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Aunque la COVID-19 nos ha cogido a todos por sorpresa, si hay un sector económico que estaba bien pertrechado para una crisis, ese era la banca, con una situación de solvencia y liquidez holgadas. Llevaba una década preparándose, después del impacto sufrido en la anterior crisis económica.

Además, ahora, los poderes públicos están apostando por utilizar a los bancos como herramienta clave para canalizar sus ayudas. A diferencia de la anterior crisis, la banca se vislumbra como una parte importante de la solución, y no como una parte del problema. Todos pensamos y deseamos que esta crisis vaya a ser temporal. Por tanto, cabe plantearse ¿Qué va a ser de los bancos una vez superada?

Como primera reflexión, no se puede ser del todo optimista si se piensa que el mayor problema actual de la banca es la rentabilidad y que una de sus causas fundamentales es el entorno de bajos tipos de interés. Si antes de la COVID-19 ya existían grandes dudas de que las autoridades monetarias adoptaran políticas que conllevaran un incremento de los tipos de interés, en un entorno como el actual y el que se prevé después de la crisis, no parece nada factible que lo hagan.

La banca deberá reponerse del efecto en rentabilidad y solvencia que esta crisis le está suponiendo. Como mayor exponente de esto, ya estamos viendo que la morosidad está repuntando y lo va a hacer aún más y, aunque algunas de las medidas adoptadas por los poderes públicos pueden atemperar en alguna medida el impacto, el efecto sobre la morosidad, como sucede en todas las crisis económicas, terminará siendo relevante.

Parece claro que el no reparto de dividendos, impuesto por los reguladores o adoptado voluntariamente por las entidades, no va a paliar totalmente la disminución de capital regulatorio y será necesario disponer de una parte de los “colchones” de capital creados para afrontar situaciones de crisis.

Las claves de la recuperación de la banca

No obstante, creo que existirán algunas palancas, nuevas o renovadas, que, de ser bien gestionadas, podrán hacer que las entidades bancarias salgan con éxito de esta situación.

  • Digitalización. No es nuevo, los bancos ya habían acometido grandes inversiones en esta materia. Pero la situación provocada por la COVID-19, ha acelerado la transformación digital de los clientes tanto personas físicas como empresas. Esta transformación ha sido reforzada por el confinamiento, que ha hecho que se utilicen mucho más los servicios bancarios online y, sobre todo, los pagos digitales mediante tarjeta o transferencia. Ahora que esos servicios han generado una experiencia positiva, en general, los bancos tienen una gran ocasión para consolidar y fomentar la digitalización entre sus clientes, acometiendo nuevas inversiones para aumentar sus servicios y capacidad de respuesta y para corregir aquellos aspectos que se han manifestado como mejorables. Este proceso de digitalización es una posible fuente de ahorro de costes a medio y largo plazo. No obstante, esta crisis está poniendo de manifiesto que conlleva riesgos de seguridad informática (ciberseguridad) que son más importantes de lo que se había considerado hasta ahora. Un ejemplo, son los ataques de phishing y smishing que han aumentado en estos días y que requerirán de nuevas inversiones en el ámbito de la ciberseguridad.
  • Una banca más sostenible. Los bancos son absolutamente conscientes de que su papel debe ser más activo en la gestión de los riesgos medioambientales y otros que amenazan la sostenibilidad de la economía y en buscar oportunidades, tanto de inversión como de captación de recursos, en un mercado financiero más sostenible, adaptando para ello sus modelos de negocio. Con esta crisis, se ha añadido (o se ha potenciado) un riesgo que amenaza nuestras vidas, nuestra salud y nuestra economía, como es el riesgo de pandemias como la COVID-19. Las lecciones de esta crisis deberán incorporarse a esos modelos de negocio sostenibles.
  • Inversión. La última de las posibles palancas de crecimiento, aunque no la única, es el enfoque de las inversiones de los bancos en aquellas empresas y sectores que apunten como los pilares de lo que se está empezando a denominar Nueva Economía después de la COVID-19. Como en todas las crisis, surgirán nuevos “campeones” que mantendrán o ganarán en competitividad. Algunos ejemplos serán las empresas dedicadas a nuevas tecnologías ligadas a la economía digital, aquellas que se dedican a la prevención, tratamiento o a paliar los efectos de las crisis sanitarias y aquellas que se vean favorecidas por la orientación de la política económica tanto nacional como europea.

En suma, hay un lugar en el futuro para la banca y para los buenos banqueros y que, después de esta crisis, el sector se puede ver fortalecido y contar con una imagen pública reforzada.

Julio Álvaro Esteban