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La aplicación de la RCP (resucitación cardio-pulmomar) y, cuando sea posible, el uso de un desfibrilador pueden suponer la diferencia entre la vida y la muerte en los casos de paro cardíaco por fibrilación ventricular. De ahí la importancia de la formación de personal no sanitario en lugares públicos (centros de trabajo, colegios, etc.) en las técnicas de soporte vital necesarias para actuar en casos de emergencia.

La fibrilación ventricular provoca una actividad eléctrica irregular del corazón y que impide que éste genere un latido regular y bombee la sangre (y, por tanto, el oxígeno) al cerebro y al resto del cuerpo. Esta situación implica un riesgo de muerte o daños cerebrales irreversibles directamente relacionado con el tiempo que se tarda en proporcionar atención médica a la víctima. La RCP inmediata combinada con la desfibrilación puede aumentar la tasa de supervivencia en un 45%.

La fibrilación ventricular produce un desmayo súbito, una ausencia total de reacción a los estímulos externos y una coloración azul progresiva de la piel. Cuando se produce el paro cardíaco, en primer lugar hay que solicitar ayuda médica urgente. Una vez hecho esto, la medida más eficaz es la desfibrilación, que consiste en la aplicación de una descarga eléctrica que hace que el corazón recupere su ritmo normal y por tanto, su función de bombeo de la sangre con oxígeno al cuerpo.

Si no se dispone de un desfibrilador, debemos aplicar técnicas de RCP o reanimación cardiopulmonar, realizando compresiones torácicas regulares en el centro del esternón con los brazos extendidos en ángulo recto con respecto a la víctima tumbada, hasta que llegue la ayuda médica.

El Consejo Español de Resucitación Cardiopulmomar (CERCP), por tanto, recomienda que se unifique y simplifique la normativa autonómica respecto a la formación en soporte vital y uso del desfibrilador externo automático o DEA de personal no sanitario en lugares públicos y que se implante en todas las Comunidades.