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Si hay algo común entre la mayoría de asesores, es esa sensación de que el trabajo les supera.

Y lo curioso es que esta no desaparece, para nada, a pesar de una posible ampliación de la plantilla de profesionales y colaboradores.

¿Cómo podría corregirse esta situación?

Aprendiendo a delegar, lo cual implica en todo momento confianza hacia los miembros del propio equipo.


A muchos titulares de asesorías, que deben compaginar su doble faceta de administradores de su firma y de profesionales, a menudo les cuesta delegar algunas funciones que otros profesionales de su equipo, menos cualificados, podrían realizar. Esto hace que no puedan dedicarse a aquello que solo ellos pueden hacer. En este caso, nos encontramos con individuos que controlan todos los flancos de su despacho, por insignificantes que parezcan. Y no precisamente porque sus colaboradores sean incapaces o incompetentes, sino porque no se les da la oportunidad de asumir responsabilidades con plenitud. Sea como sea, llega un momento en que la capacidad de los pretendidos “todoterrenos” es limitada, por lo que su obsesión por controlar todo cuanto ocurre en la firma que regentan puede llegar a ser fatal.

¿Qué acaba ocurriendo ante esta necesidad de controlarlo todo? Que acabará superando al titular o al profesional. Por ejemplo, porque la presión del trabajo o la gradual expansión de la firma provoque que no sea capaz de revisarlo diariamente todo a tiempo.

Consejos para aprender a delegar

Por tanto, si un titular de una asesoría quiere aprovechar su tiempo, y el de toda su plantilla, en todo caso, ha de aprender a delegar, aunque de entrada le cueste mucho. Y para conseguirlo, nosotros le aconsejamos que trabaje en dos frentes:

  • El personal. Es decir, ha de estar realmente mentalizado de la conveniencia de delegar. Cuando uno piensa que ya no es indispensable para todo, empieza a estarlo. Como preparación, al principio puede delegar cosas más rutinarias, es decir, trabajos que requieran mucho tiempo y que uno sabe a ciencia cierta que alguien menos preparado puede llevar a cabo.
  • La selección del equipo. Indudablemente, es fundamental que las personas que forman un equipo o integren su despacho tengan unas características tales que permitan depositar en ellos una total confianza. De lo contrario, cuando las dudas afloran, resulta muy difícil poder delegar. Por ello, creemos que para la delegación es imprescindible conocer a los miembros del grupo y sus capacidades, y si es necesario, capacitarlos o entrenarlos hacia una dirección u otra. Además, también es importante probarlos con desafíos crecientes, celebrando sus aciertos y analizando cuidadosamente sus errores.

Si estos dos elementos funcionan, la delegación resulta mucho más sencilla, y a la larga nos beneficiará a todos. Es evidente que por mucho que nos esforcemos, la capacidad de trabajo que tenemos cada uno tiene un límite. El día tiene unas horas y no poder hacer nada para incrementarlas. ¿Creemos que no hay nadie que haga mejor las cosas que nosotros? Esto, hasta cierto punto, es natural, pero no razonable. Hemos de aprender a ser flexibles y aprovechar el talento y las habilidades que tiene cada uno. De lo contrario, deberemos conformarnos con un despacho, cuyo único empleado seamos nosotros mismos.

Para facilitarle al asesor la tarea de delegar, le daremos algunos consejos:

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