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El personal de un proyecto es igual o incluso más importante que el plan de ejecución del mismo. Quienes realizan las tareas programadas son, a fin de cuentas, el principal valor con el que cuenta una organización. Por tanto, la gestión de equipos requiere una organización, tratamiento y una atención especiales.

Los grupos son universos en sí mismos. En su interior se tejen relaciones, dinámicas, roles e intercambios que en ningún otro contexto podrían presentarse. Saber orientar todos estos factores es otra de las funciones de un líder de proyectos.

Sin embargo, no siempre resulta sencillo. La unidad y el sentido de equipo suelen verse amenazados por distintos factores, entre ellos la confluencia de intereses, los grados de autoridad, la cualificación de los miembros y hasta las condiciones de trabajo, el clima laboral y la motivación. Todo tiene influencia en el conjunto.

¿Qué son las habilidades interpersonales?

La gestión de recursos, los plazos, los presupuestos y la monitorización son elementos fundamentales para la marcha de cualquier proyecto. Sin embargo, el momento en el que un líder demuestra verdaderamente sus habilidades y pone en juego su papel, es cuando se enfrenta a la gestión de equipos de trabajo.

Cuando se trata de gestionar personas, es indispensable desarrollar habilidades sociales que garanticen la buena relación entre el líder y sus colaboradores, sin perder de vista, claro está, los objetivos del proceso.

Al líder del siglo XXI no le basta con poseer importantes conocimientos sobre el área de influencia de su proyecto. También necesita herramientas que faciliten su trato con las personas que tiene a su alrededor. Cuando hablamos de gestión de equipos, esto es lo que se conoce como habilidades intrapersonales.

Dichas habilidades sirven para, entre otras cosas, la gestión del talento, la asignación de roles, la emisión de mensajes eficaces y la retroalimentación.

Gestión de equipos: consejos que no debes olvidar

Antes de mencionar algunos consejos y recomendaciones que te ayudarán en tu labor de gestión de equipos, es preciso dejar claro que cada proyecto tiene necesidades concretas. Éstas dependen en gran medida del número de miembros, su cualificación, su nivel de intervención en el proceso, etc.

Esto no quiere decir que la gestión de equipos no tenga características comunes. Veamos cinco prácticas que se pueden implementar en cualquier campo para hacer más eficaz esta tarea:

1) Fomenta un clima democrático:

La mejor forma de fomentar el bienestar de tu grupo de trabajo es pidiendo la opinión de sus miembros. Sentirán que son parte activa del proceso y ese gesto, con seguridad, hará que aumenten su rendimiento. Las personas siempre tienen algo que decir y que aportar. Eso sí, a la hora de tomar decisiones, muéstrate diligente.

2) Informa a tus colaboradores de la evolución de las tareas:

Delegar no se reduce a poner algo en manos de otro y desentenderse del asunto. Al  contrario, informa a tu equipo de trabajo sobre la evolución de las tareas que realizan. Con esto entenderán que lo que hacen merece tu atención y, probablemente, se esforzarán aún más para obtener mejores resultados.

3) Tómate el tiempo para conocerlos:

A veces conoces a tus colaboradores antes de conformar el grupo; otras veces, después. En cualquiera de los dos casos, tómate el trabajo de saber quiénes son. Indaga en sus perfiles. Pregunta por sus motivaciones, destrezas y habilidades. Muéstrate cercano.

4) Comunica: tanto el qué como el para qué

Cuando emitas un mensaje a tu grupo de trabajo, deja claro el para qué de esa acción. De lo contrario, lo tomarán como una orden en el sentido estricto de la palabra. En la medida en que te sea posible, explica la razón que justifica cada decisión y muéstrate abierto a escuchar cualquier opinión o recomendación.

5) ¡Motiva, motiva, motiva!

Un líder de equipos es, sobre todo, alguien que motiva constantemente. Y motivar no sólo supone una sonrisa, una palmada en el hombro o una frase enérgica. Es, antes que nada, sacar lo mejor de cada trabajador y ponerlo al servicio del proceso. También es crear las condiciones para que alcancen su máximo rendimiento y generar los estímulos suficientes que impulsen su acción diaria.

 

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