La crisis que ha provocado la COVID-19 ha sido insólita, tanto por la rapidez como por la profundidad de sus efectos. En cuestión de días, la actividad productiva quedó paralizada y los ingresos de muchas compañías se desplomaron, cuando no desaparecieron. La falta de liquidez puso en peligro la propia supervivencia de estas empresas, que tuvieron que adoptar medidas urgentes para salvaguardar su tesorería y equilibrar sus estados financieros.
Si tenemos en cuenta las previsiones de los principales organismos económicos y la de la mayoría de las empresas españolas, que sitúan la recuperación a partir de 2022, los retos de carácter financiero se prolongarán todavía durante algún tiempo. En un contexto caracterizado por la incertidumbre, la implementación de una gestión financiera ágil y eficaz ayudará a las compañías a emprender la senda del crecimiento lo antes posible.
La pandemia ha llenado de incógnitas el entorno en el que las empresas desarrollan su actividad. Sigue siendo aventurado realizar cualquier afirmación sobre la evolución de la enfermedad, la reactivación total de la actividad económica o el retorno a los niveles de facturación previos a la crisis. No obstante, teniendo en cuenta el distinto impacto de la pandemia por sector y país, es previsible que la recuperación sea asimétrica, una realidad que las empresas tendrán que tener en cuenta a la hora de tomar decisiones financieras. Como explica Javier Ibáñez, socio de Deal Advisory de KPMG en España, “nunca hemos tenido que gestionar en un entorno de tanta incertidumbre como el actual, pero las empresas deben pensar en estrategias de financiación equilibradas, diseñadas pensando en posibles escenarios de recuperación, que serán diferentes para cada industria y sector”.
En el futuro más inmediato, las empresas deben poner el foco en garantizar su liquidez. Para ello, deberán determinar en primer lugar cuáles son sus necesidades de financiación y los riesgos de incumplimiento de pago, propios y ajenos, a los que podrían enfrentarse. En este contexto, adquiere un papel destacado la optimización del flujo de caja, mediante una estrategia de cobros, pagos y compras fiable, que contemple la renegociación de plazos, garantías pago y volúmenes de compra e incorpore la digitalización en el análisis de datos y la previsión de riesgos.
Las ayudas a la liquidez que ha aprobado el Gobierno en las últimas semanas, entre las que destaca la línea de avales del ICO han supuesto un bálsamo para muchas compañías, que presentaban un alto riesgo de insolvencia. Sin embargo, no se puede obviar que el auténtico reto viene ahora. La reactivación económica será progresiva por lo que la capacidad de generación de caja será inferior, tal y como señala Ibáñez. “Un gran número de empresas tendrán que reestructurar sus pasivos financieros para adecuarlos a su generación de caja actualizada. En caso de que esto no sea posible, es también previsible que veamos un incremento de insolvencias y de operaciones de reestructuración de la estructura de capital con entrada de inversores que permitan viabilizar negocios mediante acuerdos con los anteriores financiadores y accionistas” anticipa.
Una gestión financiera eficaz requiere de una visión estratégica que contemple todos los instrumentos disponibles, no solo para sortear la difícil coyuntura actual, sino también para impulsar su estrategia de crecimiento. Ibáñez señala que “el peso de los diferentes factores a tener en cuenta a la hora de elegir fuentes de financiación ha variado y ahora las compañías están dispuestas a pagar un coste algo más alto de su pasivo a cambio de tener una mayor flexibilidad en su estructura de vencimientos o de covenants”.
En los últimos años, en España se han consolidado alternativas como el direct lending, los mercados de capitales, instrumentos híbridos, financiadores especializados de determinados activos, que se suman a las actividades financieras tradicionales y a la que proporcionan fondos de private equity, “Acertar al elegir el mix adecuado de financiación para cada negocio será muy importante para afrontar con tranquilidad el futuro”, destaca Ibáñez.
En los próximos meses coexistirán dos circunstancias. Por un lado, las compañías precisarán capital para mantener su actividad, estimular la recuperación de su actividad y adaptarse a la nueva realidad. Por otro, una amplia variedad de inversores necesitará invertir la enorme liquidez disponible en proyectos rentables.
Desde el punto de vista del inversor, será necesario identificar en el mercado oportunidades atractivas y ejecutables que encajen con su estrategia e impulsen su crecimiento. En estos tiempos de incertidumbre, la ejecución de tareas como la realización de los memorandos de entendimiento y de las due dilligence requieren de un análisis aún más pormenorizado, que asegure que el acuerdo se cierra en unas condiciones y precios favorables para la consecución de sus objetivos de negocio. Asimismo, será necesario reforzar los controles y la monitorización del capital invertido.
Transmitentes e inversores deben tener en cuenta que las decisiones que tomen en los próximos meses determinarán su rendimiento a medio y largo plazo. Como indica Javier Ibáñez “lo fundamental es que negocios viables no mueran por el peso de su deuda, para que se mantenga la actividad económica y el empleo, y permita una rápida recuperación de la economía del país”.
Es probable, entonces, que asistamos a un incremento de las operaciones corporativas. “Poco a poco se está empezado a mover de nuevo el mercado, aunque la incertidumbre asociada a la COVID por sector y modelo de negocio supone una nueva variable a considerar por parte de los inversores”, explica Ibañez.
Esta incertidumbre podría trasladarse a la valoración que los inversores hagan de las compañías y sus activos. Ante este escenario, las empresas que precisen financiación deberán llevar a cabo un análisis de la situación articulado en tres ejes. En primer lugar, deberá determinar correctamente el impacto que la pandemia ha tenido en sus estados financieros, en sus capacidades de producción o en sus previsiones de caja y así conocer su valor en el nuevo contexto. En segundo lugar, será preciso que evalúen el rendimiento de sus negocios y su encaje estratégico, así como el interés terceros puedan tener en ellos. Por último, necesitará emprender aquellas acciones que permitan maximizar ese valor, a través de mejoras en las operaciones, la cadena de suministro o la estructura de la deuda. De este modo, no solo garantizará el éxito en futuras transacciones que pueda protagonizar, sino también adaptar su estructura a la nueva coyuntura.