Consultoría & Consultores

Es recurrente. Aunque la emergencia por el Covid-19 ha provocado que en estos días y semanas muchos nos lo hayamos planteado quizá de una manera más real por los fallecimientos -también entre la población joven- que ha causado este virus letal, lo cierto es que de cuanto en cuanto nos preguntamos si la que llevamos es la vida que realmente queríamos vivir.

Quizá pandemias como la que estamos viviendo nos hace ser más conscientes de la fragilidad de la vida y de que, ya sea por rutina o miedo a lo desconocido, no nos atrevemos a realizar ningún cambio para emprender la vida que creemos que nos va a aportar la felicidad que buscamos.

Durante estos días han sido los sanitarios los que han tenido que acompañar a los enfermos en los últimos momentos de su vida por la inhumanidad de esta enfermedad tan contagiosa como aún desconocida.

Han sido ellos, en vez de sus familias, los que han tenido que abrazar remordimientos y pena por no haber hecho o emprendido aquello que siempre habían soñado y que por un motivo u otro habían ido emplazando. Muchos, estoy segura, no olvidarán aquellos “y si”, aquellos abrazos o mensajes que les han pedido que les procuraran a sus seres queridos ante su inminente partida y hacerlo ellos personalmente.

Estos testimonios recogen la esencia del ser humano y tienen algo en común: muchos son remordimientos por no haber podido hacer aquello que les hubiera hecho más felices. Por eso, hoy más que nunca posee más actualidad que nunca este artículo de Jaime Bacás, socio de Atesora, y que resume magníficamente aquello de que la felicidad es, realmente, una elección.

Elige la vida que quieres

No es sencillo imaginar cómo serán tus últimas semanas, días y horas.

Para empezar no tienes ni idea si tu languidecer será plácido o doliente. Tampoco si será pronto o tarde. No sabes si podrás despedirte de los tuyos o estarás solo.

Si además eres joven y estás sano no es probable, siquiera, que pienses en ese momento. Tu mente sólo se interesa en el futuro cercano en el que se hagan realidad tus sueños más queridos.

No sabes cómo será tu futuro, sólo como te gustaría. Del futuro de tu vida no sabes nada, sólo que es finito. Un día desconocido tu vida terminará.

¿Cómo te gustaría que fuese ese final?

La mayoría de las personas prefieren que sea tarde, indoloro, acompañados por los suyos y en paz consigo mismos.

Observa que el único elemento sobre el que posees un control total es el último. Nada, o muy poco, puedes hacer por los otros tres. Sin embargo eres libre para vivir la vida que, realmente, quieres vivir para que cuando llegues a tu final, que puede ser esta tarde o dentro de treinta o cincuenta años, estés en paz contigo.

¿Estás viviendo, exactamente, la vida que quieres vivir?

Algunas personas no se preocupan, ni quieren prestar la mínima atención a ese momento final, porque están convencidas de que lo importante es centrarse en el momento presente. La pregunta para ellas, entonces, es: ¿has vivido hoy, exactamente, la vida que querías vivir?

Se trata de una pregunta pertinente porque te permite comprobar si lo que haces es, realmente, lo que quieres.

Muchas personas se creen libres. Creen estar viviendo la vida que quieren. No se dan cuenta de que arrastran determinadas cadenas de esclavitud aceptada, que les impiden vivir la vida que quieren.

La mala noticia de llegar a tu final y darte cuenta de que tu vida, corta o larga, no ha sido lo que querías es que ya no la podrás cambiar.

La muy buena noticia es que si ahora decides hacer esta reflexión, dispondrás de la posibilidad de cambiar tu vida para vivirla de la forma que quieres… y como consecuencia (inevitable) de ello tu final será en paz.

¿Morirás con alguno de estos remordimientos?

Bonnie Ware es una enfermera australiana que ha dedicado varios años al cuidado de pacientes terminales, atendiéndoles durante sus últimas tres a doce semanas.

Compartir esos momentos cruciales con tantas personas le ha permitido acumular algunos conocimientos y experiencias que ha puesto a tu disposición en su blog Inspiration and Chai y en su libro titulado ‘The top five regrets of the Dying’, que me sirve de inspiración para este artículo.

Entrecomillo las palabras escritas y traducidas de Bonnie… “cuando les preguntaba (a los pacientes terminales) por los remordimientos que tenían o por algo que habrían hecho diferente, siempre se repetían los mismos. Estos son los cinco más frecuentes:

Uno. Me hubiera gustado haber tenido el valor de vivir la vida que yo quería, no la que otros esperaban de mí.

Este es el remordimiento más frecuente de todos. Cuando las personas se dan cuenta que su vida se acaba y la revisan con claridad es fácil comprobar cuántos sueños han quedado incumplidos. La mayoría apenas ha cumplido la mitad de ellos y se enfrenta a su muerte sabiendo que se debe a las elecciones que hicieron o dejaron de hacer.

Dos. Me hubiera gustado no haber trabajado tanto.

Este lo repiten todos los hombres que he cuidado. Echan de menos los momentos que se perdieron de ver crecer a sus hijos y haber compartido más vivencias con su pareja. Las mujeres también expresan este remordimiento aunque en menor medida porque pertenecen a una generación muy anterior que no tuvo que trabajar fuera de casa.

Tres. Me hubiera gustado haber tenido el valor de expresar mis sentimientos.

Muchas personas reprimen sus sentimientos para no soliviantar a otros. El resultado es el establecimiento de una existencia mediocre en la que nunca llegaron a ser lo que eran capaces de ser. Muchos se consumieron en la amargura y resentimiento.

Cuatro. Me hubiera gustado haber mantenido la relación con mis amigos.

A menudo no se dan cuenta de lo importante que son sus viejos amigos hasta esas últimas semanas cuando ya no es posible recuperarlos. Muchos han estado tan atrapados en sus propias vidas que han abandonado a sus mejores amigos durante años. Hay muchos remordimientos profundos por no haber prestado el tiempo y dedicación que merecían sus amigos. Todos echaban de menos a sus amigos cuando iban a morir.

Quinto. Me hubiera gustado permitirme ser más feliz.

Esta es sorprendente frecuente. Muchos no se dan cuenta hasta el final que la felicidad es una elección. Han permanecido atrapados en viejos patrones y hábitos. El denominado confort de la familiaridad anegó sus emociones, así como sus vidas físicas. El miedo al cambio les ha hecho aparentar ante otros, y ante ellos mismos, que estaban contentos, cuando en su ser más profundo anhelaban una vida más divertida y despreocupada”.

Ejercicio

Las elecciones que realizas en tu vida están determinadas por tus creencias. Cada creencia te permite determinados comportamientos y te impide otros.

Si tú crees, como ha escrito Bonnie, que “la felicidad es una elección”, entonces ¿qué es, exactamente, lo que vas a hacer y a dejar de hacer desde este mismo momento?

Si no se te ocurre nada mi propuesta es que hagas este ejercicio, porque estoy convencido de que puede ayudarte a ser más feliz:

Explora cuál son tus remordimientos si supieras con certeza que tu vida acaba esta medianoche. Identifica cuáles son los comportamientos y elecciones que te han conducido a esos remordimientos. Escribe las creencias limitadoras fuente de esos comportamientos. Cámbialas por otras que sean poderosas, es decir, que te permitan vivir la vida que quieres.

Si no sabes hacerlo sólo elige pedir ayuda, a un coach, por ejemplo.

“Creo en el sol aunque no lo vea brillar; creo en el amor aunque no lo sienta; creo en Dios a pesar de su silencio”. – Se encontró garabateado en un muro de Auschwitz

Jaime Bacás. Socio de Atesora Group.

Sigue leyendo aqui

Categoria

Fuente: Atesora Group

Source