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En las últimas décadas, el transcurso del tiempo ha sido sinónimo de evolución, la cual ha influido en los  distintos aspectos de la vida, obligándonos  a transformar y adaptar nuestras costumbres. Aún recuerdo los partidos de baloncesto en campos de arena  con tableros de madera, el fútbol en blanco y negro, las pistas de atletismo de ceniza y un sinfín de imágenes que, hoy, parecen ridículas.

Ahora la sofisticación del deporte llega a su máximo detalle: ropa deportiva especial para cada situación, infraestructuras tecnológicamente difíciles de entender, retransmisiones a través de multicanal que permite  llegar a todos los hogares y, así, podríamos numerar miles de adelantos.

Con esta situación de cambio positivo y evolutivo siempre me surge la duda de si la gestión deportiva ha evolucionado y si se está adaptado de la misma manera con el transcurso del tiempo.  Para contestarme, sería interesante entender el significado exacto que encierra el término gestión.

¿Aplicar la gestión empresarial al deporte?

Si nos centramos en la gestión integral de una entidad deportiva, comprobamos que hoy, en la mayoría de los casos, las funciones necesarias para el funcionamiento de la entidad se disipan entre los diferentes empleados  del club.  No se suele encontrar un comité de dirección formado por profesionales cualificados con funciones claramente definidas, tanto en términos estratégicos como tácticos. Este tipo de entidades tampoco tienen atribuidas funciones tan relevantes como la planificación estratégica, la creación de valor de marca, el desarrollo de las carreras profesionales, modelos de RSC, formación, control económico, planes de Marketing, etc.

Dentro de este contexto, y aunque muchos tienen un nivel muy destacado, sería recomendable que los modelos de gestión deportiva evolucionaran. De este modo, se podrían definir políticas comerciales concretas que generaran valor tangible aumentando los ingresos,  desarrollar planes de marketing que impulsen los ingresos derivados de la publicidad y hagan crecer el número de abonados, los ingresos por derechos televisivos… En definitiva, trabajar para que estas empresa tengan  un balance equilibrado donde no gastemos más de lo que ingresamos.

En contra de lo que muchos gestores pudieran opinar, la gestión  de una entidad deportiva debería ser similar a la de otras entidades empresariales, con un comité de dirección compuesto por gestores adecuados a los volúmenes generados por el deporte.

La gestión deportiva en el fútbol

Si nos centramos en el deporte Rey, los datos del mercado son abrumadores: el 50% de la población asegura seguir este deporte. De ese porcentaje, 14 millones de aficionados acuden al estadio, 9,5 horas del día se dedican a ver fútbol, etc. Las cifras son astronómicas. Por lo tanto, estos datos sumados a los presupuestos de los equipos deportivos, nos indican la importancia de contar con auténticos profesionales de la gestión.

Junto a los componentes necesarios en un equipo de gestión deportiva, la realidad nos muestra que estas estructuras no son comunes en este tipo de entidades; la dirección ha sido siempre muy personalista y poco transparente, centrada en la mayoría de los casos  en la presidencia. Además, la evolución en este aspecto  ha sido mínima. Sin embargo, y tras grandes desbarajustes en su situación económica, algunas entidades han entendido la necesidad de incorporar equipos profesionales a su gestión deportiva, con resultados positivos beneficiosos muy rápidos. Un ejemplo sería el Rayo Vallecano que, a través de su director general, ha conseguido una política económica estable y una gestión deportiva real de su presupuesto, buscando diferentes líneas de creación de valor.

La situación económica  del deporte en general no es buena. Son muchos los intentos que se han realizado por parte de las instituciones para poder reconducir las distintas situaciones anómalas. En el deporte hemos visto diferentes caminos para la búsqueda de soluciones, llegando a influir en un mercado que  debería ser libre: cambios societarios como la creación de sociedades anónimas deportivas, restricciones económicas de gastos como el fair play. A todo esto hay que unir el hecho de que la presión social del deporte ha mantenido vivas un buen número de entidades deportivas que, en un mercado económico normal, serían ejemplo de compañías quebradas.

Este mensaje de profesionalidad en la gestión deportiva debe entenderse y evolucionar en todos los estamentos del deporte: Federaciones, asociaciones deportivas, clubs deportivos, etc, los cuales están pasando por un mal momento de credibilidad económica y de imagen. Al final, los grandes compensados serán los seguidores de estas entidades, que encontrarán lo que realmente buscan: espectáculo. Pero no el de los juzgados ni el de los desfalcos económicos, sino el deportivo. Porque los seguidores de un club de fútbol son, en definitiva, los que mantienen estas empresas.

Miguel Jiménez
Socio de Management, Risk & IT Consulting