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A menudo, en mis procesos de coaching a directivos, surge este interrogante de hondo calado y de no fácil respuesta: Trato a ejecutivos en torno a los cincuenta años de edad, generalmente en el punto más álgido de su vida profesional; y que, estando la cima de su carrera, sin embargo viven con la sensación de que algo va mal en sus vidas. Muchas veces embargados en un sentimiento de no encontrar sentido a lo que hacen y a lo que son; lo que les produce amargura e insatisfacción.

Cuando se pierde el sentido de la vida, personal o laboral, no podemos evitar sentirnos rehenes de nuestros propios pensamientos, y quedarnos recluidos en nuestra prisión interior, como afirma Alex Pattakos. Experimentar placer en el trabajo aumenta la productividad, por contra la falta de esa sensación nos conduce al estrés emocional, a la desmoralización y a la depresión.

Es importante y necesario aprender a escuchar las señales vitales, que nos delatan que algo no va bien en nuestras vidas; y así poder responder a tiempo antes que sea demasiado tarde, y que el estrés deje huellas en nuestro estado físico o psíquico.

Algunos de los indicadores más frecuentes de haber perdido la ilusión y el sentido de nuestra vida son: el propio sentimiento de estar atrapado, la falta de equilibrio entre vida profesional y familiar, y el conflicto personal de valores.

Tomar conciencia de ello es muy beneficioso porque nos permitirá reenfocar nuestra vida, disfrutándola auténticamente tanto en el hogar como en el trabajo, y en el ocio. Para ello hay que emprender un viaje de autodescubrimiento: El aprender a escuchar a nuestro cuerpo requiere esfuerzo consciente de conexión mente-cuerpo, y una autoevaluación periódica.
No hay una única solución para recuperar la ilusión por la vida laboral. Pero desde esta reflexión vamos a recomendar un proceso de autoconocimiento y de rearme emocional, identificado en cinco pasos, basado en las investigaciones de Richard Boyatzis

Primer paso.- ¿quién quiero ser?

En este paso invertiríamos mayor esfuerzo y tiempo: Imaginémonos como sería nuestro día ideal dentro de cinco años, cómo nos veríamos, cómo nos escucharíamos, y cómo nos sentiríamos. Este pensamiento lo acompañamos de un estado de relajación manteniendo una postura cómoda y circundándonos de ambiente agradable y tranquilo. Nos centraremos en la respiración, elemento fundamental de toda práctica de relajación.

Una vez relajados, iniciaremos la visualización en sí aplicándola a la consecución de una meta, a la anticipación de una situación futura, al dominio de un movimiento, a la recuperación de una emoción. Con ello evocamos situaciones en las que se despliegan emociones, olores, sonidos… Poniendo en marcha mentalmente idénticos mecanismos internos como cuando se realiza esa situación en la práctica real. En detalle habrá que realizar lo siguiente:

– Encuentre un lugar tranquilo y silencioso, donde pueda concentrarse sin interrupciones.

– Siéntese cómodamente en una silla, o en el suelo si lo prefiere, y cierre los ojos.

– Respire profundamente, concentrándose en cómo aspira y expira. Sienta cómo el aire llena su torso, y cómo lo expulsado paulatinamente.

– Concentre su atención en los ruidos que escucha y aísle uno de ellos; o imaginar un lugar en plena naturaleza, un jardín…

– Imagínese delante una línea que le traslada del momento presente al futuro, mentalmente desplácese por ella y viva plenamente cómo se ve, qué escucha, y qué siente.

– Imagine que ya ha logrado alcanzar esa situación, y piense en cómo impactó en su vida, en qué le dicen las personas de su entorno, en cómo se siente, en cómo se ve…

– Dé unos pasos atrás en el tiempo y sitúese en una etapa intermedia entre la consecución de la meta y el presente, piense en qué pasos dio para conseguir el objetivo, en qué hizo, en qué sintió, en qué oyó, en qué recursos utilizó…

– Siga hasta el presente poco a poco, abra los ojos y describa cuál ha sido su visualización, cómo se sentía en el momento en que conseguía su objetivo, qué cosas hacía, oía y veía ¿Qué acciones llevó a cabo para conseguirlo? reflexione y saque sus propias conclusiones.

Segundo paso.- ¿Quién soy ahora?

Reflexione cuál es su estilo de liderazgo actual y como le ven los demás. Para obtener ello debe de estar extremadamente abierto al feedback negativo, incluso sería recomendable que pida a algún colega que haga de abogado del diablo.

Tercer paso.- Del estado presente al estado deseado

Una vez hecha la reflexión de quién quieres ser, comparado con la persona que realmente se es en base al proceso de autoconocimiento, y a la valiosa información de cómo la gente ve, es el momento de trazar un plan de acción.

La preparación mental es muy importante para realizar bien una tarea, la universidad de Pittsburg y la de Carnegie Mellon han demostrado que la preparación mental activa el córtex prefrontal. La estimulación para el cambio de hábitos es tanto neuronal como perceptual.

Cuarto paso.- El cambio mantenido en el tiempo

Para romper con viejos hábitos neuronales hace falta intentarlo una y otra vez sin parar, y practicar la idea de que solo un buen hábito, quita un mal hábito.

Quinto paso.- Cree una comunidad de ayudantes

Cree un entorno de confianza y seguridad donde se den un feedback sincero sobre el fortalecimiento de sus capacidades de liderazgo. No podemos mejorar nuestra capacidad de liderazgo sin la ayuda de los demás.

Liderar nuestra trayectoria vital es una tarea apasionante, no exenta de dificultades, que solo se conseguirá a base de esfuerzo personal, espíritu de superación, así como de saber dirigir nuestra vida en la dirección adecuada.

Por Ana Sanromán. Publicado en la revista TALENTO, edición Sep-Oct 2016.