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“La música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón”. Así reza la frase de Magdalena Martinez, una de las flautistas españolas contemporáneas más reputadas. Escuchar el punteo de unas corcheas, un acorde armónico o un solo de batería puede que sea para muchas personas el momento de la semana en el que más cerca están de tocar la libertad, el momento en el que todos sus sentimientos vuelven al estado más puro.

El audio se está convirtiendo cada vez más en un medio ideal para transmitir mensajes. Nuestra gama auditiva es diez veces mayor que nuestro alcance visual. En cuanto a la intensidad, nuestra escala sonora es 10.000 veces mayor que nuestro campo visual. La primera experiencia sensorial en la vida es el sonido y las vibraciones de los latidos del corazón de nuestra madre y la circulación sanguínea y hace que el sonido sea uno de los recuerdos más perdurables. Elementos, todos ellos, para comprender cuán importante es el sonido a la hora de reforzar la identificación de los clientes con una determinada marca.

En 1997, Adrian North, David Hargreaves y Jennifer McKendrick realizaron una investigación en una tienda de vinos para determinar el papel que jugaba la música de fondo en las decisiones de compra. Alternaron durante varios días música francesa con alemana y los resultados concluyeron que cuando la música francesa ambientaba la tienda el vino francés se vendió cuatro veces más que el alemán, mientras que cuando sonaba música alemana la proporción era de tres a uno en favor, esta vez, de los productos alemanes. El mismo estudio también descubrió que los clientes toleran más los tiempos de espera cuando hay música agradable de fondo. Cuanto menos revelador…

La música va directa al alma y las marcas deben aprovechar este efecto para saber llegar a sus clientes sabiendo mejor que nunca sus gustos y cómo poder complacerles a través de experiencias. ¿Quién no ha tarareado el eslogan de Ron Brugal alguna vez? ¿Quién no ha seguido –al menos mentalmente– el clásico politono de llamada de Nokia? Podríamos seguir infinitamente.

Explotar las experiencias a través de la música

Recientemente se ha celebrado en el campus de la Universidad Complutense la cuarta edición del festival de música Dcode. En los campos en los que normalmente se juega al rugby estaban teniendo lugar un sinfín de vivencias en las que los sentimientos estaban a flor de piel. Los organizadores del espectáculo supieron ver cómo extender su notabilidad ofreciendo a sus asistentes pequeñas píldoras para incrementar –incluso más– su bienestar. Junto a Spotify pusieron en marcha una campaña para formar parte de esos momentos y repartieron cientos de pulseras interactivas con las que se podía votar a los artistas preferidos. Asimismo sortearon pases para ver los conciertos en directo en el mismísimo escenario a tan sólo unos metros de los cantantes. Los admiradores, claro, encantados.

Una de las asistentes, Irene Martínez Gala @IreMGala escribió en twitter:"Increible Dcode. GRACIAS @dcodefest por otro año increible, este viendo a @JakeBugg desde el escenario"

En este tweet podemos ver cómo un planteamiento integral de comunicación 2.0 combinado con las técnicas de customer experience puede tener un gran efecto sobre una marca. En esta misma línea hace unas semanas Serrat contaba que está preparando un nuevo disco –Trencadís– y que quiere dar protagonismo al público. El nombre del álbum hace referencia al mosaico que hacía Gaudí a partir de fragmentos que unía y como tal cada canción, cada fragmento de la canción tendrá asignado un número. Los fans podrán escoger hasta diez y votarlas a través de Internet. “Yo preservaré cinco, y otras cinco que no hará falta que voten porque irán fijas (Mediterráneo y otras). Las 10 más votadas se tocarán cada día”, afirmaba el cantautor de las pequeñas cosas.

¡Sigamos componiendo!