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Son incontables los que siguen los acontecimientos de Chile desde el exterior, lo hacen con preocupación, hasta ahora tenían al país como una puerta de entrada al cono sur de América; reunía las condiciones de una economía emergente y responsable, en donde el orden público y la seguridad jurídica eran la norma.

Las empresas de capitales mayoritariamente extranjero en territorio chileno equivalen aproximadamente al 1,4% del total. Vale decir, el 97,6% serían nacionales. Hablamos de algo más del millón doscientas mil firmas, de las cuales 16.800 serían extranjeras.

Los capitales foráneos, entre otros copiosos beneficios, favorecen el acceso a los mercados internacionales de productos finales e insumos, sobresalen los tecnológicos y otros bienes de capital; la formación recursos humanos; contribuye a la integración económica a través del comercio internacional; a generar mercados más competitivos y empresas de mejor desempeño. Igualmente, trasmiten al mercado que los acoge su conocimiento o know-how de buenas prácticas y estilos organizacionales, el mayor énfasis a la I&D, la innovación, el uso de tecnologías limpias, políticas de género y la responsabilidad social empresarial, por citar algunas.


Hasta este momento, los inversores afincados desean continuar con sus negocios, crecer con ellos y expandirse –si aún no lo han hecho-, por el resto del vecindario. Una de las últimas en llegar es FID Seguros, empresa perteneciente a la portuguesa Fidelidade Companhia de Seguros, una de las más reconocidas de Europa, que posee 212 años de trayectoria y tiene presencia en cuatro continentes. En general, todos están convencidos de que estas inestabilidades se superarán y vendrán tiempos mejores.

El pasado domingo tuvimos la oportunidad de leer una muy buena entrevista en el diario La Tercera de Chile, realizada al ex Ministro de Hacienda Eduardo Aninat, quién refiriéndose a lo acontecido, afirmaba “el pecado mayor fue olvidarse de la clase media, que le había costado mucho llegar hasta donde lo hizo: educar a sus hijos con o sin CAE, tener un auto pequeño para el grupo familiar, tener una libreta para una vivienda, aspirar a vacaciones en la costa central, tener celular y pagar con tarjeta de crédito. Ese acceso creó una clase media de casi el 60% de la población de Chile, que escuchaba las expectativas que se sembraron desde el discurso económico: empresarios, Banco Central, Hacienda, Economía, gobiernos, La Moneda, y que decían ‘mañana mejor’, ‘mañana mucho mejor’, ‘pasado mañana híper mejor’. Fuimos un país exitista. Y hoy esa clase media se aburrió, porque las promesas y esos discursos oficiales no se cumplieron según sus expectativas. Ellos no tienen la memoria de cómo vivían sus abuelos y sus padres, o no quieren tenerla, porque entonces tendrían que ser más justos y más pacientes”, respondía.

Por supuesto, y con todas las precauciones del caso, se declaraba “un poquito optimista”, frente al desenlace de lo ocurrido. Decía, “no conozco ninguna revolución y soy bien historiador, que se haya hecho sin campesinos y obreros. Y hoy día los campesinos están trabajando, tranquilos, la mayor parte de las regiones también, y a los empleados de clase media no les gusta lo que pasa, ni han participado. Entonces, esta es una rebelión juvenil, focalizada en cinco o seis cosas, a la que hay que darle pelota, pero no es una revolución y ojalá no llegue a serlo”, remataba.


Ante la pregunta del entrevistador apuntando a que, si la crisis podría derivarse del modelo económico de las últimas décadas, Aninat respondía “el sistema económico -no “el modelo”-, que se aplicó en Chile desde 1985-1986 hasta el año pasado es un capitalismo de mercado, que impera hoy en más de 100 países, combinado con regulación, control y políticas sociales de Estado. Por cerca de 35 años ese sistema produjo un alto crecimiento promedio y una reducción sustantiva de la pobreza. ¡Dos importantes logros! Hoy hay que ajustarlo fuerte para que posea “mejores dientes” en su componente social. Dicho en pocas palabras: que le llegue más directo o limpio a la gente de todo el espectro de la sociedad. No solo para algunos” contestaba.

Acerca de aquellos que denominan “neoliberal” al paradigma aplicado en Chile, manifestaba “sobre neoliberalismo económico se escribe por aquí y por allá. Mi reclamo es que nadie lo define como término, es un adjetivo tipo acordeón, o hasta un eslogan fácil. A nivel global y en Chile se debe ir tomando conciencia que para temas humanos de relevancia larga como son medioambiente, economía circular y participación de la gente en temas públicos de la ciudad, el capitalismo como sustento de base se queda muy corto o ineficaz en el siglo XXI. Vea cómo en EE.UU., Europa y Asia este sistema mixto, pero capitalista de base, empieza a tener tensiones. Pero hay que ser claros: esas tensiones son tanto en los capitalismos de dominio privado, y mucho mayores aún en los capitalismos de Estado, como los casos de Rusia o China. Este es un temazo que dominará la agenda 2021-2030 en el mundo” concluía.

Para dar una salida a la situación, dijo “¿sabe lo que requiere? Inteligencia, racionalidad y solidaridad, pero moderna, no en el lenguaje de los 70, de los 80, de la confrontación, o del exitismo de los 2000. Por ejemplo, el (actual) ministro (Hacienda) Briones, si dura en su cargo, que yo espero que así sea y lo he apoyado con todo, y sigue usando el lenguaje que tiene y sigue priorizando los temas que ha levantado, podría llegar a ser uno de muchos soldados de este nuevo esquema diferente, no exitista, austero, solidario y aterrizado en las principales prioridades” concluyó.

La entrevista al Ministro Aninat, es más extensa, pero para aquellos que miran desde fuera, tienen aquí una posible respuesta a sus inquietudes, a la vez que acota las demandas sociales a un nicho circunscrito de la sociedad chilena.

Tomás Pablo Roa, presidente ejecutivo de Wolf y Pablo Consultores, S.L., Consultoría de Comercio Exterior en Chile