Consultoría & Consultores

La semana pasada fue maravillosa. Ni siquiera los millones de bacilos que me traje a casa en forma de gastroenteritis aguda fueron capaces de empañar el enorme disfrute personal y profesional que experimenté. Casi me atrevo a decir que experimentamos, ya que tuve la oportunidad de facilitar un programa intensivo de cuatro días codo a codo con Miguel Labrador, mi gran amigo y compañero; y estoy convencido de que para él fue igualmente satisfactorio.

Juntos compartimos un montón de experiencias y aprendizaje junto con los veinticinco participantes de una de nuestras empresas clientes más queridas; horas de formación, divertidas dinámicas de grupo, comidas y cenas rodeados de juventud y talento… Compartimos incluso el viaje de vuelta, ya que el profundo malestar causado por el virus digestivo me impidió por completo conducir. Menos mal que las defensas de Miguel son mucho más fuertes que las mías, y no se lo pegué en el coche.

El programa que facilitamos es corporativo, se imparte a nivel mundial y está diseñado para acompañar a los participantes en su transición de mandos relativamente modestos a gestores de equipos más numerosos y maduros. En tiempos de cambios radicales y bruscos, de globalización imprevisible y feroz, estos líderes se sienten como un patrón de yate que se ve de repente haciendo navegar un petrolero en un océano encrespado, rodeado de olas que embisten desde todas las direcciones y bajo un cielo plomizo que no augura más que una tormenta tras otra.

Saben que necesitan formar y desarrollar a sus colaboradores, pero al mismo tiempo no pueden dejar de lado las exigencias de cumplir con los resultados. Era descorazonador ver sus caras al enfrentarse con bandejas de entrada abarrotadas de correos sin leer al final de cada jornada; aún así, no desaprovecharon ni un solo minuto de programa y nos dedicaron toda la atención que eran capaces de prestar; se veía perfectamente en sus ojos la ilusión que se genera al poner el foco en la parte humana de las empresas, así como las profundas reflexiones que experimentaban al hacerlo. Y provocar eso, para un facilitador, es un privilegio.

Al tratarse de un programa anual y profundamente emotivo, es normal que los participantes de cada edición hayan oído hablar de él a los compañeros de pasadas promociones, e incluso algunos les hayan intentado sonsacar. ¿De qué va? ¿Qué se trabaja ahí? ¿Cómo pudisteis estar aislados cuatro días sin atender el negocio? ¿Quiénes lo facilitan?… Lo cierto es que cada vez que terminamos una edición les pedimos a los participantes que no respondan a esas preguntas cuando se las hagan, para no privar a sus compañeros de la magia de descubrirlo por ellos mismos en su momento, y, por lo que sé, hasta ahora ninguno de nuestros voluntarios cómplices se ha ido de la lengua.

Y, en consecuencia, siempre que comenzamos el primer día, rodeados de desconocidas caras de expectación, solemos comenzar con la misma pregunta para detonar una reflexión: “¿Qué habéis oído hablar acerca de este programa?

Lo que me llama la atención es que, invariablemente, escuchamos la misma respuesta: “Sólo nos han dicho… que se llora mucho”.

Detengámonos un momento. En esos cuatro días de trabajo intensísimo, entre otras -muchas- herramientas con las que la Organización quiere equipar a sus jóvenes líderes, se analizan, desarrollan y practican:

– La diferencia entre los enfoques Push y Pull

– Los estilos de liderazgo asociados al carácter situacional del mismo

– Las fases de madurez por las que un colaborador puede transitar y su relación con el desempeño del mismo

– La importancia del feedback como cultura de desarrollo continuo

– Cómo generar y cultivar la confianza de los colaboradores

– El coaching como metodología vertebral del líder moderno y el modelo GROW como estructura básica de coaching

– La estrategia idónea para liderar personas en un entorno VUCA

– Los roles de equipo y las sinergias y contra-sinergias que provocan

– El carácter sistémico de los equipos

– Cómo encajan estas herramientas en la profunda transformación que está experimentando la Organización y los valores corporativos

En realidad tocamos muchos más conceptos, algunos no mencionados aquí para no aburrir a los lectores y otros por estar englobados en los anteriormente citados. Lo que puedo asegurar es que el trabajo que hicimos, tanto a nivel de reflexión como de práctica, fue exhaustivo y completísimo. De hecho, es probablemente el programa relacionado con el liderazgo más atestado de todos los que facilitamos al cabo del año.

Y entonces, ¿por qué lo que trasciende de promoción en promoción es el componente emocional? ¿Quizás porque es lo único que les cuentan los veteranos cumpliendo con su pacto de silencio? ¿Tal vez porque es el programa más emotivo -que no sentimental- de todos aquellos en los que participan? ¿O a lo mejor tiene que ver con la fantástica combinación entre conceptos y emociones que los creadores diseñaron para fijar los aprendizajes de forma permanente? Tiendo a inclinarme por esta última opción, puesto que es la base de la metodología experiencial. Pondré un ejemplo para entenderlo mejor.

Imagínate que te pregunto: “¿Qué ropa exactamente llevabas puesta el 14 de septiembre de 2017?”

Casi estoy por apostar que no lo recuerdas, salvo que fuera un día especialmente señalado para ti. Pero si te preguntase: “¿Qué ropa exactamente llevabas puesta el día de tu Primera Comunión?”

En esta ocasión estoy plenamente seguro de que sí lo recuerdas, aunque haya pasado mucho tiempo desde ese día. Y ¿por qué ahora sí y antes no? Pues circuitos neuronales y lóbulos temporales del hipocampo aparte, se debe a una sencilla razón: por el carácter emocional del recuerdo. Toma un concepto, asóciale una emoción y ya está generado el aprendizaje. Es una explicación algo facilona, pero funcional.

Y creo que esto es exactamente lo que les pasa a nuestros jóvenes líderes año tras año. El programa incluye una sesión de coaching express para cada participante, de unos 15 minutos, a la que sigue una breve ronda de reconocimientos positivos por parte de sus compañeros. Y ese cuarto de hora es suficiente para generar una indeleble huella en todo aquél que pasa por este programa.

Obviamente no todo el mundo llora en esa sesión, aunque la mayor parte de ellos se emocionan hasta las lágrimas; pero juraría que todos se llevan una reflexión muy profunda, facilitada por escucha activa y algunas preguntas poderosas, y envuelta con el lazo de la emocionalidad que proporcionan los reconocimientos de otros seres humanos.

Yo les digo todos los años que no se dejen engañar por los facilitadores que provocan el llanto de manera forzada en los participantes. Me parecen mediocres que recurren a un truco efectista para conseguir un plus sensiblero y facilón en sus encuentros. “Si algo de lo que se trabaja en un taller te genera una fuerte movilización, -les digo-, bienvenida sea tu emoción. Mi sugerencia es que te des el permiso de disfrutarla, sea cual sea; es el momento perfecto para ello”.

Y eso es lo que, año tras año, sucede en el caso que os cuento. Durante cuatro días se sienten escuchados, valorados como seres humanos y no tanto como generadores de resultados, que es lo que suelen experimentar en su día a día.

Tienen la ocasión de compartir sus frustraciones, escenas temidas, éxitos y experiencias acumuladas. Se ríen a carcajadas en las comidas y cenas comunes, cantan a gritos en el karaoke, comparten las fotos de sus parejas e hijos, se escuchan activamente dentro de la sala… Y todo ello es el vehículo perfecto para fijar en sus mentes las bases del desarrollo que se esforzarán en facilitar a sus colaboradores. ¡Cómo no se va a llorar! La única pena es que no puedan darse más ocasiones de hacerlo.

Gracias a todos los que participasteis en estas jornadas de aprendizaje, que fue tanto para nosotros como para vosotros. Por mi parte y para finalizar, sólo recordar lo que un gran amigo me decía emocionado al terminar cada taller que facilitábamos juntos: “…Y además, ¡nos pagan!”.

Iván YglesiasPalomar, Director de Desarrollo de Negocio de Atesora Group.