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La industria cárnica española se ha afianzado como el cuarto sector económico del país. Por delante únicamente la avanza el potente sector energético, el mercado automovilístico y la industria del petróleo.

El sector cárnico abraza cerca de 3.000 empresas que alcanzan una cifra de negocio de 22.600 millones de euros, el 21% de toda la industria agroalimentaria española. Según datos del ICEX-Estacom, el organismo del Ministerio de Industria encargado de realizar informes sectoriales oficiales, en 2017 se exportaron 2.571 millones de toneladas de productos cárnicos. El éxito de la cifra provine, en gran medida, del aumento continuado y exponencial, a lo largo del último decenio, en la exportación de carne porcina, para la cual España ya se ha posicionado como el cuarto exportador mundial, por detrás de Estados Unidos, Alemania y Dinamarca.

La calidad de la carne española, su higiene y control, su adecuación calidad/precio, y el aumento planetario de la demanda, ha originado la firma de nuevos acuerdos con mercados como el francés, portugués, italiano y chino, pero las grandes corporaciones cárnicas españolas se han impuesto el reto de alcanzar nuevos mercados más allá de Europa y afianzase en alguno de ellos como el japonés, que ya es una realidad.

En paralelo a su crecimiento e incidiendo de manera directa en el consumo, el sector ha dibujado un nuevo perfil de consumidor de productos cárnicos, como se debatió en el último congreso AECOC celebrado en Lleida, donde se puso de manifiesto que el consumidor persigue un estilo de vida saludable. En AECOC se actualizaron los datos que refrendan dicha tendencia, y cerca del 60% de los consumidores ya ha optado por una alimentación sana y equilibrada, mientras que un 46% se ha habituado a comprar productos respetuosos con el medio ambiente. Por ello, la industria cárnica está impulsando cambios en cada uno de sus procesos: desde el bienestar animal en granja, hasta el uso de envases biodegradables.