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El 1de octubre de 1931 las mujeres españolas consiguieron el mismo derecho que los hombres llevaban disfrutando durante años: el derecho a voto. Pero no fue fácil, como nada lo es en la lucha de los derechos humanos. No solo se resistían diversos sectores políticos, sino que, dentro de la misma lucha feminista, no había consenso en cuál era la mejor estrategia. El debate entre Victoria Kent y Clara Campoamor protagonizó la lucha por el sufragio femenino en España. Mientras la primera argumentaba que hasta que las mujeres españolas no rehusaran el catolicismo, su voto podría ser manipulado y, por tanto, supondría una amenaza para la República; la segunda defendía el grado cultural e intelectual de las mujeres y que incluir a la mujer en los procesos de votación haría de la República un organismo más sano y fuerte.

Sin embargo, e independientemente de los posibles desacuerdos dentro del movimiento feminista español de principios del siglo XX, ese día se consiguió el sufragio femenino. Pero la lucha por los derechos de las mujeres no acabó con la reclamación del derecho al voto. De hecho, era un mero inicio, una base indispensable que permitió a la mujer ser partícipe de la política y, por tanto, ser ciudadanas activas de la sociedad.

Y es así, como ciudadanas activas, que se han ido logrando los avances de los cuáles disfrutamos hoy. El derecho a voto de la mujer y la expansión del movimiento feminista han sido claves para llegar al punto donde estamos. De hecho, las leyes de igualdad que hoy nos amparan son fruto de todos esos esfuerzos.

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