Pero quién te manda a ti hacer eso...?. ¿Pero qué necesidad hay...? ¿Tú sabes dónde te metes? ¿Has olvidado tu edad? ¿Has pensado en toda la responsabilidad que tienes y lo que pones en riesgo?

Estas y otras muchas preguntas me hicieron cuando seis meses antes de la carrera comentaba con amigos, clientes y conocidos lo que me disponía a hacer. Ocasiones en las que venía a mi cabeza alguna de las reflexiones que Pablo Neruda hizo en su lectura “Muere Lentamente”: “Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente estas que regresan el brillo a los ojos, el que no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida, huir de los consejos sensatos”.

Los comentarios que me hacían tan sólo eran consejos sensatos desde el cariño pero yo quería huir de ellos para sentir y vivir otra experiencia.

Sabía muy bien que más que un desafío deportivo y una nueva oportunidad para probar mis límites físicos se trataba de un viaje vital que me ayudaría a comprender mejor, si llegaba a buen término, el camino del éxito.

Más de seiscientos kilómetros a través de dunas de arena y pistas interminables me esperaban junto a un molesto viento y temperaturas rondando los cuarenta grados como aliados de la dureza del recorrido.

Más de seiscientos kilómetros para disfrutar, sufrir, pensar y comprender, si era capaz de ir pasando etapa a etapa dentro de los tiempos marcados por la organización de la carrera.

En las siguientes líneas quiero compartir con vosotros una parte de mi experiencia y alguno de los aprendizajes que de allí me traje como equipaje de vida.

PRIMER APRENDIZAJE: “NO ACOMPLEJARSE NUNCA”

Etapa 1: Maadid-Erg Chebbi. 105 kms. 1062+. Primer contacto con el desierto.

Cuando el día del traslado a las cinco de la mañana me di encuentro, junto a mis compañeros del Equipo Troyanos, con los participantes que salíamos de Madrid, aquella gente me pareció “normal”, más allá de la obsesión que percibía por hablar de bicicletas, recorridos y pruebas ciclistas. Los encuentros y reencuentros que se producían eran los propios de personas que comparten una afición y se disponen a vivir una aventura.

Al día siguiente, es decir, en la mañana que arrancaba la prueba, la impresión que tuve fue muy distinta. Buena parte de los más de 450 participantes, de los que tan solo 26 eran chicas, exhibían cuerpos moldeados por muchas horas de entrenamiento en gimnasio, piernas depiladas para favorecer el trabajo de los masajistas y llamativos tatuajes en piernas y brazos. Prácticamente todos ellos ataviados con ropa de calidad de las mejores marcas y bicicletas a juego con el resto de su equipación, es decir, máquinas de alta competición en las que cada uno habría invertido entre siete y diez mil euros.

Caminaban con cierta parsimonia, pero su pose no terminaba de esconder el flujo de adrenalina extra que inundaba sus venas esa mañana.

Fueron momentos de mucha inquietud para mi. Momentos en los que me acordé de todos los “consejos sensatos” que me había dado la gente que me quería. “¿Qué pinto yo aquí?”, me dije. Con mis casi sesenta años, cero horas de gimnasio y piernas velludas…. “¿Quién me mandó venir aquí?”. Honestamente sentí un momento de flaqueza aunque no dejé que se apoderara de mi, tan solo me rondó. Sabía que mi habilidad para resignificar lo que allí me pasara iba a ser una excelente herramienta a mi disposición. Aquellas sensaciones las vivía como un síntoma de la responsabilidad que había asumido al inscribirme en aquella prueba, y me dejó muy tranquilo volver a recordarme que yo no llegaba allí con la intención de hacer pódium sino que mis pretensiones tan solo pasaban por acabar la carrera dentro de los límites de tiempo fijados.

Poco antes de las ocho de la mañana, hora en la que cada día se daba la salida de la etapa, me coloqué en el cajón de salida junto a Jon y Alejandro, mis inseparables compañeros de aventura. También lo eran de jaima, que estaban preparadas para acoger a tres participantes cada una. Música atronadora para excitar los ánimos y…, 3,2,1, ¡¡¡salida!!!!. “¡¡¡Allá vamos!!!”, me dije, y nada más comenzar a pedalear, buena parte de los participantes que en el cajón de salida se habían situado detrás mía empezaron a pasarme por la derecha y por la izquierda con tal ímpetu que hasta me pareció tener la sensación de que alguno me saltaba por encima de la cabeza. Aparecieron los primeros bancos de arena que nos hicieron descabalgar y dificultaban las posibilidades de marchar sobre la bicicleta, viento en contra y piernas mojadas hasta la rodilla por el paso del único río con agua que vimos durante toda la semana a los veinte minutos de empezar la carrera. Así las cosas se me pasó por la cabeza…: “…y todavía quedan 100 kilómetros de desierto”.

Lejos de dejarme atrapar por el desánimo, aquella situación espoleó mi actitud para pedalear con más ahínco y determinación, y no transcurrieron muchos kilómetros antes de ver como alcanzaba y adelantábamos a un nutrido grupo de corredores, alguno de los cuales recordaba por los colores de su maillot que había sido de los que al salir nos habían sobrepasado. Viendo sus caras de agotamiento me dije : “esto no es como empieza, sino como acaba”.

Con frecuencia, muchos directivos a los que acompaño como coach se lamentan de los pocos recursos con los que cuentan para alcanzar sus objetivos. A veces, se comparan con otras áreas de la empresa e incluso con otras empresas con más medios. ¡No te acomplejes nunca!. En tu camino encontrarás gente más inteligente que tú y empresas con más medios que la tuya, sin embargo el camino del éxito depende de muchos más factores que de unos pocos recursos, la determinación y la persistencia entre ellos.

En mis circunstancias, viendo lo que estaba empezando a pasar tan solo a mitad de la primera etapa, me propuse analizar cuales eran esos otros factores, pero no en aquél momento, decidí hacerlo conforme fueran pasando los días. Apreté los dientes y seguí pedaleando hasta que conseguimos acabar la etapa con bastante margen dentro del tiempo límite.

SEGUNDO APRENDIZAJE: COMPETIR HOY PARA GANAR MAÑANA.

Etapa 2: Erg Chebbi-Merzouga. 106 kms. 853+. El mayor paso de dunas.

Todos los participantes fuimos a competir, aunque a muchos nos costara reconocerlo. No digo que fuéramos a hacer pódium, o a buscar una posición en el TopTen de cada categoría, eso algunos…, sino a competir con otros, contra el reloj, contra la posición que obtuve en la anterior participación, o contra nosotros mismos, contra nuestra cabeza.

La segunda etapa se presentaba como la más dura de esa edición. Un paso de dunas de cinco kilómetros, nada más salir, iba a hacer dudar a mucha gente de su capacidad de resistencia para acabar los 106 kilómetros de la jornada.

Esta modalidad de carrera no es de un día. Yo tenía claro que esa etapa la iniciaba con la intención de acabar en la meta cinco días después. Las carreras, como los proyectos profesionales, no son de un día, son proyectos duraderos, y salir a tope desde el principio es asumir el riesgo de que nos invada la fatiga con las primeras dificultades, por el cansancio, por el estrés, por desánimo o hasta por depresión, como a veces he comprobado con algunas personas que he acompañado durante mi ejercicio como coach en el mundo de la empresa.

Esa jornada estuvo llena de imprevistos. Más allá de la hora y media que algunos necesitamos para recorrer los cinco kilómetros de dunas empujando la bicicleta, el fuerte viento levantaba la arena y se introducía por los resquicios más insospechados de nuestro cuerpo. Continuos cortes de camino por bancos de arena, que sin ser dunas, nos obligaban a desmontar y volver a empujar. Los primeros problemas estomacales de uno de mis compañeros y un sol abrasador hicieron de aquella una etapa épica que casi cuarenta participantes no llegaron a terminar.

Los entornos profesionales cambian cada vez con más rapidez, lo que significa que las circunstancias y los desafíos se renuevan también continuamente. Estad preparados para esperar lo inesperado y manejad con flexibilidad vuestras expectativas. En definitiva, competir hoy, sí, pero con sentido de proceso y gestionando adecuadamente los recursos materiales y personales de los que disponemos, porque lo que queremos es “ganar mañana”, conseguir el éxito al final del proyecto.

TERCER APRENDIZAJE: MODELA A LOS MEJORES

Etapa 3: Merzouga-Merzouga. 103 kms. 1014+. Etapa de Navegación.

La bautizada como “Etapa Garmin”, por estar patrocinada por una de las marcas de navegadores más conocida. Una etapa de orientación donde los 25 primeros kilómetros no estaban señalizados de ninguna manera y la única referencia que teníamos los participantes eran los CP’s, o puntos de control por los que era obligatorio pasar. No existía un trazado previo que la organización hubiera fijado y tampoco había ningún tipo de pista ni señalización para realizar este primer tramo de la jornada.

Recuerdo que la tarde anterior mis compañeros de jaima me preguntaron la opinión sobre cómo íbamos a plantear ese primer tramo y sencillamente les respondí: “sigamos la espalda de quien veamos más decidido. Ese seguramente sabe por donde ir”, respuesta que arrancó una sonora carcajada. Es cierto, había muchos participantes, quizá la mayoría, que no era la primera vez que disputaban la Titan. De hecho, más de uno había participando en todas y cada una de las doce ediciones que ya se habían celebrado desde que la prueba se estrenó. Aunque el recorrido no fuera el mismo que en años anteriores, muchos de los corredores sabían como afrontar aquella jornada. La noche anterior a esa etapa, pudimos ver corrillos de personas alrededor de la pantalla de algún ordenador chequeando mapas y altimetrías, valorando las distintas alternativas que había para llegar a los puntos de control.

Nosotros no contábamos con buenos mapas y hasta teníamos dificultades con nuestra conexión a internet, así que mi respuesta sobre como abordar aquella etapa me pareció práctica.

A los pocos minutos de darse la salida la gente empezó a dispersarse en abanico. Muchos, como nosotros, disminuimos la velocidad y comenzamos a mirar a izquierda y derecha para tomar una decisión. Finalmente opté por “una espalda decidida” y acertamos de pleno porque, aunque estuvimos ese día pedaleando en pleno desierto de arena, lo que hacía inevitable desmontar de la bicicleta con cierta frecuencia, los que elegimos “aquella espalda” coincidimos en que habíamos seguido el mejor camino para hacer esa parte de la etapa.

Cuando se trata de tomar decisiones tácticas en el mundo de la empresa yo suelo decir: “Sigue a los mejores. La rueda ya está inventada”. Utiliza tu entusiasmo, tu intuición y creatividad para abrir caminos nuevos que te lleven a conseguir tus objetivos, pero no pierdas el tiempo en explorar caminos que ya hicieron otros antes y que sabes a donde llevan. Modelar a los mejores es una habilidad que nos facilita alcanzar el éxito sin mayor esfuerzo. No es obligatorio sufrir para ganar.

Ese día recibí otra lección sobre algo de lo que mucho se habla pero que pocas veces tenemos la oportunidad de vivir. Mi compañero de aventura persistía con los problemas estomacales que se iniciaron la jornada anterior y la situación se le había agravado hasta tal punto que su cuerpo no admitía nada sólido, y a duras penas algo líquido. Os podéis imaginar que en unas circunstancias tan demandantes de esfuerzo por tiempo prolongado, no alimentar nuestro organismo de la energía necesaria para pedalear en forma de hidratos de carbono, era garantía segura de fatiga, agotamiento y hasta de riesgo de shock.

Mi compañero aguantó bien las primeras cuatro horas de etapa, sin embargo, a partir de ahí, aquello se convirtió en un rosario de paradas para recuperar mínimamente la energía necesaria y continuar pedaleando. Nos quedamos solos. Él insistía en que yo tirara para delante pero tenía claro que solo lo dejaría si decidía retirarse y apretaba el botón del localizador personal que todos llevábamos para que alguien del equipo médico lo recogiera. En varias de esas paradas era yo quién le proponía avisar al personal de apoyo pero él, sentado sobre cualquier piedra con la mirada perdida sobre la tierra y evidentes señales de abatimiento corporal, levantaba con esfuerzo la cabeza y me decía “no te preocupes, sigamos, voy a llegar como sea”. Aquella fue una lección en directo de cómo alguien con determinación y una meta clara se levanta una y otra vez con la mirada puesta en su objetivo. Después de cada pedalada sólo piensa en la siguiente. Después de cada caída sólo piensa en levantarte. Descarta cualquier otra opción que no pase por levantarse de nuevo y ten cerca a personas que te ayuden a hacerlo.

Una labor de equipo es fundamental para transitar por la vida. En el ámbito personal son nuestras parejas, nuestros hijos, nuestros padres, nuestros hermanos, nuestros amigos. Sin ellos nos faltaría el apoyo necesario para levantarnos cuando la vida nos da un revés, cuando se produce la perdida de un ser querido, una separación, una enfermedad, un despido. En nuestro contexto profesional suele ser un buen mentor, un buen jefe, un buen compañero, un buen equipo. Si pretendemos hacer el camino solos, las posibilidades de fracaso a la hora de alcanzar nuestros objetivos se multiplican.

CUARTO APRENDIZAJE: HAZ MÁS CON MENOS

Etapa 4: Merzouga-Fezzou. 104 kms. 900+. Inicio etapa maratón y puro desierto.

Y llegó la etapa maratón. ¿Qué en qué consiste?. Son dos tramos, uno por día, donde en la noche que hay por medio no se cuenta con ningún tipo de ayuda ni comodidades, más allá de una jaima comunitaria para los más de cuatrocientos participantes.

En la salida de esta cuarta etapa, cada corredor debe llevar encima todo lo necesario para terminar esa etapa y la siguiente: repuestos para la bicicleta, alimento sólido para el recorrido, elementos para el aseo personal, equipación para cambiarse el segundo día, saco y colchón hinchable, si se quiere descansar durante la noche…etc. En esa etapa, si se consigue terminar, no esperan masajista ni mecánicos para recomponer cuerpo y máquina.

Saliendo ese día sabíamos que estábamos sobrepasando el ecuador de la prueba y precisamente, en el momento de la partida, sufrí un incidente desagradable.

Esta es la etapa en la que los participantes necesitan utilizar toda su inventiva y creatividad para transportar el “equipo extra necesario” al que antes hacía mención. Fue interesante para mí dedicar unos minutos a observar la percepción de “lo necesario” tan diferente que tenemos los seres humanos. Alguno parecía que fuera a hacer el Camino de Santiago en bicicleta durante varios días por la cantidad de enseres que transportaba. Mochila de hidratación de mayor tamaño que en días anteriores, saco de dormir bajo el manillar, alfombrilla aislante atada a la barra horizontal del cuadro de la bicicleta, colchoneta sujeta bajo el sillín y hasta un trasportín sobre la rueda trasera para llevar el resto de accesorios “necesarios”. Otros, sin embargo, parecía que fueran a dar un paseo de media hora por el Parque del Retiro, porque más allá de la habitual mochila de hidratación, no fui capaz de identificar donde transportaban los accesorios extraordinarios para esas dos jornadas.

Mi decisión previsora se ajustó a la del participante medio, en cuanto al mínimo de elementos a transportar durante esa etapa. Me las ingenié para colocarlo todo en la Camel Back, la mochila de agua que habitualmente llevaba con los accesorios imprescindibles en caso de avería común. Eso sí, fue un puzle que encajé con “calzador”.

La música a tope y todos esperando en el cajón de salida. Empieza la cuenta atrás: 10,9,8,7…, pero llegando al 3,2…, alguien, que tenía detrás de mí, me dice: ”se te ha caído el saco”. “La madre que me p…”. En qué momento me ocurre aquello…, lo recojo del suelo con precipitación antes de que alguien me atropelle en su arranque, se lo comento a mi compañero de viaje y, con el saco en la mano, me pongo a pedalear para evitar que me pase por encima la marabunta. Con un “nos echamos ahora a la derecha nada más salir”, acordamos parar para asegurar lo que estuve a punto de perder. Las noches en el desierto pueden ser muy frías y abandonar el saco de dormir no me parecía una buena idea. Ya parados, mientras nos las ingeniamos para asegurarlo de nuevo (la cinta americana es un excelente compañero de viaje en este tipo de aventuras), observamos, no sin cierta desazón, como todos los participantes que habían salido detrás nuestra nos sobrepasan y comienzan a desaparecer en la lejanía tras una nube de polvo y el estruendo que originan las palas del helicóptero.

Serenidad y mente fría fueron, a partir de ahí, extraordinarios recursos de valor el resto de la etapa.

Los problemas estomacales de mi compañero del alma casi habían desaparecido del todo pero aún nos asaltaba la duda de cómo iba a responder al esfuerzo necesario para acabar la jornada. Aún así, y a su ritmo, para asegurarnos de que nos ajustábamos según sus sensaciones, estuvimos remontando posiciones el resto de la etapa, lo que supuso un refuerzo emocional extra que sin el percance no habríamos tenido.

Uno de los participantes que alcanzamos pedaleaba con la única pierna que tenía. Pertenecía a ese reducido colectivo de valientes corredores que con alguna discapacidad se habían atrevido a inscribirse en la prueba.

Supongo que será de esas personas que cuando alguien le insinúa que no podrá hacer determinadas cosas como consecuencia de su discapacidad dirá: “mira como lo hago”. Observar aquel ejemplo de fuerza y determinación hizo que apretáramos aún mas los dientes y continuáramos pedaleando.

Fue una etapa dura porque se hizo interminable aunque las sensaciones percibidas nos llenaron de entusiasmo y confianza para poder llegar a la meta ese día y los restantes con un tiempo fantástico.

Ese día aprendí dos cosas muy importantes para mí. La primera que “menos es más”. Que no necesitamos esperar a tener todos los recursos disponibles para abordar un proyecto. “Lo necesario no es tanto”. Hay personas que no se echan a andar porque esperan a tenerlo todo antes de poner en marcha una iniciativa. No esperes, ¡empieza ya!. Echa a andar con lo mínimo imprescindible. No caigas en esa trampa. Puede ser tu principal boicoteador. De hecho, “tenerlo todo”, se convierte en un lastre que nos retrasa porque nos condiciona, y aún así, en el trayecto para conseguir un objetivo, si sufres un percance, utilízalo como un aliciente para insistir con mayor determinación. Llénate de orgullo solventando los incidentes que sin duda van a aparecer y date premios para celebrarlo y así reforzar emocionalmente esos logros.

Mi segundo aprendizaje…, que no hay discapacidad que pueda con la determinación humana.

QUINTO APRENDIZAJE: APROVECHA LOS IMPULSOS DE OTROS

Etapa 5: Fezzou-El Jorf. 143 kms. 1288+. Un infierno de más de 140 kms.

Esta etapa era la más temida por los participantes, 143 km de desierto, altas temperaturas y un viento que sin ser tan fuerte como los primeros días todavía molestaba, y según la orientación de la marcha se convertía en un importante freno para avanzar.

A esas alturas de la carrera, casi el 25% de los participantes habían abandonado. Los problemas estomacales los primeros días y la fatiga, el agotamiento, los golpes de calor, las averías y alguna que otra caída habían mermado el pelotón.

Mi compañero de batalla ya estaba totalmente recuperado y desde el arranque pusimos una buena marcha. No queríamos forzar porque sabíamos que aquella etapa se le iba a hacer muy larga a muchos. Sin embargo, un terreno compacto con apenas algunos intervalos de camino trialero, nos ofreció un escenario mejor de lo esperado.

Unos cuantos participantes, aquellos que el día anterior habían llegado muy justitos de fuerzas, decidieron no salir temiéndose lo peor, sin embargo, para la mayoría, la etapa fue larga aunque más llevadera de lo previsto. A veces las expectativas en forma de creencias limitantes son las principales boicoteadoras de nuestra vida. Además, el Dios Meteo quiso que durante los últimos treinta kilómetros de la jornada un fuerte viento soplara a nuestro favor con lo que una espalda bien erguida sobre la bicicleta se convertía en una estupenda vela para quellaneando consiguiéramos en alguno de esos últimos tramos más de cuarenta kilómetros de velocidad.

Pensando en las claves que nos permitieron hacer esta etapa en un tiempo extraordinario y con un desgaste menor de lo esperado identifiqué un recurso que apenas habíamos utilizado en las jornadas anteriores: pedalear en grupo. O como dirían los buenos aficionados al ciclismo, “marchar en grupeta”.

En varias ocasiones hicimos grupeta con algún equipo o con algún grupo de participantes que habían decidido hacer el camino juntos. Alcanzar a uno de estos grupos significaba pedalear más protegidos del viento y, al mismo tiempo, obligarnos a no disminuir el ritmo al que íbamos. En ocasiones, por un parón inesperado del grupo, o porque verdaderamente veíamos decaer su ritmo, nosotros decidíamos tirar hacia delante con la intención de alcanzar nuevos compañeros de viaje con un ritmo más adecuado a lo que necesitábamos en ese momento.

El aprendizaje, trasladado al mundo empresarial, puede parecer obvio, sin embargo no siempre somos conscientes de ello. Aprovecha los impulsos de otros, arrímate a aquellas personas que te dan energía y que están empujando en el mismo sentido. A los que te ponen las pilas. No pretendas hacer el camino solo. Una labor de equipo bien alineada, donde además se cultiva la complicidad y la vinculación emocional, es una base extraordinaria para desempeñar el liderazgo y multiplica las posibilidades de éxito de un proyecto.

El incidente más comentado de la jornada fue el error que cometió un grupo de unos cincuenta corredores que, con el objetivo derecortar terreno entre el primer punto de control y el segundo, decidieron navegar por una ruta alternativa a la sugerida por la organización, algo que está permitido dentro de los reglamentos de la Titan, únicamente que al preparar esa alternativa la noche anterior no tuvieron en cuenta la altimetría del terreno y el camino elegido les llevó a través de un terreno ascendente, que por tramos ni siquiera podían hacer montados en la bicicleta, hasta un precipicio desde el que era casi imposible descender por la vertiente contraria salvo que alguien se jugara la vida saltando de saliente en saliente con la bicicleta al hombro, riesgo que asumieron dos participantes. El resto se dio la vuelta acumulando un retraso de tres horas con respecto a los que siguieron la ruta sugerida. El comentario general de los que sufrieron aquel percance fue “deberíamos habernos dado la vuelta antes al comprobar sobre el terreno que continuar en esa dirección era una estúpida huida hacia delante”.

Pasados unos días y analizando el incidente lo conecté con el empecinamiento y cabezonería con la que algunos profesionales abordan circunstancias parecidas, es decir, cuando todo hace indicar que se ha cometido un error y por evitar reconocerlo, para que el ego no resulte dañado, insisten en contra de las opiniones de la mayoría, y hasta de la evidencia. Si te confundes no pasa nada, rectifica, no tengas miedo a utilizar la declaración menos escuchada en el mundo del trabajo: “Me he equivocado”.

SEXTO APRENDIZAJE: OLVIDA TUS ERRORES EN CINCO MINUTOS

Etapa 6. El Jorf-Maadid. 51 kms. 246+. La gloria espera a los Titanes

Y llegó el gran día. Ese que estábamos esperando todos los supervivientes de la edición de este año. Uno de cada cuatro participantes ya se había quedado por el camino y conforme habían ido pasando los días me había ido sintiendo mejor, más confiado, más cargado de pilas, más entusiasmado. ¿Os acordáis del aprendizaje de la primera etapa?: “No acomplejarse”. No lo había hecho, tuve paciencia, seguí mis sensaciones y mi intuición y ahí estaba yo con un nutridogrupo de participantes, algunos de ellos con lesiones, vendas, parches, tiritas y un aspecto de haber pasado por un sinfín de penalidades, pero todos con la sonrisa dibujada en los labios. A esas alturas todo indicaba que íbamos a acabar la carrera. Era la etapa más corta de esta edición y técnicamente no presentaba dificultad aparente, sin embargo nada más darse la salida me asaltó una inquietud que, luego conversando con mis compañeros de aventura, había sido compartida por variosde ellos. Habíamos llegado hasta allí y el entusiasmo podía cegar a más de uno. De hecho, me contaron que estadísticamente la última etapa era una de las etapas en la que más incidencias se producirían. Con el entusiasmo y la alegría desbordada algunos participantes no sólo bajaban la guardia y asumían riesgos innecesarios, sino que dejaban de tomar ciertas precauciones como no vigilar por dónde metían la rueda delantera, la distancia con el corredor que llevo enfrente, a derecha o a izquierda… etc.

Encontramos a más de uno llorando por un simple pinchazo, atrapado por la angustia, en ese momento irracional, de la posibilidad de no acabar la carrera.

Llegar hasta aquí no es una casualidad, es el resultado de muchos factores. No se trata solo de haber preparado la carrera desde un punto de vista físico con un buen entrenamiento previo, también cuenta una buena preparación logística, qué llevo y qué no llevo a la Titan y a cada una de sus etapas. A una buena montura, es decir, una buena bici resistente a las roturas, a las averías mecánicas y en perfecto estado de mantenimiento. A la fortaleza mental para aguantar el sufrimiento y estar preparado para los inesperado, a una buena salud. Que nos respeten los golpes de calor pero que también seamos cuidadosos con lo que comemos y bebemos, cuándo lo hacemos y en qué cantidad. Pero hay un factor que poca gente tiene en cuenta y que sin embargo se revela como elemento clave en un desafío de estas características: la toma de decisiones. Puede parecer evidente…, sin embargo es interesante reparar en ello conscientemente.

La inquietud que nos asaltó a muchos de sufrir un percance en la última etapa creo que despertó especialmente nuestros sentidos. Ese día no me pegaba tanto a quien tenía delante para aprovecharme de su escudo contra el viento y así mejorar mi aerodinámica. Tenía especial cuidado de por dónde iba “colocando” mi rueda delantera, no fuera a ser que un saliente o un canto afilado del terreno rajara una cubierta, y me di cuenta que cuando no estaba acertado con el sitio por el que hacía pasar la bicicleta el sentimiento de culpa por haber cometido ese error y mi análisis de porqué lo había cometido distraían mi capacidad de concentración y, a veces, esto me llevaba a encadenar varios errores seguidos. Afortunadamente me di cuenta en los primeros kilómetros de esa etapa y mi aprendizaje me permitió evitar más situaciones como aquella. En esascircunstancias la toma de decisiones es continua: ¿paso la rueda por la derecha o por la izquierda de la piedra?, ¿me salgo de la rodada para buscar terreno más compacto?, ¿paso por encima de la zarza porque la alternativa me parece muy irregular?, ¿me acerco o me alejo del corredor que llevo delante?, ¿lo adelanto o lo sigo?, ¿subo o bajo pulsaciones?, ¿me conviene beber o comer de nuevo?...,etc.

Ante tal avalancha de información y la consiguiente toma de decisión es conveniente no detenerse a sobre-analizar. Si lo hago, mi pérdida de foco en el presente,en lo que está pasando ahora, aumenta el riesgo de volver a cometer otro error. Es fácil trasladar este aprendizaje a un proyecto profesional. Toma las mejores decisiones que puedas tomar con la información que tienes. Tomando decisiones también cometerás errores, pero no pasa nada. Olvida tus errores en cinco minutos (en esa última etapa decidí hacerlo en cinco segundos). No te lamentes más tiempo. Busca el aprendizaje que sacas de ellos con rapidez, y sigue poniendo foco en el ahora, en el presente. El pasado ya no existe, el futuro aún no ha llegado, lo que está pasando está pasando ahora. No te pierdas el ahora.

Si movilizadora fue mi experiencia en la Titan, también lo ha sido revivirla para poder compartirla en este artículo.

Confío en que el relato te haya entretenido y que los aprendizajes que yo viví se conviertan en un nuevo mapa que te ayude a alcanzar el éxito en tu carrera profesional y en todo lo que te propongas.

Este artículo está dedicado a personas como mi amigo Pedro que lleva dos años luchando contra un cáncer, a los que sufren violencia de género o acoso, a los que sobreviven en condiciones de pobreza extrema. Todos ellos sí que son Titanes, saben lo que es la verdadera dureza del camino. Lo nuestro, lo de aquellos que buscamos desafíos por voluntad propia en una carrera como La Titan Desert, tan sólo es un paseo en bicicleta.

Jorge Salinas, Presidente de Atesora Group