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“Los datos, el nuevo oro por el que todos lucharán”… “tienen que subirse a la nube ya, no hay tiempo que perder”. Escuchábamos a Eric Schmidt, —el hombre que tomó las riendas de Google en 2001 cuando ingresaba solo 100 millones de dólares—, defendiendo las bondades del cloud computing. Junto a la redundante y contrastada cábala citada más arriba, Schmidt, ya felizmente jubilado, argumentaba que los servicios cloud de su compañía facilitarían a las empresas escalar sus negocios de forma mucho más rápida.

Dada mi experiencia diaria, no puedo más que reafirmar estas declaraciones. He observado de primera mano esta realidad, mediante la implantación de soluciones de gestión empresarial en empresas de tamaños y sectores muy distintos. Pero qué sentido tiene hacer estas declaraciones.

Bueno, en el sector tecnológico quien vive en el presente se caduca al instante cual aguacate expuesto a la oxidación del ambiente; y mucha gente se preguntaba: ¿Por qué el CEO de posiblemente la empresa más influyente, volvía por estos derroteros? ¿Ha confundido la presentación de este año por la de 2012 cuando presentaron en sociedad Google Drive? …. ¡Nada más lejos de la realidad! … Tan solo hacía mención a un escenario que afectará transversalmente a todo el sector TIC.

En un mundo cada vez más hiperconectado, el IoT y otras tecnologías, van a facilitar a los usuarios conectar millones de dispositivos electrónicos a la red. Aunque a día de hoy ya existe una amplia gama de dispositivos centrados en movilidad, trabajo y en el hogar, eso tan solo es la punta del iceberg. En el corto plazo, el uso extensivo del Big Data por parte de las empresas, el esperado coche autónomo, la consolidación de la realidad virtual aumentada, elementos relativos a AI, entre otros, van a irrumpir con fuerza en nuestra vida diaria, generando cada vez más y más datos.

Gartner estima que más de 50.000 millones de dispositivos estarán completamente conectados en 2020, frente a los 50 millones, conectados en la actualidad. Todo esto se traducirá en un insostenible crecimiento del tráfico de la información que debe ser analizada en los centros de datos. Y hablamos de un desafío mucho más serio que una simple prueba de estrés para la capacidad de procesamiento y almacenaje del modelo de cloud computing.

Simplemente, no contamos con suficiente ancho de banda para gestionar la inminente explosión de datos a día de hoy. Bueno, Google SÍ LA TIENE, ellos ya se han gastado miles de millones de dólares en construir una infraestructura tal que ninguna otra compañía, ni país u organización podría soñar. Así que invita a todo el mundo a que la use.

Junto con las cifras que acabamos de ver, también debemos tener en cuenta que actualmente se recogen y almacenan todos los datos. Además, una vez ya procesados, en muchas ocasiones no son explotados, ni aprovechados y únicamente ocupan espacio de almacenaje.

Entonces… ¿Se puede evitar este supuesto colapso en plena época de las telecomunicaciones y la información? Sí, ya existen soluciones para evitarlo.

Edge Computing

Una de las soluciones es el Edge Computing, un tipo de tecnología que en breve aplicaremos tanto en el ámbito industrial y empresarial, que aportará mucha más autonomía tanto a dispositivos como a soluciones de gestión, haciendo que sean algo más «listos». ¿Pero cómo? ¿AI, con capacidad de autoaprendizaje? Mucho más sencillo, simplemente con redistribuir y adaptar el rol de cada elemento de la actual infraestructura. Esto facilitará que los datos producidos por los dispositivos y soluciones de gestión sean procesados en el lugar donde se crearon, de esta manera se ahorra el envío a los, pronto colapsados, centros de datos y nubes.

Esta metodología implica un cambio en el paradigma. Si actualmente ya contamos con acceso en tiempo real a los datos de la nube, esto va un paso más allá, ya que implicaría el análisis de los datos casi en tiempo real. Hablamos de microsegundos. En determinados sectores ya es una necesidad. Véase por ejemplo el mercado de las criptomonedas en la industria financiera o en el sector salud. En definitiva, tanto generadores como capturadores de datos se vuelven más listos, ya que más allá de recolectar y enviar la información a la nube, la procesan directamente.

Fog computing

En relación a lo anterior, ya ha nacido el término Fog Computing, el cual haciendo referencia al concepto “niebla”, expande y diversifica la nube. Este tipo de plataformas permiten descentralizar la tecnología cloud computing, extendiéndola y acercándola a los dispositivos y soluciones conectadas, creando nodos de interconexión y facilitando la capacidad de computación y almacenamiento. De una manera más atomizada, acercando la inmensa nube a los dispositivos directamente.

Esta filosofía podría decirse que permite que los grandes centros de datos de la nube deleguen parte de sus responsabilidades a dispositivos con Edge Computing, haciendo que cualquier dispositivo con conectividad a la red, con capacidad de computación y almacenamiento pueda convertirse en un nodo de esta nube diversificada. Recayendo el peso de la infraestructura, a diferencia que el Edge computing, en elementos como routers o gateways de red, o cualquier conexión red entre dispositivos.

Ambas soluciones facilitan la reducción de latencias y consumo de ancho de banda, haciendo que no sea necesario enviar por defecto todos los datos brutos para su posterior análisis y procesamiento en la nube. Esto facilitará no solo descongestionamiento del cloud, sino que permitirá acceder de forma inmediata a análisis y evaluación del estado de todos esos mismos sensores, dispositivos y soluciones de gestión. Además, dada la inminente aplicación del RGPD y la creciente preocupación por la ciberseguridad, se procederá a un filtrado, derivando un menor volumen de datos en el entorno cloud, diversificando la información y reduciendo los daños potenciales ante un posible ciberataque.

En definitiva, ninguna de estas tecnologías viene a sustituir el cloud computing. Son subsidiarias y refuerzan incluso el mismo concepto de cloud, ya que, en gran medida dependen del entorno de la nube.

Volviendo al símil de los datos con el oro, al igual que pasó hace siglos, tanto con la creación de bancos y la emisión del dinero fiduciario para establecer las bases de la actual economía, los datos son indiscutiblemente el valor por el que nos regiremos los próximos años. Podríamos acuñar el patrón dato, pero, al igual que pasó en la economía, la manera en la que son usados, transportados y almacenados está cambiando en función de las necesidades.

Marta Moix, Cloud manager de Ekon

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Fuente: Franco Bendayan

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