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Es necesaria una transformación del Modelo de Gobernanza de la Ciudad que permita lograr los objetivos de cualquier Smart City: competitividad económica, calidad de vida y sostenibilidad.

Tras unos años de explosión tecnológica en el que el desarrollo de proyectos Smart City se ha centrado en la incorporación de tecnología en la mejora de los servicios públicos en términos de eficiencia, desarrollo de nuevos servicios y disposición de información, llega el momento de plantearse si las organizaciones públicas están preparadas para asumir el cambio que este nuevo modelo genera. Este cambio de paradigma demanda un profundo cambio de nuestras administraciones, que disponen de información y recursos al alcance de la mano, pero muchas veces adolecen de la estructura y capacidades necesarias para aprovechar al máximo el esfuerzo realizado y los resultados obtenidos. Es decir, es necesaria una transformación del Modelo de Gobernanza de la Ciudad que conecte todos los aspectos relevantes para una gestión inteligente que nos permita lograr los objetivos principales de cualquier Smart City: competitividad económica; calidad de vida y sostenibilidad.

¿Y cómo podemos medir el éxito de nuestra Smart city? Desde Deloitte hemos desarrollado un modelo comparativo con prácticas Smart a nivel internacional y hemos establecido 10 driversa través de los cuáles medir para poder actuar.

Estos 10 drivers se centran en primer lugar en tener una visión clara y unos objetivos a largo plazo, hacer uso de la colaboración público-privada y contar con una estructura que fomente la colaboración interna y con agentes externos. Además, se exige desarrollar una plataforma inteligente que permita procesar la información y los datos de manera eficiente; un uso inteligente de la tecnología como palanca para abordar y superar puntos débiles en los servicios como la energía, la movilidad o los servicios públicos; así como poseer un sistema de gestión de riesgos;

Incluimos también la necesaria involucración de la sociedad. Educar a los ciudadanos y contar con su apoyo se hace fundamental para poder unificar proyectos dispares en un único plan y minimizar los desafíos a los que se enfrentan a la hora de su implantación; y, por último, crear un marco jurídico lo suficientemente explícito para apoyar a las empresas privadas, pero lo suficientemente flexible como para permitir la innovación.

Podemos concluir que se están haciendo las cosas bien y así lo demuestran los datos, a nivel nacional se dispone de un muy buen posicionamiento internacional en Smart cities, España es el cuarto país del mundo con más ciudades Smart según el IESE Cities in Motion Index 2016, gracias al esfuerzo e inversión pública (fondos europeos, estatales e inversión propia de los municipios) así como la inversión privada (IT vendors o start ups), que ha contribuido además al desarrollo económico y consolidación de un sector Smart. La evolución del concepto Smart en los últimos años ha sido notable en las tres capitales vascas y también a nivel territorial, pasando de proyectos pilotos experimentales, desarrollados con financiación europea en sus inicios, a la inversión en plataformas integrales de ciudad en los últimos dos años.

El mundo nos ve como referencia, sí, pero nos enfrentamos al reto de gestionar y aprovechar toda la inversión y esfuerzos realizados hasta el momento y esto pasa, como decía, por convencer a la administración de que tome decisiones en base a la información y que desarrolle modelos de funcionamiento más avanzados, de gobernanza basada en datos y conocimiento. Estamos haciendo los deberes pero debemos seguir remando si queremos mantener nuestro liderazgo en la creación de ciudades inteligentes, un futuro que ya es muy presente.

Ana Andueza, socia de Consultoría de Sector Público.