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No sabemos cómo es la realidad… … sólo cómo la interpretamos.

Construyes tus interpretaciones a partir de tu particular -y única- selección de datos de la realidad, obviando otros. Y además evalúas esos datos en función de tus valores, creencias, experiencias, intereses, etc. El resultado es, obviamente, la construcción de interpretaciones diferentes a las de otras personas a partir de una misma realidad. El problema surge cuando consideras que tu interpretación se corresponde con la realidad. O sea, cuando concluyes con el yo tengo razón, que presupone que las interpretaciones de los otros están equivocadas.

Es justo en ese momento cuando puede aparecer…

El conflicto

¿Existe Dios? ¿Son acertadas las ideas políticas que representa Rajoy? ¿Y las de Pablo Iglesias? ¿Estás a favor de aprobar la eutanasia? ¿Son justas las acciones de discriminación positiva de la mujer? ¿Tiene Cataluña derecho a decidir su independencia?

Cada uno de nosotros podemos contestar con un sí o un no a preguntas como éstas. En ocasiones defendemos o atacamos los argumentos que sostienen las interpretaciones, incluso con gran vehemencia. A veces llegamos a discusiones muy fuertes, incluso podemos enemistarnos con el otro. Y lo hacemos porque estamos convencidos de que tenemos razón, y el otro está equivocado, claro.
Una guerra no es más que un conflicto de grado extremo. Vamos a la guerra porque las ideas religiosas, económicas, éticas, etc., de los otros están equivocadas y queremos imponer las nuestras, que son las que tienen razón.

Los conflictos pueden evitarse o minimizarse poniendo en práctica algunas habilidades, como por ejemplo…

La empatía

Con empatía me refiero al conocimiento, comprensión y aceptación del otro. Es decir, acceder a sus valores, creencias, intereses, experiencias, etc. Cuando conoces te das permiso para comprender, y cuando comprendes puedes aceptar. Aceptación no significa estar de acuerdo, sino comprender que (afortunadamente) somos individuos diferentes. Aceptar es respetar la diversidad, el derecho a ser diferente a tí.

La sabiduría popular, expresada en los refranes, dichos, etc., no siempre parece acertada. Muchas personas asimilan empatía con el dicho tantas veces escuchado y repetido de “trata a los demás como a ti te gustaría ser tratado”. Un dicho que, en mi opinión, es el ejemplo perfecto de la anti-empatía. Podríamos empezar a sustituirlo por otro del estilo de “trata a los demás como a ellos les gustaría ser tratados”.

Otros utilizan el dicho de “meterse en los zapatos del otro”. Sería perfecto si fuera capaz de conocer –y sobre todo asumir corporal, racional y emocionalmente- sus experiencias, conocimientos, habilidades, actitudes, creencias, intereses , mentalidad, expectativas, preferencias naturales, etc. y etc . No parece una tarea fácil ¿verdad?

Las personas que se auto-definen como empáticas son las que más sorpresa y perplejidad me causan. Y admiración, si realmente lo son.

La herramienta principal o inicial para empatizar con el otro es…

La conversación

Conversar para conocer y así poder comprender y aceptar su diferencia contigo. Y las dos habilidades principales a poner en juego en esa conversación son la pregunta y la escucha. Pregunta, escucha y… vuelve a preguntar y escuchar y…

Así conocerás mucho mejor los valores, creencias, experiencias, intereses, etc. del otro, lo que te abrirá la puerta a comprenderle y aceptarle como legítimo.

El peor escenario final podría ser que, después de haber realizado esa aproximación a través de la conversación y confrontación de ideas, no quieras mantener con ese otro ningún tipo de relación en el futuro. Un escenario legítimo producto de haber llegado a la conclusión de que (aún) no eres capaz de gestionar las emociones que generas y sientes, provenientes de esa diversidad concreta. Un escenario en el que decides mantenerme en tu zona de confort.

El mejor escenario final, por el contrario, sería la aceptación de esa diversidad concreta, compartir esa relación en la que existe un elevado nivel de discrepancia. Encontrar algunos puntos en común. Si los buscas puedes encontrarlos. Respetar la diferencia y establecer una plataforma relacional para convivir con el otro.

Sin duda este último escenario representa un reto. Puede que un gran reto. Significa tomar la decisión de salir de tu zona de confort para ingresar en la zona de aprendizaje. Aprender a conocer, comprender y aceptar lo que es diferente a tí y a tus preferencias. Aprender a gestionar, también, tus emociones. Ampliar tu registro emocional.

Y entre esos dos escenarios extremos existe toda una gama de espacios intermedios con sus correspondientes beneficios e inconvenientes .

La conversación es la acción o la llave que te abre la oportunidad para aprender. Y si lo consigues habrás incrementado tu poder personal (empowerment), porque ahora puedes hacer cosas que antes no podías.

Resumen
No sabes cómo es la realidad, sólo cómo la interpretas. La interpretación es la filtración única que realizas de los datos que constituyen la realidad y la valoración única que haces de esos datos. Cuando identificas tu interpretación con la realidad automáticamente calificas de erróneas las interpretaciones diferentes. La posibilidad de conflicto aparece en este momento. Puedes evitar o minimizar el conflicto utilizando la habilidad de empatizar con el otro, es decir, conocerle para comprenderle y aceptarlo, lo que no significa estar de acuerdo con él. Utilizas la conversación con el otro para empatizar y, más concretamente, las habilidades de preguntar y escuchar. Escuchas para preguntar. El aprendizaje siempre, y sólo, se genera cuando elijes salir de tu zona de confort.

Pregunta de regalo de despedida: ¿Existen algunas diferencias entre empatizar, simpatizar, estar de acuerdo, aceptar, comprender y entender al otro?

“Aprender no es obligatorio, como tampoco lo es sobrevivir.” – Edwards Deming


Jaime Bacás, socio de Atesora Group.