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Parece como si la manera más efectiva de afirmar nuestra individualidad fuese la queja y la inculpación del otro. Resulta cada vez más difícil encontrar una reunión, situación o momento que permanezcan libres de ese tipo de conversación en cualquiera de los ámbitos de la relación humana.

En mi opinión, nuestra sociedad es mayoritariamente victimista, es decir, se considera y reacciona sintiéndose víctima de los acontecimientos que tienen lugar. Por ello, cuando me he interrogado acerca de cuál sería el área prioritaria de mejora he elegido el ejercicio efectivo de la respons(h)abilidad, entendida como la habilidad para responder, es decir, declarar qué hacer y… ¡hacerlo!

La alternativa

En 1943 Reinhold Niebuhr publica la “Oración de la Serenidad”, que se haría mundialmente famosa cuando fue adoptada por Alcohólicos Anónimos, y que reza así:

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo, y la sabiduría para conocer la diferencia entre ellas”


El gran Stephen Covey, al que perdimos demasiado pronto, recogió y desarrolló esta reflexión en lo que llamó nuestros Círculos de Preocupación y de Influencia. Observa cómo cada línea de la oración facilita el desarrollo de tu auto-liderazgo, liberándote del victimismo y, simultáneamente, desarrollando tu respons(h)abilidad. En la primera línea –el Círculo de Preocupación, para Covey– se hace referencia a aquellas cosas que están fuera de tu alcance –no tienes poder suficiente para que sean de otra forma–. Se trata, por ejemplo, de decisiones o tendencias políticas, cambios tecnológicos, catástrofes naturales (terremotos…) o provocadas por el ser humano (guerras…).

El enfoque más sano que puedes adoptar ante lo que no puedes cambiar es aceptarlo. Aceptar no significa estar de acuerdo, sino ser consciente de la limitación actual de tu poder personal (humildad). Tu peor respuesta es adoptar la posición de víctima, pre-ocupándote, quejándote y culpando a los demás. Las personas que conviven gran parte de su día a día con estas conversaciones se envenenan, sufren y acaban deprimiéndose. Creo que la mayoría de las crisis que vivimos son generadas y retroalimentadas por las personas que toleran su propio envenenamiento y lo difunden a su alrededor, frecuentemente de forma inconsciente.

Los líderes –los de verdad, no los nominales– saben que no pueden elegir las cosas que les suceden, pero sí que pueden elegir cómo responder ante ellas, y eso producirá un resultado elegido. La aceptación es la primera respuesta.

La segunda línea de la Oración –el Círculo de Influencia de Covey– apela a movilizar tu valor para cambiar lo que puedes. Se trata de una llamada a la acción, o proactividad. Es la parte más dura. Quejarte, lloriquear, echarle la culpa a los demás de tus problemas es muy fácil, pero arriesgarte a hacer para cambiar tu situación requiere esfuerzo.El líder no cede nunca su poder de elección.

Es necesaria la valentía para aceptar la responsabilidad de ejercer tus elecciones. Probablemente los líderes se forjan en este punto. Tus acciones generan siempre un resultado, provocan determinadas consecuencias. Esta es la respuesta del líder. Así es cómo ejerces una influencia en el mundo.

La línea final de la Oración señala la necesidad de discriminar lo que puedes y no puedes, separación condicionada por tus creencias.

Aquí el líder dará un nuevo paso adelante (respuesta) para retar las creencias que considere limitantes y cambiarlas por otras poderosas, que le permitan poder hacer lo que antes creía que no podía. Por ejemplo, puedes expresar con honestidad tu desacuerdo ante la autoridad correspondiente (padres, maestros, jefes, autoridades institucionales, etc.) y proponer una solución (respuesta), aunque seas el único que defienda esa idea. Recuerda que ante cualquier situación solo tienes dos elecciones, no existen posiciones intermedias: o eres parte del problema o eres parte de la solución. Y recuerda que no elegir… es una elección.

¿Qué vas a hacer ahora?

Te invito a reflexionar y responderte tres preguntas:

1. ¿Aceptas realmente las cosas que no puedes cambiar o solo te resignas?
2. De lo que puedes cambiar, ¿qué te comprometes a cambiar?
3. ¿Qué creencia limitante sospechas que mantienes? Y… ¿qué vas a hacer para retarla y, eventualmente, cambiarla por otra poderosa?

Adquirir conocimiento o información, como por ejemplo leer este artículo, no sirve de nada si no lo conviertes en acción. Así que insisto, ¿qué vas a hacer ahora mismo?

¡Ah! Si crees necesitar ayuda para responderlas y movilizarte encuentra un coach.

Jaime Bacás. Socio de Atesora Group.

Fuente: Atesora Group

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