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Justo antes de la pandemia se puso de moda el puesto de responsable de felicidad para intentar mejorar el bienestar en aquellas empresas que pretendían estar a la vanguardia en la gestión del talento. Ya es difícil que todos nos pongamos de acuerdo en el concepto de felicidad como para crear una posición con una misión y unas funciones específicas en el seno de una organización concreta.

Muchos de estos puestos han terminado siendo amortizados e, igual que llegaron al mundo de las organizaciones, han desaparecido.

Lo que sí parece lógico es cuidar del empleado. Normalmente, va a tener que trabajar con presión de resultados y no van a ser pocos los momentos de tensión, por lo que el bienestar general se convierte en un factor higiénico que tiene todo el sentido contemplar dentro de una política de recursos humanos coherente y bien organizada. Si queremos llegar lejos, necesitaremos corredores de fondo.

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